Voy a explicarlo de manera tan sencilla para que lo entienda hasta un decano de una facultad marplatense, cosa que, como verán a continuación, no es una tarea tan simple como podría parecer.
Eran las siete y diez de la tarde del 19 de abril de este año, la clase de la profesora licenciada en Sociología Claudia Vargas, titular del Taller de Aprendizaje Científico y Académico (TACA, para los amigos) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) transcurría con normalidad.
El taller es obligatorio, pertenece al primer año de la Licenciatura en Ciencia Política de la UNMDP y según su plan de estudio: “En el segundo eje nos encontramos con una primera aproximación a las diversas corrientes epistemológicas de las que se ha nutrido la investigación en Ciencias Sociales. (Sic, ahí hay un punto). Entendiendo a la reflexión epistemológica como aquella destinada a indagar las condiciones de producción y las reglas de validación de un tipo específico de conocimiento: el de las Ciencias Sociales. (sic, ahí hay otro punto). Pero para cumplir con esta tarea, es necesario comenzar por de (sic) los rasgos generales del conocimiento científico: descubrimiento, justificación y aplicación; verificación y falsación de teorías; relación entre teorías y enunciados observacionales, inducción y deducción”.
Ok, se trata de estudiar Ciencias Políticas, no gramática, como puede observarse.
En la pequeña aula de ladrillos a la vista y bancos blancos con pupitres, 8 o 9 estudiantes seguían la habitual charla de la profesora Vargas. No era claramente una reflexión epistemológica: ese día la profesora Vargas estaba enojada con aquellos marplatenses que habían pensado que la mejor opción para dirigir los destinos de la ciudad era el candidato de Cambiemos, Guillermo Montenegro.
Era un gastar palabras habitual, práctica sana en las universidades argentinas, más aún si los estudiantes pretenden ser licenciados en ciencias políticas.
Pero Vargas se entusiasmó y no tardó nada en escalar de Montenegro a Macri. Y se produjo este diálogo con la alumna Andrea López.
C.V.: -Macri es narcotraficante y hace trata de personas.
A.L.: -¿Vos decís que Macri es narcotraficante y hace trata de personas? (Andrea pregunta lo que ya escuchó, pasmada, con la intención de grabar en su teléfono esas palabras; necesitaba un documento del momento porque sonaba increíble. Lo consiguió, por eso puede consignarse en esta nota)
C.V.: Sí.
A.L.: Es muy grave lo que estás diciendo ¿y lo decís con total soltura en una universidad?
C.V.: Sí, para mí sí, es mi opinión.
A.L.: No es una opinión, es una acusación y legalmente es gravísima.
C.V.: Yo soy una ciudadana.
A.L.: Si vos, ciudadana, tenés una responsabilidad, no lo podés decir. No podés decir que hace trata de personas, y aparte no lo podés decir
C.V.: En la tapa de “El Gráfico” pusieron a Cristina teniendo sexo, haciendo un orgasmo.
A.L.: Yo no vi la tapa del Gráfico.
(Alumno no identificado): Sí, salió en El Gráfico.
A.L.: No, no, yo no la vi, digo. Pero es una acusación totalmente. Es una acusación…
C.V.: Yo vivo por Acantilados, te cansás de ver casas de Procrear, te cansás. Porque los planos vienen por los arquitectos todos iguales. Y te das cuenta al toque que son casas de Procrear ¿o no? Eso dinamizó la economía en la parte de la construcción, aparte elevó el índice en la natalidad que era lo que quería la política. Eso te digo, que analicen la política díganme ¿qué políticas hizo el macrismo? ¿Qué políticas hizo concretas el macrismo? ¿Cuántos jardines de infantes? ¿Y cuántas universidades?
Andrea López, la estudiante que no podía creer lo que oía, pertenece a una agrupación universitaria ATL (Ante Todo Libres), alejada de las líneas más tradicionales de política de las altas casas de estudio en el país. Se juntaron allí militantes del PRO, de la Coalición Cívica, del desarrollismo y de la juventud liberal republicana. O sea, los “fachos” para gran parte de la familia universitaria. Así se lo hicieron saber; en julio les pintaron la mesita partidaria: “FACHOS”. Los de ATL pidieron al decano, Enrique Romanin acceso a las cámaras de seguridad, para ver quién había sido.
Es cierto, podría decirse “folklore universitario, ¡mirá si te vas a quejar de eso!”, pero quizás quejarse de eso sea una forma de comenzar a civilizar la discusión. Un intercambio entre universitarios que desean ser licenciados en ciencias políticas debería diferenciarse de una pelea entre barrabravas.
Todo está tan corrido en el país que exigir respeto democrático en ámbitos académicos suena extemporáneo.
Igual, el decano se lavó las manos, que cómo va a ser responsabilidad suya si pasó en su facultad y que coso. Entonces le escribieron una carta al rectorado. La primera respuesta fue que las cámaras hay que pedirlas a los directores de coordinación, que vaya uno a saber si las cámaras funcionaban pero que las iban a analizar igual y que coso.
Seguramente después de cientos de tertulias y charlas y encuentros y “no, chicos, no hay que poner el carro adelante de los caballos” y todas esas cosas que se discuten durante horas en las reuniones de política universitaria, los estudiantes decidieron hacer público aquél intercambio el 8 de agosto pasado, con una grabación subida a twiter y un comunicado de prensa que rebotó en los medios marplatenses.
Le pusieron la cara y la firma a la queja.
La respuesta -que es el carozo de esta nota- fue brutal.
Bajo el título “Comunicado de la Facultad de Humanidades”, el decano Romanin y las autoridades y profesores Gladys Cañueto, Luis Porta, Pablo Voet, Alejandro Busto, Silvia Branda, Claudia Lombardi, Oscar Aelo, Ignacio Iriarte, Andrés Vuotto, Omar Murad, Jonathan Aguirre, Adriana Martínez y Eduardo Chávez Molina dijeron: “El día 8 pasado una agrupación política estudiantil difundió por redes sociales una supuesta 'denuncia por adoctrinamiento' por parte de una docente de nuestra Facultad. El hecho, de claro signo intimidatorio, expresa un modo en que sectores que se han presentado recientemente en nuestra vida universitaria, apelando de manera sistemática a métodos que vulneran la institucionalidad, comenzaron a agraviar en nombre de la libertad, a cualquiera que no piense y accione como ellos. En esta ocasión, el mecanismo elegido fue publicar un audio, acompañado por imágenes de pasillos y carteles de nuestra facultad, editado y montado buscando producir efectos de sentido. En el video exponen un supuesto intercambio de ideas entre una docente de la carrera de Ciencia Política y algunes estudiantes y lo presentan como 'adoctrinamiento'. De manera llamativa, un intercambio de opiniones se pretende interpretar como adoctrinamiento, lo cual habla de la baja consideración sobre el debate, la democracia y el diálogo que los integrantes de esta agrupación exhiben.”
Bueno, voy a explicarlo para que desde el decano Romanin para abajo lo entiendan.
¿Qué es opinar?
Tener formada una idea o una opinión.
¿Qué es una opinión?
Un juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien.
¿Qué es afirmar?
El acto que permite a una persona expresar su asentimiento a un enunciado o a una causa.
¿Qué es acusar?
Señalar a alguien atribuyéndole de una falta, de un delito o de un hecho reprochable. Denunciar. Delatar.
Afirmar “Macri es narcotraficante y tratante de personas” no es -ni acá ni en ningún lado- una opinión.
Es una acusación.
Va de nuevo: “Acusar es señalar a alguien atribuyéndole (…) un delito”
La profesora acusó adelante de una clase de Ciencias Políticas en una universidad nacional a un expresidente de dos delitos federales.
O sea, señores, ¿de qué intercambio de opiniones estamos hablando?
Una profesora cuya materia habla de “los rasgos generales del conocimiento científico: descubrimiento, justificación y aplicación; verificación y falsación de teorías; relación entre teorías y enunciados observacionales, inducción y deducción” y que nombra ¡a la Revista El Gráfico! como base de su argumentación.
Seamos indulgentes, supongamos que pensó en la revista Noticias, (aunque la precisión y la veracidad deberían ser pilares del conocimiento científico) ahora bien, ¿que Noticias haya publicado una tapa provocativa significa que Macri es narcotraficante? ¿En qué mundo eso es algo siquiera ligeramente ligado al “conocimiento científico”?
Es de destacar también el argumento al que recurrió la profesora del taller del procedimiento científico y académico para asegurar la procedencia de las casas de Procrear. Ella vio muchas y se dio cuenta “al toque” que los planos son de los mismos arquitectos.
No, tampoco acá explicó qué tenía eso que ver con la denuncia sobre trata de personas del ex presidente.
En cuanto a que la política quería “elevar el índice de natalidad” habrá sido algo que leyó en El Gráfico.
Sigamos siendo buenos, estas frases sacadas de contexto quizás sean nada más que parte de la cháchara insustancial y no reflejen la profundidad del pensamiento de la profesora.
Pero también son parte del problema.
Hay algo que el comunicado no dice, aunque su sola existencia delata.
Y es el fondo del problema.
No hay simetría en la relación de fuerzas entre un profesor y sus estudiantes.
No la hay.
Que el decano de tu facultad y tus profesores firmen públicamente un documento en donde denuncian que tenés baja consideración sobre el debate, la democracia y el diálogo y apelás de manera sistemática a métodos que vulneran la institucionalidad porque decís “es grave acusar de dos delitos federales a alguien sin pruebas”, es más grave que todo lo demás.
¡Suerte, muchachos, cuando quieran pasar los exámenes de alguno de todos esos profesores!
Esta asimetría no está produciendo -hace años- alumnos creativos y cuestionadores. Todo lo contrario. Ha creado generaciones de acomodaticios que -sabiendo lo que el profesor quiere escuchar- lanzan en sus exámenes conceptos como “neoliberalismo” o “medios hegemónicos”, que saben que serán miel en el oído de viejos profesores ruginosos.
Y listo.
Lo importante es aprobar, no aprender.
Mucho menos argumentar.
Algunos alumnos después encarnarán los conceptos enmohecidos del siglo pasado.
Y la calesita seguirá girando hacia atrás.
En el documento también se quejan del hecho de que hayan grabado la intimidad de la clase, porque parece que, como en Las Vegas, lo que pasa en la universidad pública debe quedar en la universidad pública.
¿Qué ocurre de prohibido en una clase de una universidad pública cuya difusión debe vetarse? ¿A quién le conviene el secretismo? ¿De qué sirve? ¿Qué protege? ¿Qué cosa un profesor puede decir en clase pero no ante un público general? Ese quizás sea un debate interesante y pendiente. Pero claro, ¿cómo hablar de dispositivos del siglo XXI con académicos del siglo XIX?
Sigue el comunicado: “La grabación sin consentimiento y su difusión… nos recuerda a tiempos en donde se buscó silenciar opiniones mediante el escarnio público y la violencia”.
Linda manera de dialogar, que la autoridad diga que sus dirigidos son como los militares de la dictadura. Además, qué semana para hablar de escarnio público, ¿no, Malena?
“Queremos enfatizar-insisten las autoridades sin caerse de su pony moral- nuestra convicción acerca de la importancia del respeto de opiniones diversas, del diálogo y el debate entre estudiantes, docentes, personal universitario y todes les actores de nuestra comunidad sobre los temas que como sociedad nos interpelan. A partir de la reforma universitaria de 1918, la discusión de los grandes temas sociales, económicos y políticos definen a las universidades, configurando un vector central en la universidad pública, gratuita y de excelencia”.
¿Se dan cuenta de lo que escriben?
¿Se dan cuenta de que la respuesta a un grupo de estudiantes que hace público que una profesora acusa a un ex presidente de dos delitos federales es “nos enorgullecemos de discutir todo y ustedes cállense la boca, fachos”?
¿Cuán convencido de tu superioridad moral, cuán ciegamente confiado en tu bondad y sabiduría tenés que estar para escribir “la democracia se construye cotidianamente y es nuestra tarea preservarla para evitar tiempo aciagos de totalitarismo e intolerancia” en un comunicado en donde defenestrás a alumnos que tienen una opinión sobre una denuncia falsa, siendo que además tenés autoridad real sobre ellos?
En otro párrafo aseguran que la facultad y la universidad “cuentan con numerosos canales institucionales para que les estudiantes manifiesten su disconformidad”. Sí, claro, como el pedido que hicieron los estudiantes por las cámaras de seguridad. Limpien los canales que están medio sucios.
Si fuese sólo este caso de Mar del Plata, quizás todo no pasaría de una cuestión anecdótica.
Pero esto ocurre a diario en la mayoría de las universidades argentinas.
En la mayoría de los colegios secundarios argentinos.
En la mayoría de las escuelas primarias argentinas.
En la mayoría de los jardines de infantes argentinos.
En los libros de texto, en la formación docente, en las salas de profesores.
Cuando la profesora Ana María Fernández, Premio Konex de Humanidades, “graduada ilustre” de la Universidad de la Plata en su cátedra de “Introducción a los estudios de género” de la UBA ironiza despectiva porque “¡No me voy a hacer la democrática! ¿Cómo va a ganar el macrismo en Psicología?”; cuando Laura Radetich en la escuela “María Eva Duarte” de Ciudad Evita, con “magister en nuevas tecnologías de la Universidad de Salamanca” grita “¿Porque tiene ojito celeste no vá’a robá?” refiriéndose, otra vez, a Macri; cuando en el cuadernillo del Módulo 9 de “Orientación en Economía y administración” que el ministerio de educación de Córdoba y su municipalidad da a los alumnos de secundarios de adultos se enseña que Macri pidió un préstamo al FMI para fugarlo, creando un problema que había solucionado Néstor Kirchner (sic), el país se achica, se degrada, se violenta.
La creación de una tropa feliz, un pasamanos de favores y acomodos exige no salirse de la fila. Entre subvenciones y agasajos, entre privilegios y apoyos mutuos, la academia argentina definió su supervivencia.
¿De verdad alguien cree que llegamos a este presente de miseria y angustia sin que la universidad argentina tenga algo que ver?
Gran parte de la comunidad educativa nacional argentina -o al menos, su porción más bullanguera- está tan convencida de su primacía ética y moral, se siente tan fuente de toda sabiduría y justicia que no desafinaría cantando con los esclavos de Milagro Sala aquello de “¡Somos buenos, nosotros somos buenos!”.
Sin correr ningún riesgo de autocrítica, que jamás les escuchamos, odian cualquier pensamiento que contradiga su mirada sobre el mundo.
Sus razones tendrán.
Están en todo su derecho a exponerlas y difundirlas.
Lo que no pueden es contrabandear esa posición como formación académica y mucho menos acallar la discusión, usar la autoridad que le da estar paraditos en el aula para determinar qué es una opinión y qué una denuncia. Y para apostrofar a quienes dicen “no”.
No se dan cuenta, de tanto repetir consignas rancias, que su porfía y obstinación sólo hará crecer la rebeldía.
Si de verdad queremos saber cómo fue que llegamos a convertir un país en una miserable villa angustia, todos deberemos hacernos cargo de lo que hicimos o no para llegar hasta acá.
Incluso la universidad argentina, incluso la educación argentina.
No tengo esperanzas.
Lo más probable es que los aludidos terminen echándole la culpa a la tapa de El Gráfico.
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