Campaña 22/23: ¿por qué las expectativas del campo están por el suelo?
Las decisiones que se prevén tomar en el actual contexto afectarán no sólo a la producción, sino a la sustentabilidad.
¿Cuál es la visión de los empresarios de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola tras la última encuesta SEA?
—El 78 % estima que la economía argentina estará peor dentro de un año respecto de la actualidad.
—El 88 % percibe que la economía local está peor que hace un año.
—El 35 % indica que no considera que sea un buen momento para realizar inversiones.
Según se precisó desde la misma entidad, la referencia es preocupante: Se trata de las expectativas combinadas más bajas de la última década.
Más allá de las opiniones, valoradas en su justa medida por tratarse de los principales actores del negocio —están en el día a día de una producción agroindustrial que genera 7 de cada 10 dólares que ingresan al país en concepto de exportaciones— el asterisco que más preocupa es el orientado hacia la (futura falta de) sustentabilidad en los planteos agrícolas.
Como en realidad todo está relacionado con todo, y a los efectos de este ejercicio, está claro que el paso de gigante que dio la Argentina, más allá de las retenciones y demás impuestos que en cualquier lugar del mundo harían inviable a la producción agrícola, se produjo a partir de la incorporación de los paquetes tecnológicos aplicados en planteos de siembra y hasta, incluso, en el proceso posterior de cosecha, tal como sucede con el cuidado de los granos en los silobolsas y demás.
Esta fue (es) la llave que permite seguir incrementando los volúmenes de producción, algo que el Gobierno nacional asegura alentar, propiciar y promover, y seguir batiendo récords en el ingreso de dólares a favor de buenos precios internacionales de los commodities que, a este paso, parece que llegaron para quedarse.
Ya no es excepcional hablar de rotación de los cultivos, así como producir más y mejor, pero siempre atendiendo al respeto por el medio ambiente.
Suena a definición de manual, pero el Ing. Rodrigo Ramírez, gerente general de UPL Argentina, no puede ser más explícito en este sentido.
“Cómo ser sustentable y mantenerse en el tiempo es el gran desafío; el que no se debe dejar de hacer. Porque las cosas deben tener un sustento, por eso la sustentabilidad y, además, sostenerse en el tiempo. Importan las dos palabras”, dice.
El Ing. Ramírez va más allá: “Pero hay otro tema relevante que los productores ya están haciendo: no es sólo pensar desde el suelo para arriba, algo que estamos acostumbrados a realizar, sino que se debe pensar del suelo para abajo”.
Si bien nunca es mucho, bastante están haciendo los productores argentinos en reponer la cantidad de nutrientes que se van luego de cada cosecha, un aspecto que, hasta ahora, se sostiene en aquel valor importante de los commodities.
Ahora bien: ¿Alcanzará para sostener esta estructura cuando la soja, por citar un ejemplo, se paga un tercio (y en pesos) respecto de un productor de Uruguay, o de Paraguay, para no citar a los Estados Unidos?
Este prólogo era indispensable antes de desglosar las respuestas de los empresarios CREA publicadas por Brand Partners.
Veamos:
—Las condiciones impositivas, cambiarias y comerciales impactan en los términos de intercambio del productor, lo que afectará la producción y la sostenibilidad de los planteos.
—El 29 % de los empresarios agrícolas señala que planea reducir el uso de fertilizantes (proveen nutrientes que requieren los cultivos; se mejora la baja fertilidad de los suelos sobreexplotados y, fundamentalmente, se pueden producir más alimentos) en la campaña 22/23.
—Sumando el ingrediente climático, como se aguarda una merma de la superficie de gramíneas, los consultados manifestaron —al Sistema de Encuesta Agropecuaria— que reducirán el área sembrada de maíz (temprano + tardío, en el 1 %) y trigo, en un 3 % respecto del año anterior.
—En la vereda de enfrente, el área de soja (+ 3 %) y girasol (+ 13 %) prevé crecer. En otras palabras, todo concluirá en una rotación agrícola menos sustentable y sostenible.
Este panorama, inesperado por sus repercusiones (en caso de concretarse), pero esperado por la coyuntura del negocio agrícola (puntualmente sojero) no hace sino crear un caldo de cultivo para un amesetamiento (en el mejor de los casos) o en una caída de la producción nacional.
La demanda mundial de alimentos seguirá su curso. La pregunta es: ¿Será otro tren que la Argentina dejará que siga de largo?