Antes que nada, felicitamos al gobierno nacional por haber logrado anunciar la tan postergada segmentación de subsidios en las tarifas de luz, gas y agua. El hecho de que todavía nadie haya entendido un corno, no le resta mérito al gobierno. Al contrario, han tenido la virtud de presentar de manera suficientemente confusa algo que ellos ahora denominan “redistribución de subsidios” pero que nosotros conocemos de toda la vida como “tarifazo”. A veces el peronismo se pone a reinventar cosas que ya fueron inventadas hace años por ellos mismos. Sin ir más lejos, en 1975 Celestino Rodrigo lo hizo como los dioses.
¿Donde estaría entonces el supuesto mérito y por qué deberíamos felicitarlos? En principio, porque hicieron lo que debían hacer. Con escrúpulos, pero al menos empezaron. Pasaron doce años desde que Cristina Fernández de Kirchner anunció la “sintonía fina” de las tarifas, allá por 2011, hasta que llegó esta “redistribución de subsidios” con la que ahora van a homenajear a la clase media. En el camino fundieron la Argentina.
Para ponerlo en perspectiva, cuando el kirchnerismo anunció que se iba a abocar al problema de las tarifas, recién íbamos por el iPhone 4, nadie tenía WhatsApp, no existía Instagram y Netflix era un bolichito californiano desconocido.
Mientras el mundo ya se acerca al iPhone 14, el kirchnerismo no pudo avanzar en algo tan simple y razonable como cobrarle la luz y el gas sin subsidio a los que pueden pagarlo. Recién acaban de dar el primer pasito y lo hicieron tan mal que al final no les va a servir para nada. Se van a ganar igual todas las puteadas y no van a conseguir ninguno de los beneficios.
Reflexión: qué distinta sería la suerte de este gobierno si hubieran hecho de entrada y bien lo que están amagando hacer ahora, tarde y mal. Veamos.
Cuando en 2019 terminó la dictadura (la de Macri), los subsidios habían bajado brutalmente y constituían el 20% del valor de la tarifa. O sea que el pueblo pagaba el 80% del valor real, salvo los que tenían tarifa social. Hoy es al revés: el Estado pone el 80% y la gente paga el 20%.
Si Cristina hubiera permitido que la tarifas acompañaran la inflación, no hubiesen tenido que subsidiar casi nada, el déficit y la emisión no hubieran sido tan graves, no tendríamos esta inflación escandalosa y las tarifas no serían un drama. Encima de esto, de haber continuado la licitación del gasoducto que ya había dejado lista el Gato, hoy ya estaría construido y podríamos estar despachando gas a todo el planeta.
En otras palabras, si Cristina y Alberto hubieran prestado atención en clase cuando iban al colegio, hoy estaríamos discutiendo si la reelección de Alberto requeriría un ballotage o si directamente ganaría en primera vuelta. En lugar de eso, están debatiendo a que geriátrico lo mandan. Apuesto que al más barato.
La elegida para protagonizar el show del tarifazo fue Malena Galmarini, la dueña de Sergio Massa. Curiosamente, Malena es alguien que no tiene nada que ver ni con la luz ni con el gas pero sí con el agua. Es la jefa de AySA y para explicar el derroche de subsidios en las tarifas de agua puso como ejemplo y escrachó dos edificios emblemáticos: el Chateau Libertador, que es gemelo del Chateau Puerto Madero en el que viven legiones de kirchneristas, y el histórico edificio Kavanagh en Plaza San Martín donde vive mucha oligarquía pero la copropietaria más famosa es Alicia Castro, admiradora de la revolución chavista, socia política de Boudou y promotora oficial de la Sputnik. Recordemos que en 2021 arengó a aplicarse la vacuna rusa por “razones geopolíticas”, que es la única razón que jamás se debería considerar a la hora de vacunarse, si es que uno está en su sano juicio.
Lo primero que debemos entender sobre este asunto es que AySA, además de llevar agua potable a los hogares, también retira los líquidos cloacales y se ocupa de tratarlos. Acá ya nos metemos en un terreno más barroso.
Aún sin conocer la estructura de costos, podemos asumir que es mucho más caro llevarse y tratar los deshechos cloacales que distribuir agua en los hogares. Por lo tanto, la señora Alicia Castro que fue injustamente escrachada por Malena como parte del consorcio del Kavanagh, al igual que los otros oligarcas que viven allí, recibe un subsidio del Estado Nacional para que al abrir la canilla le salga agua potable, pero fundamentalmente para que cuando tire la cadena del inodoro, AySA se lleve todo lo que ella delicadamente pudo haber depositado allí. Esto vale, ya sea que haya hecho 1 o haya hecho 2. Vamos a maniobrar el léxico lo mejor posible para evitar tomar un camino sin retorno.
El gobierno, a través de sus medios afines, salió a escrachar a personalidades opositoras que recibieron luz y gas a tarifa subsidiada durante años por decisión directa de Cristina Fernández, del mismo modo que lo recibieron todos los que viven en el AMBA y más allá. Aclaremos que estamos hablando de los afortunados que tienen red de agua, cloaca, luz y gas, ya que todavía hay millones que siguen sin tener nada de todo eso.
El escrache incluyó las cifras que cada famoso supuestamente se ahorró en el consumo de energía, reiteramos, no por decisión de ellos sino porque así lo ordenaron los cuatro gobiernos kirchneristas.
Sin embargo nada dijeron sobre el subsidio de AySA. ¿Cómo cuantificar el daño producido por nuestros ricos y famosos al Estado Nacional cada vez que tiraban la cadena? No es fácil la cuenta pero podemos acercarnos.
Aclaración: a partir de este momento entramos en un terreno un poco escatológico pero tolerable, sobre todo si lo comparamos con la última imagen de Alberto cantando en La Rioja. Dejemos de lado el pudor y avancemos.
Considerando una vejiga normal, es esperable que un oligarca elimine entre 1 y 2 litros por día. No hace falta aclarar que un kirchnerista y un demócrata mean más o menos lo mismo.
Elijamos un millonario estándar. Por ejemplo, Máximo Kirchner. El tipo elimina 1 litro y medio por día aprox, lo cual quiere decir que el capo de La Cámpora desagua en AySA, a tarifa subsidiada, unos 547 litros propios anuales. Redondeemos en 600 litros sabiendo que algunas reuniones para la liberación terminan a pura birra. Alguien podría pensar que es el momento justo para retirarle el subsidio de AySA a toda la militancia kirchnerista que, con la cantidad de sapos que se están tragando, deben estar consumiendo agua a lo loco. Pero eso es coyuntural y no hace al análisis profundo.
En este marco es importante no confundir conceptos. Mear, meamos todos por igual y le costamos lo mismo al Estado Nacional. En cambio las cagadas pueden tener distinto impacto económico dependiendo de quien las haga. Por ejemplo, las de Cristina nos costaron 60.000 palos verdes en su primer mandato y 20.000 en el segundo, según datos oficiales del Banco Central sobre fuga de capitales. Ni la Reina de Inglaterra le costó tanto a su pueblo.
¿Cómo seguimos? Mirando el show. Cuidándonos del frío y de la locura en la que nos están embarcando a todos. Mientras Sergio Massa trata de que Occidente le crea y le tire una anchoa, los embajadores argentinos en Venezuela y China elogian públicamente ambas dictaduras.
A Massa por ahora la suerte no lo acompaña. Desde que asumió, las ciudades de Rosario y Buenos Aires se llenaron de humo. Creer o reventar. Flor de metáfora.