A las 17.50 del jueves 7 de julio partió desde Buenos Aires a Calafate el avión de Aerolíneas Argentinas AR 1864.
Si ibas en ese avión, en Premium Business y pensabas volver a Buenos Aires el lunes 11, hubieras pagado -ida y vuelta- unos 680 dólares. Carísimo, prohibitivo para la mayoría de los argentinos, pero no para una viuda rica de Recoleta.
A las 18.10 del jueves 7 de julio partió desde Buenos Aires a Calafate el avión del Estado argentino, Tango 11.
Si ibas en ese avión hay sólo dos posibilidades: o eras tripulante o eras Cristina Kirchner.
En todo caso, el vuelo te salió gratis.
Los únicos que no pagaron ese viaje eran quienes iban en él.
Los demás argentinos pagamos 44.000 dólares entre todos sólo en combustible para que el avión oficial lleve a la Excelentísima y vuelva vacío a Buenos Aires.
Es más que probable que el avión estatal vuelva al sur a rescatar a la Viuda Amarga de los Rapanui nocturnos y entonces la suma ascienda a 88.000 dólares.
Igual, es un cálculo conservador.
No está allí el gasto en personal, las rampas, etc.
La Excelentisima C. Elisabet podría haber desembolsado 680 dólares suyos y haber viajado en Premium Bussines con atención preferencial, sólo saliendo 20 minutos antes, pero decidió no pagar nada y cargarle su viaje a la cuenta de todos los argentinos, incluso los empobrecidos de toda pobreza.
No, no fue una noticia de primera plana de los diarios nacionales.
Se mencionó al pasar en la radio y la televisión. En alguna radio y en alguna televisión, no en los medios paraestatales sin ratings bancados por la generosísima pauta oficial, mucho menos en los medios estatales, meras usinas de propaganda del régimen.
No hubo mesas de discusión, análisis sesudos, debates calientes.
No.
Sólo nos enteramos por el esforzado trabajo de Francisco Muñoz y la gente de OPI Santa Cruz, un faro desde el sur.
Adormecidos ante el despilfarro de la Excelentísima Viuda Amarga, lo que en Dinamarca daría para tres temporadas de una aburrida serie de culto, acá ya ni es noticia. Es bueno recordar además que la Excelentísima vive en CABA y fue elegida senadora por la provincia de Buenos Aires, no por la de Santa Cruz.
Así de ciegos nos dejaron.
Nada nuevo en la vida privilegiada de la Excelentísima que cobra alegremente casi tres millones de pesos de jubilación, mientras que la jubilación mínima es de 37.525.
¿Cómo consigue la Excelentísima que tantos argentinos la sigan viendo como un alma buena y justiciera, como una genia?
Pasan los años -nuestros años, los pocos años que nos tocaron en la tómbola del universo y del tiempo- y la respuesta a esta pregunta se hace más incomprensible.
¿Qué le ven?
No importa la trayectoria de cada uno, las cargas emotivas, las clases sociales, el nivel de educación.
A la Congregación de los Adoradores de la Excelentísima pertenecen millones humildes de toda humildad, tan desamparados que cualquier estampita los acoge, ya sea El Gauchito Gil, San La Muerte o la Difunta Correa. Inscriptos en la tradición del Hada Buena Evita, siempre tienen un altar barato ante una ricachona envuelta en ropajes que cuestan cada uno todo el dinero que en sus vidas verán esos humildes desamparados; una ricachona que los mira enternecida y condescendiente mientras piensa “jamás, jamás voy a ser como ustedes, que no merecen una vida propia, que les alcance con lo que les regalo y agradézcanme por los siglos de los siglos, amén”. Y después va y se lava las manos con alcohol.
También se suman a la congregación los empresarios lisonjeros de siempre, los Eurnekianes de la vida que ante la primera aparición de la nueva esperanza peronista se largan al halago fácil: “Sabemos que no es fácil modificar el rumbo, pero usted tiene la juventud y la sabiduría para hacerlo”, piropeó Don Aeropuerto a Wado de Pedro en el almuerzo con empresarios de la Cicyp.
Como si Wado y la Excelentísima fueran cosas distintas.
Según Clarín, el Cicyp es “una entidad que reúne a la Bolsa, los bancos, la Rural y las cámaras de Comercio y de la Construcción y que predica el liberalismo económico”. Por la integración, los intereses y los resultados de la Cicyp parecen un grupete machirulo de sempiternos amigotes lobistas, todos despatarrados cómodamente dentro de un círculo rojo, más que gente interesada en el liberalismo económico y mucho menos político o social.
Son facilitadores populistas de paladar negro, dicen los pocos que se animan a ir contra la gran tarasca prebendaria nacional pero mejor no hacerlo porque uno nunca sabe.
Este país horrible -de mierda, Pérsico dixit- que tenemos hoy no sería posible si no hubiese este amor correspondido entre empresarios tunantes y populistas palmarios, con aplausos de intelectuales subsidiados, artistas siempre a la caza de una presentación, un showcito en algún ágape intrascendente y periodistas al mejor postor.
Son tan dueños de la papota estos empresariudos que nadie osa criticar a sus hermandades: “Los Apóstoles Devotos de ¿La Mía Está?”; “Los Fieles del Corazón de la Ventajita Mecagoentodo”; “Las Esclavas de la Santa Biyuya Estatal”; “Los Patronos de Una Mano Lava la Otra y las dos lavan lo que sea”.
Llevan una estampita de Massa, una plegaria para Vila y Manzano y el número del celular de Longobardi en la billetera.
Y mientras nadie los critica, ellos hacen lo que mejor les sale: enamorarse del próximo repartidor. Unos Rappi ultramillonarios sin bicicleta y con una mochila así de grande, que tanto traen como llevan, hasta que un chofer los anota en un cuadernito y viene Diego Cabot y les arruina la coima, digo, la comida.
En esa reunión, donde “Los Mediadores del Bendito Contubernio” ungieron a la nueva maravilla peronista Wadodecorrido como el próximo moderado, Daniel Funes de Rioja paseó al Predestinado Racional mesa por mesa, casi como una quinceañera para sacarse fotos y controlar que no se afanen los arreglos florales al menos hasta que comience el baile.
Después, como en uno de esos bailes de promoción de las películas de Hollywood, lo llevó hacia el escenario y lo invitó, mirándolo a los ojos, embelesado: “La tribuna es tuya”, le dijo, no sin antes ensalzarlo “no sólo como un dialoguista, sino como un joven político con futuro, un futuro de diálogo, de consensos, de políticas de Estado y no de tironeos entre el gobierno y la oposición”.
Sí, esto le dijo el facilitador al delegado de la Excelentísima.
Por si no quedaba claro el amor de los empresarios nacionales por la nueva estrella del firmamento peronista, le mandó: “No me cabe la menor duda de que en esa línea de pensamiento se ubica Wado de Pedro, quien vino a hablarnos de la Argentina que ve, la que piensa y a la que aspira. Les puedo asegurar, me consta, que ha recorrido el país para arribar a esas conclusiones”.
Todo el tiempo le dicen a la Excelentísima: “Hoy por ti, mañana por mí”.
Y además, claro, le tienen miedo.
La deben haber visto sin maquillaje a la Excelentísima.
A la congregación le entregan también su fanatismo -incomprensible- gente sensible y preparada
Los jóvenes de ayer con los que compartimos recitales, manifestaciones, sexo y borracheras.
¿Qué cosito de la sensibilidad se les apagó?
¿Cuál es el malentendido?
¿Por qué persistir en el error?
¿Tanto les cuesta decir “ok, creí lo que estaba mal, me equivoqué”?
O sin llegar tan lejos, quizás podrían empezar con un: “La sigo apoyando, pero qué pésimo que cobre casi tres palos con el país muerto de hambre”; o “No me gusta que use el avión del Estado para sus viajes personales, ahí está un poco floja ¿no?”; o “Y, la verdad que no me queda claro que hacemos a los besos con Rusia, Venezuela, Irán”
Sensibles progresistas adoradores de dictaduras, quién diría.
Porque el pibe que les lleva el sushi ya no de salmón, ahora de Vieja del Agua de arroyo contaminado, ya se los dijo, ya les contó por qué corrió de Venezuela.
Lo miraron, sobradores y ni les dieron propina.
¿Qué pasará ahora con los Instagram de sushi, queridos progres?
Una pena, se veía tan lindo el naranja del salmón.
Ahí, en medio de las fotos del mundial de Rusia -ahí en la Plaza Roja donde fueron a gritar “Mauricio Macri la puta que te parió”-; las fotos bajo la Torre Eiffel haciendo la V; el brunch con mimosa y huevos benedictinos en Greenwich Village; las caritas de cansados felices después de haber subido a la montaña del Machu Picchu con uno de esos gorros coloridos que jamás volverán usar.
Ahí, mezclada con las fotos de asados con amigos; de la sunga atigrada en Canasvierias saludando arriba de la banana acuática; de la boleta del Frente de Todos.
Porque les encanta viajar.
Tanto quizás como al hijo de la ministra Colisionakis (Erlich dixit), que anda en Picadilly Circus supongo sin que su mamá se entere, sacándole el trabajo a tantos argentinos.
Esa es la duda: ¿cómo compatibilizan su pasaporte lleno de sellos con los dichos de la Ministra Flores de Crochet?
¿Entienden que su voto fue justamente contra aquello que desean?
¿Cómo justificás votar contra tu deseo?
¿Cómo hacen para convencerse que el bien del país es justamente, contrario a sus deseos?
¿O es por eso que cambiaron las fotitos con los dedos en V en la vacunación adelantándose a la fila por las fotitos con el pasaporte en la mano en Ezeiza, yéndose y dejándonos acá el clavo que votaron?
Quienes viajan al exterior dejan en el país un montón de plata en impuestos.
Quienes viajan por el país son beneficiados con subsidios ridículos.
Ahora, en un pase mágico y desquiciado, la Excelentísima dice que a favor de Aerolíneas deben contarse los pesos que entran en los hoteles, los restaurantes y hasta en las pistas de esquí. Porque la gente viaja gracias a Aerolíneas Argentinas.
Dos cosas:
1. Si Aerolíneas es tan buena, ¿por qué no viaja ella en Aerolíneas?
2. Si los pocos que pueden hacer lo hacen por Aerolíneas, es porque su gobierno hizo casi imposible la aviación comercial, desterrando las low cost o cerrando el aeropuerto más inclusivo de Latinoamérica. Privilegiar la existencia de Aerolíneas hizo que menos gente viajara, no más.
Los únicos hoteles que se vieron beneficiados por Aerolíneas fueron, casualmente, los de la Excelentísima
Viajar, conocer el mundo es agrandar tu vida. Una de las cosas que siempre me llamó la atención de la Excelentísima y su difunto marido es el poco interés que a lo largo de su vida profesaron por los viajes, por la aventura del conocimiento. Es cierto, uno ama su lugar en el mundo, pero también tu lugar en el mundo puede ser el mundo entero. Toda tu vida en Río Gallegos parece demasiado poco si tuviste todos los medios a tu disposición para conocer otras culturas, saborear otros platos.
Ah, cierto que una vez fueron a Disneylandia, mala mía.
La idea de que un grupo de iluminados pueda decidir qué hacés con tu dinero es algo que, parecería, no les molesta a los de la Congregación. Quieren imponernos que a más pobreza, más bondad. En eso son muy católicos. Claro que no superan la contradicción de que ninguno de ellos es pobre.
Ponen una barrera para viajar: el dinero.
O sea, consiguen que sólo los muy ricos puedan viajar.
Hablame de inclusión social.
Claro, ninguno de los Cicypitos evitará su Martini en el RitzCarlton de New York, con la mirada perdida en los colores de Central Park en otoño, pero los chicos que tenían que hacer una pasantía en San Pablo o la madre que debía visitar a su hijo en Dublín, esos sí, no podrán viajar.
A la Congregación de los Adoradores no les molestan ni mínimamente las contradicciones que se dan en todos los temas.
Por eso una periodista en función de Ministra de la Mentira puede determinar la procedencia o no de las preguntas que le hacen. No supo salir a contestar una pregunta, increíble que Gabriela Cerrutti tenga tan poca cintura.
Y no sólo eso, escrachó al día siguiente a la periodista que osó inquirir sobre lo que todo el país se estaba preguntando en la tarde del jueves: “¿Alberto, está?”
El viernes la ministra de la mentira subió a su Instagram un posteo vergonzoso, que de por sí, debería poner a todo el gremio a pedir su renuncia inmediata.
No va a pasar porque también dentro de los comunicadores hay devotos de la Congregación y la mayoría ni siquiera pagos.
Han colonizado las mejores mentes de varias generaciones, lo que vino a demostrar que no eran tan las mejores mentes de varias generaciones, sino unos cuántos tipos (y tipas, faltaba más) con un aceitado sistema de relaciones públicas, favores contra favores, recomendaciones contra recomendaciones.
¿Cómo se hace para que tanta gente deje de estar arrodillada rezándole a estos perspicuos mercachifles?
¿Hay que tirarles un balde de agua fría y decirles “finíshela!”?
¿Cuántos despertadores hay que poner para que dejen de temer “a la derecha”, como si este progresismo pedorro fuera un paraíso de bienestar?
Los discursos de la pareja de Fabiola, de la Excelentísima y del hijo cuya madre lo salvó de que se llevara educación física prepoteando al profesor, son siempre en sedes partidarias.
¿Cómo es que lo naturalizamos?
No hablan nunca para los argentinos, hablan para sus argentinos; porque además, los consideran de su propiedad.
“Te pongo tantos miles de personas en la calle, si quiero”.
La dignidad de las personas no existe para estos tipos.
Se miden quién la tiene más larga, la manifestación. Movilizaciones que pagan con dinero de los que no pueden desplazarse por culpa de esa manifestación.
En tan poco tienen en cuenta a los habitantes de este país, que pasaron una semana del peor momento económico en años y nadie dijo una palabra oficial.
La pareja de Fabiola no cree tener ningún compromiso con los 45.000.000 de argentinos.
La Excelentísima, cada vez que habló, nos hizo más pobres y se da el lujo de hablar de “sus reservas”, como si el fruto del trabajo de todos nosotros le perteneciera. Bueno, en realidad, actúa como si así fuera.
Don Zelig Massa ahí anda, también sin abrir la boca excepto para sus artimañas y operetas.
Nada funciona.
Mientras tanto, si te robaron el celular, la manera más sencilla de tener otro es, a su vez, robándolo.
Escuelas de todo el país siguen con clases un día no y el otro tampoco. O salta mierda por las cloacas o no hay estufas o se cae un techo o los de ATE deciden que es el día de coso y no hay clases.
Los caprichos y la ignorancia supina de la excelentísima marcaron a fuego 20 años de nuestras vidas.
Nunca los vamos a recuperar.
Ustedes, Adoradores, lo consiguieron.
Pidan, al menos, perdón.