Para todos es “la ciudad que muere”, definición que le dio el escritor Bonaventura Tecchi, habitante de la zona. Se le decía así por los derrumbes que ponen en peligro su subsistencia, pero con el turismo florece. Hay que atravesar a pie un puente que llega a Civita di Bagnoregio para encontrarse con uno de los pueblos más encantadores de la provincia de Viterbo, en Italia, a 87 kilómetros al norte de Roma.
A medio camino entre Roma y Florencia, en la región de Lacio, entre aguas termales, lagos volcánicos y restos de antiguos asentamientos etruscos y romanos, Civita Bagnoregio se encuentra sobre una colina arcillosa de más de 400 metros de altura que está en proceso de erosión.
El pueblo tiene apenas 100 metros de largo y 150 de profundidad; a 443 metros sobre el nivel del mar. Dicen que tiene una energía especial. La población, tiene no más de 12 habitantes los que hay que sumar una colonia de gatos, según pública La Vanguardia. Los demás, hace décadas, fueron evacuados al adyacente pueblo de Bagnoregio, debido a sucesivos derrumbes.
El crecimiento en los últimos años muestra que una campaña sostenida para fomentar el turismo dio sus frutos. Decidieron cobrar un ticket de entrada al pueblo que hoy cuesta 5 euros y cada año llegan turistas de todo el mundo a conocer este lugar. Por eso algunos sostienen que ahora hay que llamar a Civita “el pueblo que quiere vivir”. Saben también que hay que cuidar el destino para que no se convierta en un parque temático.
Se trabaja en fomentar un turismo de calidad para evitar la masificación que tanto ha dañado a otros sitios de Italia. Las principales quejas se centran en aquellos turistas que solo lo visitan para tomarse unas fotos, pero no comen ni duermen en el lugar, y es por eso, que deciden cobrar entrada.
Además de castillos, iglesias y palacios, estas tierras albergan villas medievales de un ritmo cotidiano pausado, campestre y con muchas celebraciones vinculadas con las cosechas y ferias de productos típicos, como castañas, aceitunas, vinos, quesos y embutidos.
Son imperdibles las vistas panorámicas del Valle dei Calanchi y de pueblos vecinos.
Civita di Bagnoregio tiene un pequeño centro con construcciones de piedra, balcones y escaleras cargados de flores. Pese a que es pequeño, el lugar cuenta con establecimientos hoteleros, bares, restaurantes y gente siempre dispuestas a recibir turistas.
El proceso de erosión
Fundada por los etruscos hace 2.500 años sobre una de las rutas más antiguas de Italia -que unía el río Tíber y el lago de Bolsena-, tras una caminata por la villa es posible encontrar rastros del medioevo y del renacimiento en cada calle.
Un estudio geológico reciente definió que el promedio de erosión de los murallones es de unos siete centímetros cada año. Un desgaste lento pero continuo del terreno.
Algunos de los puntos imperdibles son la puerta de Santa María, la plaza principal con la iglesia románica de San Donato, edificios renacentistas de los Colesanti, Bocca y de los Alemanni, la capilla de la Virgen del Carcere o la iglesia de Santa Bonaventura.