“Los chicos de la peatonal”: dos hermanos hacen música en San Justo para poder pagar sus estudios

Agustín y Tomás están todos los días en la peatonal haciendo música. Cuando terminaron el colegio, el papá les dijo que no podría solventar sus carreras y ellos decidieron convertirse en artistas callejeros para cumplir su sueño.
  • Una nena corre a dejarles dinero después de escucharlos junto a su mamá. Una nena corre a dejarles dinero después de escucharlos junto a su mamá.
  • Los hermanos ensayando en casa Los hermanos ensayando en casa

“Disculpen las molestias, es para poder seguir estudiando”, dice un cartel ubicado en la peatonal de San Justo. Detrás de él, los hermanos Agustín y Tomás Ojeda, músicos de profesión, están estoicamente parados tocando un repertorio original de temas musicales.

Tienen 24 y 21 años, son de Gregorio de Laferrere y sueñan con terminar sus estudios en el conservatorio Alberto Ginastera de Morón. “Venimos de una familia muy humilde, con recursos escasos. Vivimos siempre al día y muchas veces ni siquiera eso. De todos modos, mi papá se hizo el tiempo para inculcarnos la importancia de la música, el valor que tiene para quienes la escuchan”, explica Tomás.

Así, desde muy chicos empezaron a interesarse por diferentes instrumentos y cuanto más aprendían, más pasión sentían al hacer música. “Así comencé a tocar la guitarra y Tomi el violín”, sostiene Agustín.

 

Convertirse en artistas callejeros

 

Cuando terminaron el colegio secundario, en una cena, el papá les dijo que no podría ayudarlos a estudiar. “Estábamos reunidos en la mesa, charlando cosas de la vida. Con mi hermano soñábamos con entrar al conservatorio para seguir creciendo en la música y mi viejo nos explicó que las cuentas estaban en rojo, que íbamos a tener que encontrar la manera de estudiar”.

“Con Tomi nos miramos y sentimos que nuestros sueños se desplomaban, entonces reflotó una vieja idea que andaba dando vueltas, que tenía que ver con ir a tocar a la peatonal y ver qué pasaba”, sostienen.

Con mucha vergüenza y una sensación total de inexperiencia al lunes siguiente se tomaron el colectivo rumbo a la peatonal. “Yo transpiraba y temblaba y recuerdo que Tomi miraba para el piso. Respiré profundo, cerré los ojos y me puse a tocar la guitarra y a cantar. Tomi empezó a tirar sus acordes con el violín y fue mágico”, recuerdan.

PUBLICIDAD

La gente empezó a juntarse. Como ese día, desde hace cinco años, “los chicos de la peatonal”, como los llaman en San Justo, tocan todos los días desde la mañana. “Gracias a la gente y a su generosidad es que podemos seguir caminando hacia nustro sueño de ser buenos músicos y quizás algún día, también conocidos”.

 

No es un hobby

 

Los hermanos tienen muy en claro desde chicos que quieren vivir de la música. El esfuerzo, la constancia y las ganas de tocar hacen que cada día estén más cerca de recibirse en el conservatorio. “Además de estudiar el profesorado en el conservatorio, también participamos en la Orquesta Latinoamericana de la Matanza y de la orquesta de becarios Marta Argerich”.

“Tocar en la calle nos mostró el poder que tiene la música para transformar la vida de las personas. La música da alegría, les pone una sonrisa en sus caras, les da esperanzas. Una vez cuando habíamos terminado de tocar, un joven se acercó y nos contó que tenía algunos problemas y que estaba muy mal, pero que con la música le habíamos cambiado el día”.

Es importante que la gente sepa que lo que nos dan es para pagar las fotocopias, mantener los instrumentos. Estamos ahorrando para comprar un violín porque el que ahora usa Agustín es uno de estudio. “Sin la colaboración de la gente no podríamos seguir haciendo esto que es lo que amamos”, resumen.

Comentar esta nota
Más de Sociedad