Tenía 8 meses cuando su mamá murió en la AMIA y así la recuerda a 28 años del atentado
Gabriela tenía 8 meses cuando ocurrió el atentado de la AMIA. Su mamá, Silvana, tenía entonces 28 años y era trabajadora social en la mutual. Hoy, a los 28 años, se emociona al evocarla: tiene la misma edad que ella tenía ese fatídico 18 de julio de 1994.
Mi nombre es Gabriela y tengo veintiocho años. Me encantaría decirte que este año es uno más, que en este tiempo nunca me llamó la atención ese número, pero no es cierto.
En julio de 1994, era mi mamá la que tenía esta edad. A sus 28 años, Silvana era trabajadora social y trabajaba en la AMIA. Estaba casada con Daniel, mi papá, acababan de tener una beba de ocho meses y hacía poco había vuelto de la licencia por maternidad.
Era fanática del fútbol y ese lunes, como tantos otros en los que mi papá la llevaba a trabajar, acercaron a mi tío a su trabajo también. En el auto, juntos, charlaban de la final del mundial, que había sido el día anterior y se quejaban de “cómo se le había regalado la copa a Brasil”.
Mi papá y mi mamá estaban pensando en mudarse, y el lunes 18 de julio desayunaron afuera, cerca del trabajo de ella, para seguir charlando del tema.
Alrededor de las 9 de la mañana, imagino, dieron por terminado el desayuno y encararon cada uno a su trabajo. Mi mamá tenía amigas, familia, pasiones, proyectos y una vida por delante. Pero esa mañana, mi mamá, Silvana entró al edificio de la AMIA y no salió nunca más.
A las 9:53 se detiene el tiempo. La oscuridad se apodera del edificio y de la calle Pasteur. Una bomba explota en la sede de la AMIA.
La gente grita, desespera, pide silencio. Los pisos y paredes caen hasta convertirse en escombros. De Silvana y de tantas personas más, no hay noticias.
El barrio entero se pone al servicio, las calles se llenan de voluntarios y de personas que quieren ayudar sin saber cómo. Mi bobe, mamá de mi mamá, se acerca al barrio todos los días con una campera en la mano "por si Silvana aparece; con vida y con frío". Seguimos sin entender lo que pasó. Veintiocho años después, seguimos sin entender nada.
Tiempo después nos enteramos que esa bomba se lleva ochenta y cinco vidas, incluyendo la de mi mamá, y deja a más de trescientas personas heridas. Pero veintiocho años después, seguimos viviendo en impunidad.
A pesar de la búsqueda incansable de familiares y amigos de las víctimas, de la solidaridad de la comunidad toda, del compromiso de todas las personas que no tenemos el poder de cambiar el mundo pero que hacemos lo que podemos; seguimos sin obtener justicia.
Hoy soy yo la que tiene veintiocho años. Hoy soy yo quien alcanza a su madre en edad, como nunca antes, recordándola a cada paso.
Hoy soy yo quien te cuenta su historia en primera persona para que te la adueñes y puedas seguir multiplicando la memoria de quienes ya no están para que no dejemos que mueran también en el olvido.
La memoria es un ejercicio constante y depende de cada uno de nosotros, para que hechos como éste no se repitan nunca más.
Son 28 años de impunidad.
Seguimos ejercitando la memoria.
No queremos nada menos que la verdad.
No exigimos nada más que justicia.
Gabriela Yael Rodríguez, 28 años.
Hija de Silvana Alguea de Rodríguez, 28 años.
Víctima fatal del atentado a la AMIA.