Un chocolate y una carta: la historia detrás de las donaciones que nunca llegaron a Malvinas

Mientras la población argentina enviaba alimentos y mantas creyendo que estaban a punto de ganar la guerra, los objetos eran revendidos como cualquier otra mercadería en todo el país.
  • Pedro Peralta sosteniendo la revista Gente Pedro Peralta sosteniendo la revista Gente
  • SILVANA Y SU ABUELA, QUIEN LE COMPRÓ EL CHOCOLATE QUE CONTENÍA LA CARTA. CRÉDITO SILVANA Y SU ABUELA, QUIEN LE COMPRÓ EL CHOCOLATE QUE CONTENÍA LA CARTA. CRÉDITO
  • Carta del doctor Peralta Carta del doctor Peralta
  • Un chocolate y una carta: la historia detrás de las donaciones que nunca llegaron a Malvinas

Pedro Peralta, médico cirujano y exintendente de Villa Rada Tilly, localidad ubicada al sur de Chubut, trabajaba en 1982 en el sanatorio Cruz Azul. Un día la sobrina de un pediatra del hospital compró un chocolate que contenía oculto en su envoltorio una carta de un niño dirigida a un soldado en Malvinas. El médico pediatra le mostró una fotocopia de la carta al doctor Peralta y él no dudó: era la primera prueba de que las donaciones no estaban llegando a los soldados de Malvinas. Tenía que hacer algo al respecto. 

Peralta comenta que en esa época “estaban todos atentos a todo”, porque había muchos rumores de que las cosas no llegaban a Malvinas y que los soldados estaban pasando privaciones. El exintendente cuenta que en su casa escuchaban radios uruguayas dado que quería una visión imparcial de los hechos, no la versión oficial.

 Volviendo a la carta que había encontrado la niña, Peralta decidió escribirle una carta a la familia de Gustavo Vidal, el niño de 7 años de Villa Ballester que la había enviado. En su misiva, el médico contaba que era de Comodoro Rivadavia y que habían encontrado el chocolate que Gustavo había enviado a algún soldado en Malvinas. Esta segunda carta no tuvo respuesta.

Días más tardes, un periodista de la revista Gente apareció en el consultorio del doctor Peralta y le contó que había escuchado rumores de que había aparecido una donación en Comodoro Rivadavia y que si bien el médico firmó la carta como “P.P” (Padres Patagónicos), el periodista buscó personas con esas iniciales y llegó a él. Peralta afirma que le contó toda la verdad porque a pesar de que sabía que ponía en riesgo su vida, era un hecho que tenía que trascender. 

“No es que se denunció la venta de chocolates. Ojalá el gobierno del proceso hubiera solo vendido chocolates o todo lo que se recaudó en el fondo patriótico. Pero no, hicieron cosas mucho más graves como matar a miles de personas. Yo lo comparo con Al Capone, no lo podían detener por las barbaridades que hacía pero fue preso por evasión de impuestos. En este caso, el chocolate es algo tan insignificante, tan pequeño y de ninguna manera es que se acuse a los militares, pero sabemos que las donaciones no llegaban y la gente del Hospital Regional [de Comodoro Rivadavia] que los atendía nos transmitía las carencias que habían pasado los muchachos”, cuenta el exintendente.

Finalmente, la historia salió publicada en la revista Gente. Un día a la noche, mientras el doctor Peralta estaba operando, llegaron a su casa dos oficiales y le entregaron a su esposa una citación para asistir a las 11 de la noche al Comando de la Novena Brigada. “Ya de por sí asusta. ¿Quién te va a citar a las 11 de la noche? Así que le pedí a un compañero de trabajo que por favor me siguiera”, explica el exintendente. Y así fue, concurrió a la cita y su compañero lo esperó afuera del lugar. Una vez dentro, estuvo alrededor de 30 minutos esperando hasta que un suboficial le comunicó que se presentara en 36 horas, a las 11 de la mañana, en ese mismo lugar. 

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En el medio, también le llegó una citación del juzgado federal para que declarara. Peralta ratificó todo lo que había dicho a la revista y comentó también, que lo habían citado del comando. El secretario del juzgado le aconsejó: “Dígale a la gente del comando que en lo suyo está actuando la justicia federal”. Sin saberlo, ese consejo lo protegió. Cuando volvió al comando, Peralta fue interrogado por 4 oficiales y describió su actitud como “muy fría y áspera”, hasta que dijo que la justicia federal ya se estaba encargando de su caso. Ahí cambió el trato para con el doctor y lo dejaron ir. Después de eso, siguieron los llamados “que nadie contestaba del otro lado”.

Mientras tanto, a la familia de aquel niño de 7 años en Villa Ballester también les llegó una invitación pero para asistir a la casa del Comandante en Jefe del Ejército, el general Cristino Nicolaides. Esa reunión fue para dejarles en claro a los Vidal que Peralta era un extremista, mentiroso y demás adjetivos descalificativos. 

Por otro lado, el padre Corti, capellán de la Fuerza Aérea y la policía en la provincia de Chubut dijo que él sabía donde se vendían las donaciones, y así fue como el tema continuaba en vilo. Sumado a eso, en Canal 9, canal de aire de Comodoro Rivadavia, mostraban en placas la nota que había salido en la revista Gente. 

Un tiempo después, las altas autoridades de la policía de Chubut se acercaron a una amiga de Peralta y le advirtieron que había una lista en la que él estaba y su nombre tenía una marca especial. “Yo lo tomé como una advertencia, como que pasara a la clandestinidad o que me fuera al exterior, no se qué me quisieron decir. La verdad es que no me fui a ningún lado. Sentía sí, que me seguía siempre el mismo coche por Comodoro y las llamadas sin respuesta al otro lado, pero acá estoy con 74 años”. 

También comenta que este sábado 2 de abril se estrenará a las 22:00 hs por TV Pública un documental sobre este hecho y varios más con respecto a las donaciones desaparecidas, llamado “Operación Chocolate: Los medios de la dictadura y las donaciones que nunca llegaron a nuestros soldados”, dirigido por Carlos Castro y Silvina Maturana.

Peralta afirma que no se arrepiente de haberse arriesgado él y su familia, lo importante era contar lo que estaba pasando. “Cuando se enumeran las prioridades de la gente se habla de seguridad, de inflación, de pobreza, de muchas cosas. Pero nunca la gente valora lo que no está padeciendo. Y yo te digo que no hay bien más preciado que la libertad”, concluye. 

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