El fileto de Feletti
Mejor banquemos a Guzmán, Kulfas y al resto de esa banda, porque si el Instituto Patria logra echarlos y tomar el control de la gestión económica, no van a parar hasta poner a Cositorto. Por Alejandro Borensztein
Antes que nada, el morrón. Al cierre de los mercados, la cotización de este commodity esencial para la producción de filetos y tucos se mantuvo firme en el entorno de los 750 mangos el kilo. Considerando la fuerte suba que tuvo en el primer trimestre y el hecho de que la divisa norteamericana sigue clavada en 200 pesos, ya podemos afirmar que el morrón es la vedette del momento. Solo en marzo, rindió arriba del 10% en dólares. Casi como el Bitcoin.
En cambio, el tomate cotizó a la baja, de 350 a 300 dependiendo del blandengue, posiblemente porque los inversores más conservadores decidieron tomar ganancias (venía subiendo mucho) y pasarse al dólar a la espera de las nuevas oportunidades que ofrece la exitosa política de precios del Secretario de Comercio Roberto Feletti.
Los mercados de futuro, tanto del tomate como del morrón, están volando y los inversores ya le están apuntando a otras frutas y verduras. Si bien las posiciones en huevos de granja rindieron muy bien, el batacazo de la semana lo dió la berenjena de buena calidad que aumentó de 150 a 300 mangos el kilo. Esa no la vió venir ni el JPMorgan. Atención con este dato porque ya hay importantes fondos de inversión que están incorporando estos activos a sus carteras. Hoy en día rinden mucho más los productos de la canasta familiar argentina controlados por Feletti que el S&P500 de Wall Street o el Nasdaq.
Obviamente se recomienda operar con cautela porque son apuestas riesgosas en las que hay que saber cuándo entrar y cuándo salir, no solo porque el mercado está muy volátil sino porque son activos que tienden a pudrirse.
No se refería a eso el Secretario Feletti cuando declaró este miércoles que “esto se va a poner feo”. No hablaba de la descomposición del tomate y del morrón sino de los precios de la economía en general. Lo curioso es que Feletti labura y cobra un sueldo justamente para evitar que todo esto “se ponga feo”, razón por la cual habrá que pensar en aumentarle el sueldo o en rajarlo a patadas.
Si la inflación de marzo llega a dar por encima del 5% (ni hablar si toca el 6%) es muy probable que el “presidente” no tenga más remedio que ponerse firme y tomar alguna medida drástica, por ejemplo suspenderlo dos días sin goce de sueldo o recortarle los viáticos. Habrá que esperar. Si la mano viene mal, seguramente tronará el escarmiento y solo Dios sabrá lo que puede pasar en esa concesionaria.
Ojalá que no se les ocurra echar a Feletti porque, como siempre decimos, la máxima kirchnerista indica que cada vez que rajan a uno o a una del gobierno siempre será reemplazado por algo peor. Y está demostrado que el kirchnerismo tiene el talento suficiente para encontrar uno peor.
Por eso también es importante respaldar al actual equipo económico de Guzmán, Kulfas y el resto de la banda, no porque estos inútiles hagan las cosas bien si no porque, si el Instituto Patria logra echarlos y tomar el control de la gestión económica, hasta poner a Cositorto no paran.
En ese contexto, apareció una de las mentes más brillantes del pensamiento kirchnerista y planteó un conflicto muy profundo que demuestra una vez más cuánto saben los Kirchner de economía. Dijo Máximo Kirchner el miércoles en la UOM: “en 2015 un obrero metalúrgico ganaba 2.000 dólares y ahora gana 900". Y poniendo cara de Stiglitz se preguntó ante el auditorio: “¿Quién se está quedando con la diferencia?” Caramba. Se ve que faltar a la clase de economía era una tradición familiar en la casa de los Kirchner. Vamos a intentar explicar lo básico.
Ni bien llegaron al gobierno, los Kirchner inventaron el verso genial de la “ampliación de derechos”. Esto incluyó regalar todo lo que se podía regalar con tal de mantenerse en el poder. Luz, transporte, gas, agua, fútbol para todos, merluza, lo que venga.
Como ejemplo, digamos que las pensiones por discapacidad física pasaron de 80.000 en 2003 a casi 1.500.000 en 2015. Esto sólo se explicaría por dos razones: o todos los argentinos desembarcamos en Normandía y peleamos la Segunda Guerra Mundial o acá hay un curro de clientelismo gigantesco.
Más allá de esto, para poder hacer este tipo de cosas necesitás muchos pesos. Si los recaudás y los tenés, está todo bien. El problema es cuando no los tenés. Para resolver este pequeño inconveniente, los Kirchner (como la mayoría de los gobiernos argentinos) imprimen billetes. ¿Cuántos? Todos los que hagan falta con tal de mantener contenta a la mayor cantidad de gente posible para que los voten.
Al haber más billetes de los que la economía naturalmente genera, los billetes valen cada vez menos, por lo tanto necesitas más billetes para comprar el mismo producto. Por ejemplo, el mismo morrón. No es que el morrón aumenta su valor, sino que el peso cada vez vale menos y necesitás más pesos para comprarlo. Eso se llama inflación.
En un nuevo aporte a la confusión general, Feletti (siempre volvemos a Feletti, no me lo echen por favor) explicó la semana pasada que la inflación tiene dos causas principales: la guerra y los oligopolios.
Lo de la guerra es parcialmente cierto, como podemos ver hoy en todo el mundo, pero con un pequeño detalle: la guerra empezó hace 40 días y nosotros tenemos inflación hace 40 años o más.
Lo de los oligopolios es mucho más discutible aún porque son los mismos en todo el continente. Rexona nunca te abandona ni acá, ni en Uruguay, ni en Chile, ni en Brasil. Pero acá aumenta 60% al año y allá no pasa del 8%. ¿Dónde está el problema? ¿Son los gerentes de las filiales argentinas o son los presidentes y ministros argentinos?
El kirchnerismo jamás se hace cargo de esta catástrofe y suele decir que la inflación es “un problema multicausal”. Una frase que se puso de moda y que es lo mismo que no decir nada. Puede ser que sea multicausal, pero hay una causa que siempre es titular indiscutible y capitana del equipo: la emisión descontrolada de moneda. Cuanto más billetes imprimís menos valen. Así de simple.
Por eso, un obrero metalúrgico, con su sueldo en pesos, en 2015 se compraba 2.000 dólares y hoy, por más aumentos que consiga, con sus pesos tan devaluados solo puede comprarse 900.
La diferencia entre estos 900 verdes y aquellos 2.000 que reclama Máximo se la fumaron las políticas públicas de papá y mamá, con la invalorable colaboración de tío Amado, tío Axel, tío Alberto y, porque no decirlo también, del mejor equipo de los últimos 50 años. Dejamos para otro día el asunto del impacto en la moneda que produce la desconfianza generada por todos estos muñecos juntos.
Millones de argentinos fuimos hijos de la educación pública y luego nos transformamos en padres de educación privada. Cuando Néstor llegó a la Rosada en mayo del 2003, la cuota del colegio secundario de mi hijo mayor era de 475 pesos y la del primario de mi hijo del medio eran 550. Hoy, después de 19 años de kirchnerismo, la suma de ambas cuotas escolares me sirve para comprar exactamente un kilo de morrón y uno de tomate. En este simple fileto se sintetiza la historia de la economía kirchnerista.
Ahora aprovechemos la experiencia. El fileto en la Argentina también es un activo financiero. Con el morrón cotizando a 700 y el tomate a 300, la cebolla no puede estar a 100 mangos como cerró el viernes en el panel de las líderes.
Datazo para esta semana: compre cebolla, amigo lector, no se va a equivocar. Si tiene 1.000 dólares, véndalos que seguramente va a seguir planchado un par de semanas más. Cómprese 200.000 pesos de cebolla, aguántela una semanita en el living con la ventana bien abierta (no la guarde en el dormitorio porque la baranda no se va más), después la vende en 400 lucas y se compra 2.000 dólares. Le van a lagrimear un poco los pibes pero va duplicar la mosca. Puede fallar pero vale la pena el riesgo. Así empezó Warren Buffett.
Es el famoso fileto. El fileto de Feletti.