El plan económico del que todo el mundo habla, el que Carlos Melconian habría discutido con Cristina Fernández de Kirchner el miércoles pasado y que tanto revuelo provocó, propone dar un giro total y profundo a la actual organización económica y alejarse definitivamente de los parches y cambios parciales porque de lo contrario “será muy difícil salir del actual estancamiento, cuyo síntoma más dramático es la pobreza”.
Pero para que tenga éxito, o se encamine hacia los objetivos que todos persiguen, se dependerá del cumplimiento ineludible de una serie de condiciones: detrás del acuerdo integral que resulte, deberá encolumnarse una sociedad mayoritariamente cohesionada detrás del cambio. Un cambio que irá ganándose la confianza con resultados que “tienen que verse rápidamente, pero, además, sostenibles en el tiempo”. La confianza y la credibilidad, se agrega, perduran en la medida de los éxitos que se van logrando. Y sobre el final deja una sentencia: “Tendremos éxito si a este proyecto se suman talentos, opiniones, análisis e ideas de los que saben”.
Fue hacia fines del 2021, entre noviembre y diciembre, cuando la fundación Mediterránea sumó a sus filas al economista Carlos Melconian. Ese centro de estudios cordobés, ligado al histórico Domingo Cavallo, aquel hombre del que dependió la economía de los años 90, la de los tiempos del menemato, de las luces y sombras de la convertibilidad, de la estabilidad macroeconómica con el crecimiento exponencial de la pobreza, de la desigualdad absoluta frente a la sumisión, también total, de la inflación, decidió ahora dar un paso adelante y con un golpe sobre la mesa comenzar a delinear un nuevo plan económico para la Argentina.
Melconian, como jefe de los investigadores que trabajan en el programa, hoy dice que se trata de una guía de la que no podría alejarse la Argentina para despegar. En diciembre, cuando aceptó la dirección del trabajo, dijo que el objetivo que se plantearían era unir esfuerzos y aprovechar el alcance del IERAL, el instituto de economía que tiene la Mediterránea, para diseñar un plan representativo, e integral, y que incluyera a todas las regiones del país por igual.
La reunión de Melconian con Fernández de Kirchner, en donde el economista compartió los primeros trazos del plan que se va construyendo, catapultó el trabajo a la cima de la agenda pública, más por el morbo y las conjeturas y por el momento en que se dio la reunión en medio de un vendaval de críticas del kirchnerismo, del Instituto Patria y de La Cámpora al rumbo económico del gobierno. Y claro, por las ideas que enarbola, representa y defiende Melconian frente a las de la vicepresidenta. Ambas diametralmente opuestas.
Pero el economista ha viajado por todo el país con el plan bajo el brazo. En marzo pasado fue recibido por el gobernador Rodolfo Suarez, dejando en Mendoza las ideas que se están debatiendo. Melconian llegó acompañado por la presidenta de la Mediterránea, María Pía Astori y los economistas Enrique Szewach, el empresario Sebastián Bagó (h) y los mendocinos Gustavo Reyes y Jorge Day, los rostros del IERAL en Mendoza.
¿Y qué contiene el plan? Una de las premisas que plantea y advierte antes de sumergirse en algunas de las medidas que debiesen asumirse desde el gobierno, es que, si no se logra empatía con el programa, un buen plan de comunicación y la persuasión de la mayoría de la sociedad, lo que supone un cambio cultural general, es probable que esa transformación que se persigue de la Argentina a partir de 2024, no será posible.
“No puede faltar nada –se lee en el documento al que accedió este diario–: programa, rumbo, implementación, acuerdos, coordinación, gestión, conciliación y persuasión. Pero al programa no se lo sustituye con nada”.
El programa está proponiendo reformas sustentables a lo largo del tiempo sobre el gasto público, el sistema impositivo, el reparto federal de recursos entre las provincias, y los sistemas previsional y laboral.
Avanza en tres leyes marco sustanciales a discutirse desde el primer día de aplicación del programa: a) Una nueva institucionalidad fiscal que le pone límites al endeudamiento, al gasto, al empleo público, una reforma administrativa, un fondo anticíclico, y otro fondo (mixto) para la investigación y el desarrollo; b) Una nueva ley que ordene la relación entre nación y provincias (coparticipación) y c) El nuevo marco legal para provocar un salto en la productividad privada (incentivos, desregulaciones, remoción de trabas y de obstáculos).
También apunta a un replanteo de los subsidios económicos para “introducir racionalidad a los precios relativos” y al reconocimiento de que el sistema previsional actual está quebrado y de que es inviable. Y “para adelante”, sugiere, se debe flexibilizar la edad de retiro, “con proporcionalidad en función de los años aportados, la eliminación de los beneficios doble, la unificación de los regímenes, sistemas complementarios de retiro y un replanteo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS)”.
Además de indicar que se debe hacer una revisión absoluta de la inversión pública sujeta a prioridades, de que se debe reducir drásticamente el costo de administración del Estado, de que se debe hacer también una revisión “total” de los organismos descentralizados, el plan se inmiscuye en el sensible punto del gasto social.
Sobre el gasto social dice, textual: “Se trata de un problema de rediseño y gestión. Mejor focalización, eliminando superposiciones de jurisdicción, de sistema de pago, de quiénes y cómo asignan los planes sociales. Con énfasis en la educación, capacitación e incentivos tanto para los beneficiarios, como para las empresas para una inserción laboral formal”.
Para el programa de la Mediterránea, los planes sociales “contribuyen a bajar la pobreza y la desigualdad, pero no curan el problema de fondo”. Sugiere, porque hay margen –aclara– que funcionen mejor y con más impacto. Por ejemplo, esto último se lograría aumentando la cobertura en sectores marginales, consolidando los programas, eliminando las filtraciones, aumentando la eficacia y reduciendo el clientelismo.
En términos generales, el plan afirma que, para todo concepto y para alcanzar los objetivos integrales, se tiene que lograr un trípode compuesto por: la estabilidad macro con crecimiento; con políticas de distribución eficaces y la inversión y una lucha total contra la corrupción. "La corrupción es regresiva y, además, alienta a los ciudadanos a no pagar impuestos”.