Es mendocino, su esposa le donó un riñón y después del trasplante recibió la noticia menos esperada
Diagnosticado con glomerulonefritis en su adolescencia, tuvo que atravesar una cirugía coronaria y un tedioso proceso de diálisis antes recibir un trasplante de riñón. Su esposa se ofreció como donante y tras los estudios y la intervención recibió la noticia que menos imaginaba.
"Fue un milagro porque todo empezó con un dolor de pecho por el que que me hice tres bypass, me trasplantaron, mi esposa me dio el riñón y mientras me lo daba ya estaba embarazada y nació Emilia. Después de todo eso pude volver a mi vida 'normal'", sentencia, como sintetizando su historia Marcelo Sarmiento. El tono de su relato, refleja que cada palabra está cargada de sentido y de vivencias. Es una historia de dolor, de superación y, sobre todo, de amor. Tal vez por eso, un nudo en la garganta o una lágrima corta cada tanto su relato.
Marcelo supo de su enfermedad por un análisis de sangre de rutina. Era un joven como tantos que a los 14 o 15 años pasaba muchas horas entrenando su deporte predilecto: rugby. Y en un estudio "detectaron que tenía una glomerulonefritis, una enfermedad degenerativa de los riñones", dice. Desde ese momento comenzó a recibir tratamiento.
"Al principio no me daba cuenta pero físicamente me empezó a molestar. Me daban una batería de corticoides, por lo que se me llenaban de líquido las rodillas y me dolían", confiesa y acota que lo físico fue siempre una de sus virtudes y en esa época ni siquiera podía correr. "Era como si me hubieran puesto un desafío. A veces lloraba a la hora de ir entrenar o no podía hacer ni el 10% de lo que hacían los demás pero iba igual", cuenta.
Tres bypass, mucho dolor y una luz de esperanza
Uno de los riesgos de la enfermedad que padecía es que se estropearan otros órganos aparte de los riñones. Y así fue. Se casó en 2009 con Silvana. Y un año más tarde algo dio vuelta su mundo. "Se estropearon las paredes del corazón. Era entrenador alterno de la primera división de mi club y en los entrenamientos sentía un dolor de pecho muy fuerte", recuerda y agrega: "Mi viejo me acompañó a hacerme una cinecoronariografía y el doctor Peroni, que era amigo suyo y jefe de cardiología del Hospital Italiano en Mendoza, me dijo que me tenía que hacer tres bypass casi en forma inmediata. Ahí se me derrumbó el mundo".
Antes de la intervención le explicaron que era muy probable que tuviera que hacer diálisis luego de la misma. "En una semana pasé a depender de una máquina para vivir", dice rememorando las sesiones de diálisis a las que espera no volver nunca más. Al mismo tiempo que atravesaba una de las pruebas más dolorosas que le tocó vivir, vivía uno de los momentos más felices: Silvana había quedado embarazada de Renata y estaba ahí, a su lado, cada vez que él terminaba su sesión de diálisis. "Lloraba desde que entraba hasta que me pasaba a buscar Silvana. En las primeras semanas tenía una posición en la que cada vez que se abría la puerta miraba y ella estaba ahí. Eso me ayudó muchísimo. Sobre todo porque cuando salía de la diálisis ella estaba ahí con mi hija".
Marcelo hacía diálisis tres veces por semana. Y cuando podía hacía escapadas con su familia. "Mucho no podíamos viajar porque yo cada dos días tenía diálisis. Es algo que te limita muchísimo. Ataba a toda mi familia a que padeciera conmigo, eso es lo que más me dolía", señala.
Recuerda el tiempo de diálisis como "lo más feo que viví en mi vida" y destaca el valor -y el amor- de la red que lo sostuvo. "Gracias a mis amigos a mi esposa, a que tenía una bebé y a mi hijo Bruno, que entonces tenía 8 años, tenía fuerza para salir adelante", afirma.
A la espera de un donante, aprender a recibir la vida
"Después de la diálisis tiene que pasar un tiempo para ingresar a la lista del Incucai para hacer trasplantado", comenta Marcelo y añade: "Tenés que cuidarte mucho y estar en perfecto estado de salud para ser apto para recibir un riñón. En ese momento empezó a plantearse la posibilidad de que me donaran un riñón". Todavía no existía el Programa de donación renal cruzada, que se creó en 2017 y que, según Marcelo, "podría haber hecho todo más fácil".
Su papá, adulto mayor y operado del corazón, no podía ser su donante. Tampoco su mamá ni sus hermanas ya que no eran compatibles. Y ante esa situación, Silvana se ofreció como donante. "Ni siquiera se lo pregunté, sino que ella lo propuso y le dio para adelante", relata. No fue fácil aceptar esta oferta. "Por un lado querés volver a estar bien y depender de vos, y por otro le querés decir que sí, pero a la vez tenés miedo de que si a alguno de tus hijos les pasa lo mismo no va a poder responder de la misma forma".
Sin embargo, ella estaba decidida y comenzó a hacerse los estudios necesarios. Ambos tenían el mismo grupo sanguíneo pero había que completar "todos los exámenes de histocompatibilidad". Al final todos los estudios, supieron que Silvana podía ser donante.
"El doctor un día nos cita en el consultorio y nos dice: '¿Cuándo quieren que los opere? ¿Ahora o dentro de una semana cuando vuelvo de un congreso?' Y se dieron varios milagros. Decidimos hacerlo ahí. Silvana estaba embarazada de mi otra hija, María Emilia, pero no lo sabíamos", cuenta Marcelo con una emoción que lo desborda. "Entramos al quirófano y -gracias a Dios- salió todo muy bien. Inmediatamente empecé a engordar, empecé a orinar -algo que es lo que es normal para todo el mundo, cuando uno tiene una enfermedad riñón, pasa a ser importante-. Yo había salido de la operación lo más bien y a las 48 horas", relata y se abre un nuevo giro en la historia.
"Silvana estaba descompuesta y se quedó un día más. En sí, la operación para la extracción del riñón, es mucho más complicada que para recibir el trasplante", cuenta Marcelo y sigue: "Entonces fui a verlo al doctor y me enojé con él. Me acuerdo perfecto las palabras que dije: 'Me prometiste que iba a estar bien. Yo no quería que ella sufriera'. Y me respondió: 'Mirá todos los análisis, están perfectos, no tiene por qué estar descompuesta'".
"Silvana, conociéndose, se hizo un estudio para saber si estaba embarazada", recuerda Marcelo. Y acota que el test dio positivo. Y que al verlo, lloraron. "Primero por la felicidad, porque venía María Emilia, pero después con el susto de cómo venía todo, cómo iba a salir, qué había pasado con la anestesia y con la María Emilia que estaba en la pancita. Teníamos mucho miedo y, no lo voy a negar, tuvimos nueve meses de incertidumbre hasta que nació mi bendición. Una hermosa nena y sana, gracias a Dios. Se llama María Emilia, es la tercera y última", señala.
La vida de un trasplantado entre miedos, gratitud y esperanza
Sin dudas, el trasplante marca un hito en la vida de los pacientes. "Me enfermo muy fácil. Debido a mi inmunosupresión por las pastillas que tomo tengo las defensas muy bajas. Pero es una vida que es mucho mejor y no está ni cerca de lo que es estar en diálisis. Ruego a Dios nunca tener que volver a eso prefiero operarme de cualquier cosa, pero no pasar de vuelta por la diálisis", afirma Marcelo.
"Gracias a Dios tengo a mi esposa al lado que me hace mejor persona, mejor papá, mejor hermano. Porque ella, aunque parezca mentira, me sigue guiando", comenta. Se emociona cada vez que nombra a Silvana, su esposa, "me dio a mis hijos. Me dio la salud. La amo", dice. Y lanza una reflexión sobre por qué su vida es distinta hoy. "Pienso que todos tenemos fecha de vencimiento, pero cuando uno está enfermo o le pasan algunas cosas es como que empieza a vivir un poquito más apurado. En mi apuro, por ahí no disfruto presente sino que programo mucho para adelante. El psicólogo me ha dicho que es algo normal en quiénes han sido operados del corazón. Así que trato de vivir y luchar con eso para disfrutar de la hermosa familia que tengo y de todo lo hermoso que he logrado... que no es poco".
"Estamos orgullosos, con mi esposa, de lo que hemos logrado. Tenemos un hijo de 20 años que ya está en segundo año de cocina (y sufrimos por adelantado el efecto digamos del nido vacío sabiendo que se nos va a ir). Tenemos dos hijas hermosas y estoy aprovechando día a día su crecimiento. Le tengo mucho miedo a la soledad estar solo el no estar con mis hijos", comenta y sigue: "Disfruto mucho la vida, pero bueno, siempre hay una óptica que para el que está enfermo, que hace que no puedas disfrutar del todo sin dejar de pensar en la fecha de vencimiento, es algo que por ahí no me puedo sacar de la cabeza. Como que vivo apurado y, lamentablemente, este apuro se lo traslado a mi esposa que es la que me hace ser mejor padre, mejor hermano, mejor amigo".
Se autodefine como "un guerrero". Asume que tendrá nuevas batallas y que "así como la luché, la lucharé en su momento. Voy viviendo día al día, aunque no te voy a negar que cada mes o mes por medio, cuando me voy a hacer los análisis, tengo miedo. Me gustaría no tenerlo, por supuesto, pero es lo que me tocó y le voy a dar pelea no me va a ganar", concluye.
Donación de órganos en Argentina hoy
Hoy, 6 de junio, es el Día mundial del trasplantado. La fecha fue establecida por la Organización Mundial de la Salud con el fin de "fomentar una cultura de donación de órganos y dar una oportunidad de vida a pacientes en espera de una oportunidad de seguir viviendo". En Argentina, de acuerdo a la información del Instituto nacional central único coordinador de ablación e implante (Incucai), hay 7.360 personas esperando un trasplante. La lista más extensa es la de personas que esperan un riñón: 5213 en todo el país. En lo que va del año se han realizado 444 trasplantes de riñón.