Un equipo de científicos europeos acaba de obtener el retrato de familia más antiguo que se conoce. No se trata de una foto como la que puede encontrarse en cualquier casa, sino un perfil genético extraído de los huesos de 13 individuos hallados en dos cuevas de Siberia. El ADN recuperado de estos fósiles no deja dudas: dos de ellos eran un padre y su hija adolescente. Al menos otros dos individuos son sus parientes, un niño pequeño y una mujer adulta que pudieron ser el primo y la abuela. Todos eran neandertales, la especie humana más emparentada con la nuestra que se extinguió misteriosamente hace unos 40.000 años. El hallazgo aporta el retrato más detallado hasta la fecha de cómo eran los grupos neandertales y confirma datos claves para entender por qué desaparecieron para siempre.
Los restos humanos proceden de Chagyrskaya y Okladnikov, dos cuevas del sur de Siberia, en Rusia, donde vivieron los neandertales hace unos 54.000 años. Las herramientas de piedra y los restos de huesos de animales muestran que eran nómadas que vivían persiguiendo a sus presas habituales: bisontes, caballos y cabras montesas. En aquella época, este territorio era una frontera. Al oeste vivían los neandertales europeos y a menos de 100 kilómetros estaban los denisovanos, los neandertales asiáticos. El estudio de ADN extraído de fósiles en estudios anteriores ha desvelado que estas dos especies y los Homo sapiens se encontraron y tuvieron hijos híbridos. Es un misterio por qué solo quedamos nosotros.
Un equipo de científicos liderado por Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva (Alemania) y Premio Nobel de Medicina de este año, ha podido recuperar buena parte del genoma de los 13 neandertales de las dos cuevas siberianas y compararlo con el de otros 18 neandertales descubiertos previamente.
Los resultados, publicados hoy en Nature, referente de la ciencia mundial, muestran que varios de los 11 individuos hallados en Chagyrskaya vivieron al mismo tiempo y en el mismo lugar, un hallazgo insólito en yacimientos de esta antigüedad. Los dos vecinos de Okladnikov, a unos 100 kilómetros al este, no eran parientes directos, pero al menos uno de ellos pudo ser también coetáneo del otro clan. La variabilidad genética de estos restos apunta a que los grupos neandertales eran pequeños, de entre 10 y 20 personas.
El estudio muestra que el genoma mitocondrial que pasa de madres a hijos era mucho más variado que el del cromosoma Y que legan los padres. Esto confirma que en las sociedades neandertales las mujeres dejaban sus familias para ir a vivir a otros y engendrar hijos mientras los hombres se quedaban en su mismo clan. Se trata de una práctica habitual en muchas sociedades de cazadores y recolectores actuales que evita las enfermedades y esterilidad asociada a la endogamia.
Condenados a desaparecer
Antonio Rosas, paleoantropólogo del CSIC, resalta que esas conclusiones son muy parecidas a las que adelantó su equipo en 2011. En este caso analizaron solo el genoma mitocondrial de seis adultos, tres adolescentes, dos niños y un bebé neandertales que murieron devorados por otros homínidos de su especie y cuyos restos se hallaron en la cueva asturiana de El Sidrón. El ADN mostraba que estaban emparentados por vía materna, pero el grado de resolución impedía decir cuánto. Sí que mostraba que se trataba de grupos pequeños y muy aislados en los que las hembras eran las que abandonaban su clan de origen. “Esta es una práctica muy común entre muchos grupos de Homo sapiens y también en otros primates para mantener la variabilidad genética”, detalla Rosas.
A pesar de esta estrategia, la familia neandertal de Chagyrskaya ya parecía condenada a desaparecer en unas generaciones. Los investigadores han estudiado la variabilidad genética entre todos los individuos y el nivel de secuencias idénticas es tan elevado como entre los gorilas de montaña actuales, una de las especies más amenazadas del planeta.
Los resultados también indican que estos neandertales eran del linaje que dominaba en Europa Occidental y que no tenían rastro de haberse cruzado con sus vecinos asiáticos denisovanos, a pesar de vivir a apenas a 100 kilómetros de distancia. Estos datos apoyan que el aislamiento y la consanguinidad contribuyeron a la extinción de estos homínidos.
La gran pregunta es si los Homo sapiens de aquella época eran distintos que sus primos neandertales, tanto genética como socialmente. Es difícil saberlo, pues no hay apenas fósiles sapiens de esta época y no se ha podido recuperar ADN para obtener un retrato genético familiar. “Es evidente que algo distinto debían tener, tal vez una estrategia diferente para tender lazos entre grupos o que fueran clanes con más miembros”, aventura Carles Lalueza-Fox, genetista del CSIC.