La inflación, ha dicho el presidente, se debe a “diablos que aumentan los precios”. Ya Gabriela Cerruti había introducido la categoría de “maleficio”, sin embargo, para que el sortilegio de la inflación surta efecto, debe haber un comprador bobo que sacrifique sus recursos convalidando el precio; en este rol, el gobierno es extraordinariamente eficiente y aquí va un ejemplo excepcional.
Las bolsas de tela para hacer las compras se ofrecen a $45 en la góndola del supermercado. En Mercadolibre, el producto en pequeñas cantidades y con impresión personalizada se consigue por $116 la unidad.
La diferencia indica que los supermercados no lucran sobre el precio de la bolsa, sino en la colocación de otros productos. De este modo, las bolsas que adquiere el consumidor están subsidiadas por la codicia empresarial. ¿Acaso no es esta la postal soñada y atípica de un capitalismo funcionando bien?
Cecilia Nicolini, recientemente nombrada “Secretaria de Cambio Climático” para ejercer cierto control sobre el catatónico ministro Juan Cabandié, acaba de realizar la primera compra estratégica de su área. Se trata de la adquisición de 15 mil bolsas de tela a un valor de $550 la unidad, para el Plan Integral “Casa Común”.
De acuerdo al pliego técnico, se trata de bolsitas confeccionadas en lienzo color natural de 40 x 45 x 10 y manija de medio metro. En 5.000 unidades el proveedor colocará un estampado en serigrafía a 3 colores.
En las otras 10.000, la leyenda “La acción ambiental es ahora” decorará el frente de la bolsa solicitada por Nicolini. Vaya pieza de fantasía orwelliana en el Ministerio de la Procrastinación Climática. (ElDisenso)