Alberto Fernández se juega la última bala antes de su rendición

Si Alberto Fernández intenta salir de esta crisis nombrando únicamente al sucesor de Martín Guzmán corre el riesgo de quemar el último cartucho para querer gobernar sin Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa. El círculo rojo espera una salida con cambios y volumen político.
Alberto Fernández se juega la última bala antes de su rendición

“Alberto Fernández se mostró anoche irreductible frente a las pocas propuestas que le llevaron para consensuar con Cristina Kirchner la salida de esta crisis”, sostuvo anoche uno de los pocos dirigentes que aún tiene llegada a los grandes protagonistas y responsables de un desmadre económico y político que no registra antecedentes en un gobierno peronista.

¿Está en condiciones Alberto Fernández de recomponer lo que rompieron ambos y no fracasar en el intento? La hecatombe que implosionó ayer se vino incubando sobre todo en las últimas semanas. El presidente se había transformado en el último guzmanista cuando el exministro ya había tomado la decisión de irse. “Su falta de timming ya es absoluta, volvió de Europa diciendo que lo peor ya había pasado y que Martín le había encontrado la vuelta porque la economía está volando”, confiesa uno de los ministros políticos que empieza a hacer las valijas para no quedar incendiado con la profunda crisis que se viene. 

Varios empresarios de peso, dirigentes sindicales y referentes opositores intentaron durante la tarde-noche del sábado armar un plan de emergencia para sustituir a Guzmán con un movimiento más amplio en el gabinete. “Fernández no puede poner a otro ministro como si no hubiera pasado nada y sin el volumen político que va a necesitar”, asegura uno de los integrantes del círculo rojo que viene haciendo lobby por Emanuel Álvarez Agis contra su voluntad.

 El problema que perciben claramente los buscadores de gobernabilidad es que Alberto se quedó con el tanque vacío y ahora se va a consumir la reserva. Se le agotó el poder. Podrá todavía usar la lapicera, pero esos actos administrativos ya carecen de credibilidad y sobre todo no tienen el efecto que busca. Más bien todo lo contrario, que le pregunten a Daniel Scioli que, como adelantamos el jueves en MDZ, ya está añorando demasiado las playas brasileras y se arrepiente de haber ingresado en un tembladeral. 

El desgaste de Scioli es la mejor prueba del despoder del presidente y eso que llegó a suceder a Matías Kulfas con el aval implícito de Cristina. Encima decidió seguir a Fernández y se alineó en la defensa de Guzmán cuando sus actuales colegas empezaron a destrozarlo en charlas entre ellos. “Daniel asumió hace un poco más de dos semanas y parece que llevara un año en ese ministerio”, comentaba anoche otro voluntario dispuesto a construir una respuesta relativamente presentable para ayudar al jefe de Estado.

Anoche muchos se mostraban pesimistas porque lo que proponían no prosperaba, ya sea por la negativa presidencial o la de los protagonistas de esa supuesta nueva etapa. Lo de Álvarez Agis o Martín Redrado se puso difícil, en estas condiciones ninguno de los dos parecen dispuestos a subirse al barco. Cualquier economista de cierta envergadura va a plantear exigencias que Alberto no está en condiciones de garantizar sin consensuar con su vice y con Sergio Massa.

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El nombre del tigrense circuló fuerte en las últimas horas, pero su desembarco en el Poder Ejecutivo no es tan sencillo. La relación con el presidente sigue deteriorada y las presencias de Juan Manzur y Scioli son una traba. “Sergio no va a jugarse así nomás, no va a aceptar estar a la par de Daniel y que Manzur sea su jefe”, decían varios referentes propios y ajenos.

“Si intenta salir de este atolladero solo y sin cambios más amplios en el gabinete, no solo debilitaría al nuevo ministro, sino que además podría gastar su última bala”, sostiene en forma tajante un operador histórico del peronismo, y completa: "Si le sale mal tiene que rendirse y buscar a Cristina o irse con Guzmán”.

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