Primero, una observación de formas. Máximo Kirchner está empeñado en sumar el femenino en su discurso. Entonces, en una hora de conversación repetirá “compañeros y compañeras”, “argentinos y argentinas”, “trabajadores y trabajadoras”, “porteños y porteñas”, “jefes y jefas” "pibes y pibas" y hasta “atentos y atentas”. El esfuerzo es notorio, pero el resultado es un incordio. Entorpece el habla, suena forzado... en fin, tal vez pueda buscar mejor destino a tanta voluntad.
¿Y qué otra cosa se descubre al escucharlo (entrevistado por Roberto Navarro en la radio El Destape)?
Para empezar, que el cortocircuito con Alberto Fernández se remonta a mucho antes que los primeros reproches de la vice (“los funcionarios que no funcionan”) y por supuesto incluye episodios hasta ahora ignorados. Por ejemplo, la definición del entonces candidato ganador de las Primarias sobre que “el dólar a 60 pesos está bien”.
Máximo Kirchner lo recuerda así: “...entre las PASO y la general la Argentina perdió 20 mil millones de dólares. Y no fue nuestra fuerza política la que dijo que el dólar tenía que estar a 60 pesos... Fue Alberto Fernández... Nuestro reclamo en ese sentido fue ¿por qué no le pediste (a Macri) que pusiera un tope a los dólares, como hizo el 28 de octubre, que lo puso en $ 200? Lo dejaste entre agosto y octubre hacer cualquier cosa, y encima vos le garantizás el precio...”.
Alberto Fernández dijo lo que dijo el 15 de agosto de 2019, apenas cuatro días después de las Primarias del domingo 11. Está claro que los reclamos empezaron más bien temprano.
Y siguieron. ¿Por qué el Gobierno no baja la inflación?, le preguntaron al diputado Kirchner. “Nosotros proponemos, antes de asumir, a Hernán Letcher para la Secretaría de Comercio Interior (...) Nos dijeron que no. Kulfas lo rechazó diciendo que era hacer casi lo mismo que había hecho Moreno (...) Tomaron otro camino, y bueno...”.
En verdad, escuchar al hijo de la vicepresidenta es advertir a un Gobierno parido desde acuerdos frágiles y desacuerdos primitivos y estructurales, lo que habilita a preguntarse ¿cómo podía salir bien?
No sorprende, en cambio, la obsesión de Kirchner con los medios de comunicación, aunque el afán crítico lo lleve a argumentos débiles.
Los acusa de todos los males, entre ellos “validar” el fallido atentado contra su madre; también minimizarlo al hablar de revolver de juguete (“en realidad yo les agradezco, porque me sirvió para que la madre de los nenes les hablara a mis hijos de lo que pasó”).
“Los medios de comunicación han sido un gran tema de discusión”, se entusiasma Kirchner. “Muchas veces la sociedad no cuenta con todas las herramientas para poder elegir, y pasan cosas como las del 2015”.
Y aventura: “A mí me gusta que se pueda debatir, discutir... ahora, la hegemonización de algo cuando hay que debatir puede llevar a la gente a votar a Mauricio Macri”. Para concluir: “Macri era lo que era, y los medios de comunicación lo ocultaron...”.
Lo curioso es que él mismo ofrece la réplica que desarma su idea. “Cristina ganó con el 46% en 2007 y con el 54% en 2011”, elogió la adhesión popular de su madre.
Si los medios que, según él, posibilitaron la victoria de Macri no pudieron impedir la doble elección de Cristina, ni lograr la reelección del propio Macri, el argumento se desvanece. Queda apenas el rastro de una fijación ya envejecida.