La locura está de moda
Por Alejandro Borensztein De un lado, millones creen que el atentado estuvo armado atribuyéndole al gobierno un talento del que carece por completo. Del otro lado, el kirchnerismo está convencido de que los asesinos decidieron atentar contra Cristina porque miraban mucho TN.
Si bien a nadie le gusta andar falleciendo trágicamente, no hay duda de que es mucho más glamoroso estrellarse con un Lear Jet propio despegando de Saint Barth con destino a Virgin Island que estrolarse en una curva de la ruta 7 sentado en un doble camello al que le fallaron los frenos. Por más desagradable que suene la frase, así es este mundo.
En el mismo sentido, tiene mucha más épica caer abatido víctima de un atentado pergeñado en un subsuelo del Pentágono por la CIA, el Chase Manhattan Bank y Eduardo Feinmann que ser asesinado por tres vendedores de pochoclo que responden al nombre de “la banda de los copitos”. Algo de esto es lo que está enloqueciendo al kirchnerismo.
Sin embargo, lo que el oficialismo debería rescatar es que afortunadamente el fallido atentado fue organizado justamente por una patota de lúmpenes. De haber sido planificado por verdaderos profesionales, la Argentina estaría hoy atravesando la peor de las pesadillas. En general, a ningún sicario imperialista que se precie de tal se le traba la pistola.
Si bien tuvimos la suerte de que el atentado no haya prosperado, luego del episodio, la locura generalizada en la que ya veníamos escaló a un nivel pocas veces visto.
Estamos tan locos que la inmensa mayoría de los votantes no kirchneristas andan convencidos de que el atentado fue un montaje armado para que Cristina se victimice.
Increíblemente, allí donde se vió clarito a un marginal tratando de asesinar a una Vicepresidenta, millones de argentinos creen haber visto una sofisticada confabulación oficial atribuyéndole al gobierno una creatividad y un talento del que carece por completo.
Si alguien piensa que Cristina, Máximo y Parrilli tienen la capacidad de organizar semejante cosa deberían repensarlo porque está visto que ni siquiera pudieron hacer una simple cañería para transportar el gas de Vaca Muerta. Amigo republicano, no busque más fantasmas. Con los que ya tenemos alcanza y sobra.
Del otro lado de la locura, el kirchnerismo está convencido de que los asesinos decidieron atentar contra la Vicepresidenta porque miraban mucho TN. Imaginan al vendedor de copos de azúcar frente a la tele con su novia y diciendo: “Mirá la barbaridad que está mostrando Nelson Castro, mejor vamos a matarla”. Esto que parece dicho en chiste, el gobierno y sus seguidores lo dicen y lo piensan en serio.
La excusa de moda se llama “discurso de odio”. Normalmente, se denominan discurso o mensajes de odio a aquellas expresiones despreciables referidas a cuestiones raciales, religiosas, nacionalistas, de género o cosas por el estilo. La locura de estos días ha corrido el límite al punto de equiparar un mensaje de odio racial de un grupo neonazi con un editorial de Luis Majul. Todo sabemos que, llegado el caso, Luisito se pone un poquito denso, pero no es eso lo que le molesta al gobierno.
Si prefieren, veamos mejor el caso de Nicolás Wiñazki. Si mañana Nico nos contara que el Hotel Alto Calafate es de Macri y fue alquilado por años a Calcaterra quien encima le prestó la plata al Gato para comprarlo, el gobierno estaría chocho y nadie hablaría de odio. Pero como el hotel es de los Kirchner, los alquileres los pagaba Lázaro Báez y la plata para comprar el hotel se la prestó el mismo Báez, todo les resulta odioso. Y tiene razón el gobierno en sentirse así porque, en el fondo, el problema no es el discurso de odio sino el nombre del dueño del hotel y el nombre del que le daba la guita.
En eso Menem era mucho más digno. Lo puteábamos todos, desde los que hacíamos televisión, los que hablaban por radio o los que escribían en diarios y revistas. Se lo acusaba de corrupción, intentos de manipulación judicial y utilización de los servicios. O sea, más o menos la misma joda que ahora pero todo mucho más humilde. Digamos, uno o dos ceros menos. Sin embargo el tipo se la bancaba. Jamás se le ocurrió definir las críticas como discurso de odio.
Esto mismo debería recordarlo la vocera Cerruti o el vocero Verbitsky que escribían en el legendario Página 12 bajo las órdenes de su verdadero fundador y creador Jorge Lanata (mal que les pese recordarlo).
A la gente se la conoce mejor cuando gana guita o cuando alcanza el poder (o suponen haberlo alcanzado). Ahora que ellos son el poder, les molesta que se los critique cuando se mandan una macana y hablan de discurso de odio. Vamos gente, bajen un cambio que se fueron a la banquina.
En el medio de tanta locura, y en tren de llevar tranquilidad a la sociedad, reapareció Mario Firmenich con un extenso documento esclarecedor. Para la gente joven que tal vez no está muy familiarizada con el personaje, digamos que fue un tipo que en los años 70 lideró una banda. No era una banda de rock precisamente sino que era una banda que se dedicaba a acribillar gente y que se presentaba en los boliches bajo el nombre de “Los Montoneros”. En realidad, tampoco fue una banda exitosa. Se autopercibían peronistas pero fueron tratados de “estúpidos” e “imberbes” por el mismísimo General Perón el 1 de mayo de 1974. Un peronista al que Perón termina puteando y rajando de la Plaza delante de todos los argentinos no es lo que normalmente se conoce como un peronista exitoso.
Buscando clarificar la situación, dijo Firmenich: “El atentado fue una provocación terrorista para desatar la guerra civil”. Dicho por él, que es toda una autoridad en la materia, da para pensarlo. De hecho, en 1973 ganó el Oscar a Mejor Labor Protagónica en Terrorismo y lo volvió a ganar en 1975 pero no pudo asistir a la ceremonia en Los Angeles porque ya había pasado a la clandestinidad, aunque estábamos en plena democracia.
Entre otros grandes éxitos, cabe recordar que Firmenich y sus amigos decidieron en septiembre de 1973 demostrarle al General Perón que ellos eran importantes. Para eso les pareció que lo más apropiado era asesinar a José Ignacio Rucci, líder de la CGT, sindicalista memorable, peronista como pocos y hombre de máxima confianza de Perón. Lo ejecutaron dos días despues de que el General ganara las elecciones presidenciales con el 62% de los votos y lograra así su tercer mandato constitucional. Todos viviendo en democracia, todos menos Firmenich.
Dato al margen: casi 50 años después, el 11 de diciembre de 2020, los Montoneros fueron aplaudidos por Cristina y Alberto en un acto oficial realizado en la ESMA. No es chiste, está el video y se puede ver en Youtube. Parece mentira que todavía sigamos discutiendo este asunto. Después se preguntan por qué Massa anda por el mundo mendigando mil palitos verdes de morondanga y nadie le da ni cinco de pelota.
¿Esto es lo más importante de la semana? De ninguna manera. Lo más trascendente es que al país le quedó vacía una de las sillas más valiosas: la de Magdalena Ruiz Guiñazú.
Hizo por la libertad, la democracia y los DDHH más que todo el kirchnerismo junto. Sin embargo hace 10 años, miembros de este gobierno le hicieron un simbólico juicio público en Plaza de Mayo y pusieron carteles con su foto para que los chicos la escupieran. Son los mismos que hoy hablan del discurso de odio.
Ante aquella barbarie, lo mejor que podemos hacer hoy es un piadoso silencio y un eterno reconocimiento para la periodista más importante de la historia argentina.
Por estos ratos, seguramente estará en algún lugar del Universo domingueando con sus afectos de toda la vida. Adiós Tia Magda.