Antes que nada, destaquemos un dato que pone en evidencia la manera negativa y pesimista con la que analizamos el presente: tuvo que llegar el dólar a 300 mangos para darnos cuenta lo barato que estaba, hace dos minutos, cuando nos quejábamos porque valía 200.
Este episodio debería servirnos para valorar las cosas buenas que hace el gobierno en el momento en el que suceden. Después ya es tarde. Por ejemplo, mientras decíamos que el dólar estaba carísimo y todo se iba al demonio, la vocera presidencial Gabriela Cerruti nos explicaba que el dólar paralelo no tenía importancia y que la cosa andaba bastante bien. Tenía razón ella, visto a la distancia y en comparación con el presente, hace un mes estábamos fenómeno.
Por eso, ahora que Cerruti dice que el país está creciendo y que la inflación está bajando paso a paso, debemos aprovechar y disfrutarlo. En pocas semanas arrancará agosto, se conocerán los números de julio y vamos a extrañar lo bien que estábamos en junio.
Disfrutemos hoy porque al final la triste realidad siempre se termina imponiendo, pese a que el “presidente” cerró la semana diciendo “si quieren probar nuestra fuerza, la van a probar”. Este muchacho no aprende más. ¿Qué necesidad de hacerse el bravucón cada vez que la va a buscar adentro y tiene que sacar del medio? Alberto se parece cada vez más a un gato tratando de subir una pared de mármol.
De todos modos, no vale la pena perder el tiempo quejándonos hoy cuando tenemos todo el mañana para sufrir. Tampoco tiene sentido protestar por el aumento del 10% en la percepción del dólar turista cuando en realidad, a 300 mangos el dólar, no pasás de Mar de Ajó. De hecho, si llegás hasta Villa Gesell te devoran los pumas.
Menos aún tiene sentido calentarse por la falta de neumáticos porque, al no haber gas oil, no vas a poder ir a ningún lado y al final las cubiertas te van durar 20 años. Por eso amigo lector, lo mejor es quedarse en casa, mirar por televisión el show del Frente de Todos, ahorrarnos los disgustos del presente y prepararnos para el futuro.
Nunca perdamos de vista la posibilidad de que Cristina vuelva a ser presidenta en 2023 y todo sea mucho más divertido aún, o que el próximo presidente sea Macri con el resultado que cualquiera puede imaginar: ya avisó que va a hacer lo mismo pero más rápido.
De ahí que lo mejor es tomar un poco de distancia y no amargarse más de la cuenta. Gran momento para pensar en el Universo y hablar de astronomía.
Como todo el mundo sabe, no hay mayor misterio que el famoso Big Bang, o sea, el instante en que algo explotó y empezó todo el quilombo. Digamos, el momento kirchnerista del cosmos.
Sin embargo, esta semana dimos un gran paso en pos de desentrañar el dilema. El famoso telescopio James Webb comenzó a enviar las primeras imágenes de cúmulos de galaxias ubicadas en lo más profundo del Universo.
Para entender la dimensión del asunto, digamos que se trata de un aparato de 20 metros de largo (algo así como un bondi) que fue lanzado desde la Guyana Francesa hace 7 meses, más precisamente el 25 de diciembre de 2021, cuando aquí en la Argentina la inflación de 3,8% mensual nos parecía altísima, Cristina mandaba a Feletti para controlar los precios y el dólar estaba carísimo a 200 mangos.
En el mismo tiempo que el gobierno de Cristina y Alberto aceleró y logró este presente intergaláctico de 80% de inflación anual y un Banco Central sin dólares, el telescopio Webb viajó hasta posicionarse a una distancia de 1.500.000 kilómetros de la Tierra. Para entenderlo mejor, el telescopio está cuatro veces más lejos que la Luna, nuestro satélite natural que orbita a 384.000 kilómetros de la Casa Rosada donde ahora no quedó ni Feletti ni Guzmán y la inflación va como cohete camino al 8% mensual.
La primera imagen que mandó el Webb es de una sección del universo que está a una distancia de 4.600 millones de años luz. Para comprender el ABC de todo esto, un año luz es la distancia que recorre la luz durante un año. Considerando que la luz viaja a 300.000 km por segundo, la imagen que captó el Webb viajó a esa velocidad y demoró 4.600 millones de años en llegar al telescopio. En otras palabras, vimos el pasado más antiguo jamás alcanzado. Para tener una referencia más clara aún, la imagen obtenida es anterior a la existencia misma del planeta Tierra que se formó hace 4.570 millones de años. O sea, cuando ocurrió lo que vimos en la foto todavía no existía la Tierra.
Viendo estas dimensiones astronómicas, podemos repensar nuestros problemitas terrenales y perdonar a los tres boludos de La Cámpora que se tomaron dos años para segmentar los subsidios energéticos y llevan meses intentando descular cómo se hace un simple formulario para una web. Pensar que todavía hay gente cruel que les reclama un gasoducto.
Volviendo al telescopio, saquemos una primera conclusión: si asumimos como cierto que el Big Bang se produjo hace 13.800 millones de años luz, quiere decir que el telescopio Webb ha registrado lo que pasó en el Universo en el tercio más cercano de la historia (4.600 millones de años). O sea, un esfuercito más y podremos ver el Big Bang.
Segunda conclusión: se ha verificado fehacientemente que en el Cosmos existe materia aún más antigua que las ideas kirchneristas, aclarando que en algunos casos esa materia es gaseosa. Como Massa.
El Webb costó 10.000 palos verdes y llevó 25 años hacerlo. Pensar que el Gato le sacó al FMI casi 5 veces más guita y se la gastó en un año y medio sin explicar en qué, por qué, cómo, dónde, nada. El famoso estilo Macri de comunicar. Y de gobernar.
Pensado desde otro ángulo, un telescopio también es una máquina del tiempo que nos muestra el pasado, lo cual expone lo torpe que a veces son los americanos. Por mucho menos guita, nosotros tenemos un aparato que te trae todas las imágenes del pasado que quieras: Larroque, Máximo, Heller, Zaffaroni, Yasky, Parrilli, Alperovich, Insfrán, Boudou y tantos otros dinosaurios que se pueden ver a toda hora, gratis y en colores.
El telescopio de ellos se llama James Webb en homenaje al capo que dirigió la NASA entre 1961 y 1968, o sea el tipo que nos llevó a la Luna en 1969 (junto al científico alemán Von Braun). ¿Como debería llamarse el nuestro? Obviamente Telescopio Néstor Kirchner. Como el Gasoducto y 300 cosas más.
Finalmente, pensemos en todo lo que inspiran estas primeras imágenes enviadas por el Webb. Sin dudas, una gran emoción. Tal vez, como una burla del destino, las fotos llegaron en los mismos días que conmemoramos otra gran foto del pasado tomada por nuestro telescopio: la de la festichola en Olivos. El Big Bang del gobierno de Alberto. El mágico instante en que les explotó todo.
Sugerencia sobre el tema: que la foto de la festichola trucha de julio del 2020 no nos haga olvidar la foto del asado trucho con los Moyano de agosto del 2020, todos sonriendo y abrazados mientras enterrábamos a nuestros muertos en la más absoluta soledad y restricción.
De aquellos días tan oscuros, queda una frase que jamás olvidaremos y que fue casi una premonición. Dijo Alberto mientras violaba la cuarentena con fiestitas en Olivos a puro champagne o haciendo asaditos con Moyano a puro chori y malbec: “La Argentina de los vivos se terminó”.
Tiene razón. No es por volver al pesimismo, pero a 300 mangos el dólar, estamos todos muertos.