Opinión 16/06/2022 15:26hs

La imagen de Cristina Kirchner cae fuerte entre los pobres

Pero aún tiene a los progresistas, los nostálgicos y a la militancia ministerial. - Por Ernesto Nicolás Mazzucco.

La imagen de Cristina Kirchner cae fuerte entre los pobres

Esta semana se dio a conocer un estudio de opinión publica realizado por la consultora Fixer, el cual arrojo un dato revelador sumamente disruptivo para la política nacional. Cristina Kirchner, la líder del Frente de Todos, experimento una fuerte baja en su valoración por parte de las personas con estudio secundario incompleto, que suele ser proporcionalmente muy superior entre las personas bajo la línea de pobreza, lo que lleva a deducir que su base tradicional de apoyo electoral está en baja.

Muchos se preguntaran: ¿porque utilizan en la medición el secundario incompleto como indicador de pobreza en lugar de la medición por ingresos?, esto responde a que nuestra economía informal está demasiado extendida para poder relevar ingresos genuinos y es más sencillo metodológicamente evaluar según criterio socioeducativo, lo que es representativo para dicho sector social.

Cristina Kirchner en mayo paso a tener 68% de imagen negativa entre los sectores socioeducativos y socioeconómicos bajos, lo que es superior a su 65% de imagen negativa frente al conjunto de la sociedad.
Es muy probable que esa baja en su valoración responda a criterios eminentemente materiales, ya que en parte de estos sectores de menores ingresos bajo la línea de pobreza están los beneficiarios predilectos de la asistencia social clientelar kirchnerista, y dicha asistencia suele ser actualmente el medio principal de vida de muchas personas en la pobreza.

Estos sectores ven como esa plata gratis que les regala el Estado cada vez tiene menos capacidad de compra, frente a una inflación galopante que golpea al conjunto de la sociedad de forma indistinta. Por más que la suma de asistencias sociales sume 50, 70, 90 o 110 mil pesos, la inflación llevo los precios de la carne a 1000 pesos, el kilo de pan a 500, la polenta a 300 y la yerba a 400, entre otros. Por criterios eminentemente materiales los receptores de asistencialismo que con tanta devoción han votado al populismo peronista hoy le expresan su rechazo al ver que la asistencia no rinde lo que daba en las épocas doradas del “modelo”.

Eso no quita que seguramente haya muchos aspectos emocionales y sentimentales que los vinculen al kirchnerismo, pero hoy, frente a la carestía y el aumento del costo de vida, es probable que miren más preocupados la inflación y el enorme malestar que ésta genera. 

Pero además de esos sectores pobres receptores de planes sociales y piqueteros, hay más actores que respaldan al kirchnerismo, y son tres: las clases medias progresistas, los nostálgicos del peronismo del 50 y 70, y por último los estamentos de la militancia kirchnerista devenida en empleo estatal puesto a dedo en ministerios y municipios.
        
Las clases medias progresistas son la sensibilidad social sin balance de contabilidad, gente que cree que “donde hay una necesidad nace un derecho”, y que la guita cae literalmente del cielo como un maná divino, sin llegar nunca a comprender que ese billete recién emitido sin respaldo genera inflación y más pobreza; a ellos se los convence con estadística y racionalidad, cuesta pero se puede, mas allá de su cándida ignorancia de toda noción de equilibrio fiscal, no todo está perdido con los progresistas si se hace un trabajo duro ahí.

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Los nostálgicos del peronismo clásico son muy especiales, son los más difíciles de convencer, sobre todo porque quien paso 70 o 50 años creyendo que Perón es el único salvador posible, que el peronismo es el destino manifiesto de nuestra nación, es naturalmente muy reticente a aceptar en su vejez que todo aquello por lo que milito durante décadas es en última instancia el origen del desastre nacional a causa del déficit crónico, corrupción desbocada e inflación descontrolada. Son las últimas generaciones que vivieron la construcción del mito, y lo sienten mucho más personal y biográfico que un simple material de estudio histórico para como lo hace hoy el pibe de 16 que vota a Milei y ve a Perón como articulo vetusto de un museo de la segunda posguerra. 
Y por último, los más dinámicos, los más combativos, los que forman el batallón de las fuerzas especiales de trolls kirchneristas, los Lauti Alverdi, los Fer Escudero de la vida, los militantes kirchneristas que cobran un sueldito de alguna dependencia estatal y saben que su destino económico está atado a la suerte del partido, el militante de La Campora que trabaja en la subsecretaria de la subsecretaria de la subsecretaria de algún Ministerio aleatorio, ese que puede o no estar convencido, pero sabe que a fin de mes tiene sueldo si nadie achica el gasto público en estatales redundantes y no se clausura ninguna dependencia ministerial, o que depende de renovar una banca; ese que debe la hipoteca y en su CV solo figuran antecedentes laborales en dependencias del Estado que no aportan ninguna habilidad que pueda lucir para su próxima entrevista laboral en el sector privado (con esto, no hago referencia a la totalidad de los empleados públicos, sino la porción de ellos que esta por acomodo y con el objeto de militar y no de trabajar). Estas personas son cada vez menos adeptos a poner la cara de frente con nombre y apellido, pero también cada vez más conscientes de que su suerte se juega en tratar de demostrar que según su sesgada visión el kirchnerismo es bueno y el resto del universo es malo.     

Por lo antedicho recomiendo no bajar los brazos en el esfuerzo de desperonizar la sociedad.

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