El país copito - Por Alejandro Borensztein
El gobierno peleando contra Gran Hermano y el abrazo de Moyano con Máximo es lo más parecido al cajón de Herminio que tuvo el peronismo en 40 años de democracia.
Antes que nada, una sugerencia para el gobierno nacional. Teniendo en cuenta que el jefe de gabinete Manzur anticipó que en el verano va a renunciar al cargo, y considerando la Ley de Oro Kirchnerista, recomendamos humildemente desde aquí que vayan buscando reemplazante y no se dejen estar. Si bien todavía hay tiempo, no será fácil conseguir algo peor. Va quedando poco en el mercado.
En el mismo sentido, felicitamos a Gabriela Cerruti que esta semana dió la batalla contra “Alfa”, un copito que participa de Gran Hermano, y de ese modo se consolidó como funcionaria. Si tenemos la suerte de que el kirchnerismo siga en el poder, y considerando siempre la Ley de Oro, es obvio que Cerruti se aseguró el cargo de por vida porque no tiene reemplazo.
Sobre el debate entre el “presidente” y el participante de Gran Hermano no hay mucho para agregar, salvo un dato menor que explicaría en parte lo que sucede: “Alfa” se llama así por Alfa Romeo y se dedica a la compraventa de autos usados. Por respeto a la investidura, silenzio stampa.
Para entender mejor desde qué altura vino volando el “presidente” y en qué subsuelo anda reptando ahora, vale la pena recordar uno de los mojones de su gestión cuando, en los inicios del gobierno, hizo una videoconferencia universitaria con Lula y dijo textualmente con cara de Rolo Puente haciendo de Churchill:
“Yo le digo siempre a los argentinos que no sé si voy a poder hacer un mundo distinto, ni siquiera sé si lo podré hacer en América Latina. No te quiero mentir querido Lula, yo no lo tengo a Néstor, no lo tengo a Mujica, no lo tengo a Tabaré, no lo tengo a Lugo, no lo tengo a Evo, no la tengo a Michelle, no lo tengo a Correa, no lo tengo a Chávez. A duras penas somos dos los que queremos cambiar el mundo. Uno está en México, se llama López Obrador y el otro soy yo”. Textual del 27 de junio de 2020.
Todo es una maravillosa síntesis de alguien que se autopercibió cambiando el mundo y terminó participando en Gran Hermano. Ojalá logre estabilizarse en algún punto intermedio, aunque sea reincorporándose a la concesionaria de Avenida La Plata.
Sin embargo, cuesta abajo en la rodada no está solo el que te jedi. Las amenazas de los Moyano, los distintos actos del 17 de octubre, los ataques entre La Cámpora y los movimientos sociales y los discursos que ensaya Máximo para actuar en la película “Argentina, 1973” constituyen una orquesta que desafina bajo la batuta de Cristina. En este contexto de inflación y pobreza, estas imágenes representan lo más parecido al cajón de Herminio que tuvo el peronismo en 40 años de democracia.
El abrazo entre Pablo Moyano y Máximo Kirchner fue todo un símbolo: tradición, familia y propiedades. Hermoso. El jefe de la barra de Independiente y el jefe de la barra de Racing, unidos en Plaza de Mayo por una causa común: protestar por las medidas que toma su propio gobierno y el de su mamá, quien mandó a rajar a Guzmán, después echó a Batakis y terminó poniendo a Massa al que apoyan para que haga lo mismo que quería hacer Guzmán, al mismo tiempo que lo atacan por hacer lo que hacía Guzmán. Esta gente necesita una junta de psicólogos, urgente.
A los abrazos. Pablo Moyano y Máximo Kirchner en Plaza de Mayo.
Viendo el espectáculo que ofrece el gobierno, es obvio que todo lo que hagan Cristina, Alberto, Máximo y Massa ya importa poco y nada. Solo cabe hacerse una pregunta: ¿En qué anda la oposición?
Es hora de que vayamos pispeando qué piensan hacer, no sea cosa que sigan pensando lo mismo de siempre y para las navidades del 2027 nos regalen el quinto gobierno kirchnerista.
Llegado a este punto, podría pensarse que en realidad el gobierno intenta distraernos con lo de Gran Hermano o con la carpintería y la guillotina o con los vínculos de todos estos copitos con el FMI, la Embajada de EEUU y la Paramount, tal como informó el gran Ariel Tarico y luego confirmó C5N. Tal vez el Patria y la Rosada buscan que los demos por perdidos, nos enfoquemos en lo que hace la oposición y de paso nos olvidemos de que el kilo de morrón ya superó cómodamente los 1.000 mangos.
Amigo lector, no les atribuyamos un talento del que carecen. No son tan sutiles ni tan geniales ni actúan para distraernos. Son así nomás. Para colmo, creen que cuando empiece el Mundial la gente se va a olvidar de todo y que si Messi levanta la Copa, Alberto reelige. Viven en 1978.
No quiero ser pájaro de mal agüero pero creo que el pueblo está tan contento que ni bien le ganemos a Arabia Saudita, van a salir todos a festejar y les van a quemar hasta el Obelisco. Ojalá me equivoque pero si yo fuera Modart iría guardando los trajes (bocadillo dedicado a la tercera edad).
Si nos olvidamos del gobierno y miramos la oferta opositora, encontramos de todo. En principio están los Frentes de Izquierda, los ponemos en plural porque en las últimas elecciones estaba el Frente de Izquierda e Izquierda al Frente. Gente rara los troskos. Muy simpáticos, ideales para compartir una pizza pero si llegaran al gobierno nos tenemos que rajar todos.
Del otro lado, Milei. Gran muchacho que todavía no definió con claridad si quiere formar parte del sistema democrático o si prefiere incendiarlo. Cuando lo decida, conversamos.
Obviamente, lo más fuerte es Juntos por el Cambio donde parece haber de todo pero en realidad no hay tanto. Del lado radical, Gerardo Morales será muy capaz pero fuera de Jujuy no lo conocen ni los salteños. Algo parecido pasa con Cornejo. Sacalo del viñedo y no lo juna ni el loro. De Manes ya hablamos. Gran neurólogo y seguramente gran persona pero todavía no administró una unidad de primeros auxilios y ya quiere administrar un país.
Sin duda, lo mejorcito que tiene la UCR es Lousteau pero todavía está un poco crudo como para sacarlo del horno. Un par de mandatos al frente del Gobierno de la Ciudad lo podrían dejar “al dente”. Veremos.
Nos quedan los del PRO. Por un lado Patricia Bullrich, esa extraña dama de larga trayectoria cuya libro autobiográfico bien podría llamarse: “Pato, de Firmenich a Bolsonaro”. Buen título, se lo regalo.
El otro es Larreta. Tiene poco carisma pero es tan expeditivo en la gestión que cuando necesita guita no pierde un minuto: te vende el Zoológico, te autoriza 50 pisos y a otra cosa mariposa.
Obviamente, la estrella del circo es el Gato. Un hombre cuya suerte depende de dos mujeres. Por un lado Juliana, la diosa que ya lo hizo presidente una vez y en cuyas manos está la decisión de que lo intente de vuelta (por Dios te lo pedimos Juli, pensalo bien).
La otra mujer clave es Lilita cuya misión es enseñarle historia política a Macri y mantenerlo a raya dentro del sistema republicano, para el caso de que Juliana se equivoque y lo habilite.
De hecho, Lilita ya debería estar controlando lo que dice este Macri un poco excitado que anda de gira por los canales gritando “¡basta de progresismo!”. No está claro si lo dice porque confunde la palabra “populismo” con “progresismo” o si todavía Lilita no le explicó que progresistas son Obama, Clinton, Felipe González, Fernando Henrique Cardozo, Tony Blair, Justin Trudeau, Angela Merkel y por supuesto Raúl Alfonsín. No confundir con Maduro, Cristina o Putin que se autoperciben progresistas pero en realidad juegan al fútbol con la mano.
No se trata de progresistas o conservadores. Estamos discutiendo democracia o autocracia. Vamos Lilita, ocupate de explicarle a este muchacho de qué va la cosa, por si se le ocurre volver.
Como ven queridos lectores, hoy no ganamos amigos. No importa. Necesitamos más estatura política y menos país copito. Exijamos que la oposición sea clara, explique lo que va a hacer, cómo lo va a hacer y recemos para que ni se les ocurra insistir con los slogans, el “sí se puede” y los globitos amarillos.
No más boludeo. Para eso está el gobierno.