Opinión 26/06/2022 14:54hs

El plan Cristina Kirchner candidata, la amenaza de los piqueteros y la tentación de Mauricio Macri

Las conjeturas del entorno de la vice y la estrategia para aislar a Alberto Fernández. El desafío de los líderes sociales a La Cámpora. Los últimos movimientos del líder del PRO. Por Santiago Fioriti

El plan Cristina Kirchner candidata, la amenaza de los piqueteros y la tentación de Mauricio Macri

El jueves, pasadas las diez de la mañana, en el Museo Histórico del Ejército de Ciudadela, los alumnos de cuarto grado del colegio América Latina de La Matanza tiritaban de frío y agitaban banderitas argentinas. Entre los familiares de los chicos que participaban del acto de promesa a la Bandera estaba Emilio Pérsico, el líder del Movimiento Evita, un ex montonero que a mediados de los noventa fundó Quebracho y que, tras años de protestas y bombas molotov pasó, con la asunción de Néstor Kirchner, a ocupar distintos cargos públicos. A pedido de Alberto Fernández hoy se desempeña como secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, pero su poder radica en el manejo de una formidable cantidad de planes sociales de la Argentina y en la influencia para copar las calles porteñas de un momento a otro con miles de militantes que llegan desde el Conurbano profundo.

 
Católico de oración diaria, peronista, padre de diez hijos, personalidad ansiosa y culposa, confidente del papa Francisco desde que se conocieron en encuentros con prostitutas y travestis adictos al paco, y amigo de Mario Firmenich, al que le compró su casa en Isidro Casanova, Pérsico había aceptado el miércoles por la noche una invitación de TN para responder en vivo los cuestionamientos de Cristina.

Le molestó que al otro día, aunque se cubría la barba con un poncho marrón, los padres del colegio lo reconocieran, sobre todo cuando uno de ellos, más joven, le preguntó si había asistido al acto para ver a su nieto. “Néstor es mi hijo”, tuvo que aclarar. Al final de la ceremonia se acercaron otros familiares y la conversación ocasional se volvió de pronto una tertulia política.

Un hombre mayor, que se identificó como militante, planteó: “Qué quilombo hay, Emilio. Estamos muy mal y el año que viene vamos a perder”. Otro se preguntó si todavía existe espacio para que el Frente de Todos retenga el poder en 2023. “O nos reproducimos como los gatos, como decía el General, o estamos jodidos”, dijo. A Pérsico le sedujo una tercera visión: “Una cosa es hacer política acá, que se necesita un mapa para no caerte en una zanja, y otra es hacer política desde un Iphone”.

La alusión al Iphone tenía que ver con Cristina. El lunes, en el acto en Avellaneda, había sacado varias veces su celular para revisar datos que le sirvieran para sustentar sus opiniones. Al margen de la anécdota -que se hizo viral porque en el mismo discurso se cuestionó el “festival de importaciones”-, la vicepresidenta desató una tempestad con los movimientos sociales. Logró, incluso, el milagro de unir en la misma mesa a los piqueteros que trabajan para la Casa Rosada y a los que integran agrupaciones trotskistas que se proponen abolir el sistema capitalista. Juntos se preparan para resistir lo que ellos consideran “una declaración de guerra”.

Fueron dos frases letales y encadenadas de la líder del Frente de Todos: “Tenemos un millón trescientos mil planes. Hay algo que va a haber que revisar porque con una desocupación del 7 por ciento deberíamos tener menos planes. El Estado nacional debe recuperar la auditoría y la aplicación de las políticas sociales que no pueden seguir tercerizadas. Si Evita lo viera: ¡Mamita, mamita!”

PUBLICIDAD

Juan Zabaleta, el ministro de Desarrollo Social, pareció actuar en sintonía, al anunciar que 180 mil planes cambiaban de manos y pasaban a la órbita de intendentes y gobernadores. Estaba, en rigor, planificado desde mucho antes, aunque La Cámpora asoció el hecho e intentó llevar agua para su molino. Zabaleta, que hasta que alguien diga lo contrario es uno de los ministros más cercanos al Presidente, se había reunido dos veces con Cristina en el Senado. Fueron reuniones de media hora. El ministro le entregó una carpeta con datos precisos de la política social y alimentaria y también, a pedido de ella, un panorama detallado de Santa Cruz.

La irrupción de la vice en Avellaneda y su diatriba agudizaron las conjeturas electorales en el Instituto Patria. ¿Volverá a ser candidata? Candidata va a ser y el plan está en marcha, lo que está empezando a reverse es que hasta hace muy poco se decía que la opción más razonable era que encabezara la lista de senadores por la provincia de Buenos Aires. Hoy algunos dirigentes le piden que vaya de nuevo por la presidencia. El escenario actual indica que ni copias ni malas copias alcanzarían para retener, al menos, a su porcentaje duro de votantes.

Esos dirigentes no se lo dicen en la cara a Cristina, pero lo piensan. El método empleado en 2019 -y si se quiere ir más atrás, puede irse a 2011, cuando eligió a Amado Boudou como vice- está agotado. Su dedo ya no podría designar con exclusividad a alguien, luego de la traumática experiencia con Alberto. Quienes especulan con Daniel Scioli o con Jorge Capitanich se topan con ese obstáculo. ¿Cómo haría Cristina para que no los compararan con Alberto? La designación del primer mandatario es fruto de reproches en su propio electorado, por eso su mentora lo cuestiona cada vez que puede, como si quisiera pedir perdón. Alberto, para ella, es un traidor. No le alcanza, por supuesto, para ahuyentarse del fuego.

El proyecto Cristina candidata contempla aislar al primer mandatario. En eso se trabaja sin descanso. El ataque al Movimiento Evita, principal sostén de Fernández, hay que leerlo en esa dirección, amén de que el Evita está por fundar un partido para ir a las próximas elecciones con sus candidatos. En La Matanza camina Patricia Cubría, la pareja de Pérsico. Fernando Espinoza le fue con el cuento a Cristina de que estaban empapelando el distrito.

El discurso cristinista del lunes vino a barrer con una vieja estrategia kirchnerista de plegarse a los movimientos sociales para conquistar la calle. En los primeros años de su gobierno, Néstor Kirchner les otorgó un inmenso poder para limitar a intendentes y gobernadores. Eran tiempos en los que Luis D’Elía, por ejemplo, ocupaba la primera línea de invitados a los actos. Cuando Cristina sucedió a su esposo y Kirchner se proponía irónicamente “ir a un café literario”, el ex presidente inauguró oficinas en Puerto Madero y sus primeros invitados fueron D’Elía, Pérsico y Humberto Tumini.

Cristina busca hoy desandar ese camino. El giro es absoluto. Vaciar de poder a los jefes piqueteros, cerrar filas con los alcaldes y mandatarios provinciales y, acaso, enviarle un mensaje a la clase media de que ella también quiere menos gente que dependa del Estado. Es posible que de eso también se haya hablado, el miércoles, en la promocionada charla de casi tres horas que mantuvo con Carlos Melconian y en otra que no fue difundida, con Héctor Daer, el jefe de la CGT.

Los piqueteros entraron en estado de alerta. “No solo nos quieren sacar el manejo de los planes a nosotros. Quieren dárselos a La Cámpora”, dice uno de los dirigentes menos conocidos, pero con peso propio en una de las agrupaciones. El enfrentamiento recién comienza. “Si nos tocan los planes qué quilombo se va a armar”, dice otro referente, como entonando una canción de cancha. No habría que extrañarse si un viejo aliado de Cristina se preguntara pronto, frente a algún micrófono, cómo hizo la familia Kirchner para comprarse los hoteles y para que Florencia acumulara casi cinco millones de dólares en una caja de seguridad.

Desde la otra orilla, Mauricio Macri también despliega su estrategia. En los últimos días volvió a decir en privado que no quiere competir de nuevo, pero sí -enfatizó- condicionar ideológicamente a Juntos por el Cambio, al menos al PRO. Empieza a quedar más claro cuál es hoy el rol del ex presidente.

Aunque de a ratos fantasea con una revancha y sus amigos lo incentivan, su meta es garantizar que, si la oposición llega al poder en 2023, no sea para amagar con los cambios que él no quiso o no pudo hacer. Tiene decidido no apoyar a ningún candidato que no esté dispuesto a jugarse. Es una forma de ejercer presión, sobre todo, ante Horacio Rodríguez Larreta, que está bajo su lupa.

Los macristas apelan a la figura de Patricia Bullrich para infundirle temor al alcalde. O dejan trascender un acercamiento con Javier Milei, que podría provocar un terremoto.

El fundador del PRO mantendrá apariciones esporádicas en la Ciudad y el Conurbano. Hay quienes le dicen que su imagen irá levantando de a poco, al compás de la caída del kirchnerismo. Son, desde luego, voces interesadas. A Macri solo lo tentaría lanzarse definitivamente al ruedo si supiera que Cristina será candidata. A ella le ocurre lo mismo. Es un puente de cristal que los comunica. Los dos esperarán hasta último momento para decidir. El juego está abierto. 

Más de Opinión