Hay una bomba preparada para diciembre del año que viene.
Argentina gasta mucho y mal.
Todo eso que gasta no se ve reflejado en un buen nivel de vida de sus ciudadanos. Gasta en salud, educación, seguridad, Aerolíneas, transporte, trenes, infraestructura. Y no hay salud, ni educación, ni seguridad, pocos pueden volar, se viaja pésimo, no hay trenes ni infraestructura.
También gasta en corrupción y eso sí, se refleja en el nivel de vida de los corruptos.
Argentina gasta en justicia y no hay justicia. Es uno de los temas preferidos por los corruptos para seguir siéndolo.
Argentina gasta más de lo que tiene.
No es de ahora.
Es desde hace mucho.
Se llama “déficit fiscal”.
Para financiarlo hay tres caminos: pedir dinero internacionalmente, tanto a organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Club de París o el Banco Interamericano de Desarrollo como a particulares, vendiéndoles bonos; cobrarle impuestos a los ciudadanos o “fabricar plata”, la maquinita del Banco Central.
Como Argentina se cansó de pedir y no devolver, un día decidieron dejar de prestarnos. Algo así como “pará, vos estás gastando, gastando y gastando y no me devolvés la mía. Andá, arreglá tus cuentas y volvé”.
Y nos quedamos sin crédito.
Sin credibilidad.
No nos creen.
No tenemos crédito.
La manera seria de solucionar el tema es gastar menos, gastar más racionalmente, ir bajando el déficit para necesitar pedir menos. Y devolver lo que nos prestan.
El último que presta es el Fondo Monetario Internacional, pero te dice “te presto, pero como vos no hacés lo que hay que hacer, yo te voy a decir qué es lo que hay que hacer”.
En este tiempo, el déficit se fue financiando con emisión.
O sea, la maquinita.
Suena casi como un chico que le dice a su papá “si no tenés plata, dales un cheque” para que le compre la Play.
La solución mágica.
Claro que tiene algunos problemas.
Cuando hay mucho de algo, ese algo pierde valor. Y los argentinos lo sabemos, entonces como hay muchos pesos tratamos de librarnos de ellos rápidamente.
No tiene sentido ahorrar porque ese billete que está en el bolsillo vale menos cada minuto que pasa, por eso compramos cosas. Pero hay menos cosas para comprar que plata, entonces las cosas suben su precio.
Las cosas que se compran no son casas porque para eso hay que tener ahorro o créditos. Compramos motitos, ropa en La Salada, microondas.
Los argentinos -casi como en ningún lugar del mundo- ahorramos en dólares porque le creemos más a un billete extranjero que al propio.
La mayoría de las cosas que consumimos o bien son importadas o bien tienen algún componente importado. Un corcho, un plastiquito, un fertilizante.
Y eso se paga en dólares.
Para poder producir, se precisan dólares que permitan comprar esos componentes.
El Estado pone un cepo para que no aumente el precio del dólar y para que, a su vez, no se pueda comprar ese dólar barato porque si la percepción es que está barato, todo el mundo va a querer comprarlo.
Además, el cepo tampoco permite comprar afuera lo que hace falta para producir acá.
Llegó el momento en que nos dijeron: “Ok, me debés porque durante años gastaste más de lo que tenías. Me tenés que pagar pero no te preocupes. Yo te presto para que me pagués, pero dejá de gastar porque si te seguís cayendo en ese barril sin fondo, no te salva ni Tarzán”.
Ok, para seguir viviendo hay que financiar ese déficit y ,además, bajarlo.
No hay otra solución.
Ningún país en el mundo tiene otra solución.
Lo primero que hay que saber es que Argentina tiene que dejar de inventar plata, porque ya todos saben que es plata de mentirita y que así vas inventando cada vez más inflación.
Y tenés que bajar la inflación.
No hay país del mundo que no sepa que inventar plata, emitir dinero, sea la causa de la inflación. Bueno, sí, hay uno que no lo sabe. ¿Adiviná cuál es?
Pero si Argentina no puede emitir, ¿cómo financia lo que le debe al Fondo?
Con la plata del Fondo. Y para conseguirla, tiene que tener un acuerdo con el Fondo. Que fue lo que se votó en el Congreso esta semana, mientras Cristina Fernández de Kirchner filmaba su propia película. Pero eso no le importa nadie porque las mentiras ya no tienen el poder que tenían.
Ok, emitir no. ¿En qué gasta mucho Argentina? En subsidios a la energía. Como el Estado sabe que sos pobre y no le interesa hacer algo para que dejés de serlo, acepta tu condición y te dice “no te preocupés por la energía, yo te la pago”.
Así nos da la sensación de que somos menos pobres porque pagar luz y gas no es un problema, si son baratas.
El engaño está en que todo eso que el Estado paga de luz y gas para que no lo pagués vos directamente, sale del dinero que vos ya pagaste por impuestos. O sea, el Estado te pide la plata para hacer como que paga algo que vos podrías pagar si te sacara menos plata en impuestos. Como el pre viaje. Todo para que tengas la ilusión de que no sos pobre.
Todos estos años de subsidios no nos hicieron menos pobres.
Al contrario somos más pobres, en cantidad y calidad.
Ahora bien, que a vos no te cobren en la factura todo lo que la energía cuesta, no quiere decir que no lo cueste. Quiere decir que lo paga el Estado con la plata de los impuestos. Plata que no va a seguridad, educación, salud, infraestructura, etc.
Es muchísima plata.
Cuando el gobierno de Cambiemos intentó bajar este gasto y llevar la tarifa a algo parecido a la realidad, la sociedad no lo acompañó. Pagábamos el precio de una pizza la electricidad de un mes. Pasábamos a pagar el precio de dos pizzas. Los diarios titularon “Ajustazo del 100%”. Era cierto, pero eran dos pizzas.
Le costó el puesto al ministro Aranguren.
Por lo demás, había tarifa social para quien efectivamente no pudiera pagar.
No importó.
El déficit somos todos.
Cuando este gobierno asumió, el “trabajo sucio” de decir la verdad estaba en parte hecho por el gobierno anterior que pagó tanto por eso que se tuvo que ir.
Pero en estos dos años volvió la idea del Estado “dejá que yo te pago”.
Hoy otra vez, las tarifas están atrasadísimas.
Actualizarlas será inflación pura porque le va a subir el costo al kiosco para mantener la heladera encendida y ese costo va a ir sus productos como también irá a ese costo los aumentos de tarifas de las empresas productoras.
Y otra vez vuelta a empezar.
Ahora, además, la guerra. Que encarece el gas y el petróleo sobre el que estamos sentados y no lo sacamos porque no hay infraestructura o porque no podemos ni empezar a hablar de hacer lo que hacen los otros países: plataformas submarinas. Estamos sentados sobre millones de dólares y estamos mendigando porque no somos capaces. Eso pasa para dolor del orgullo nacional, una cosa que teníamos hace mucho.
Como Argentina ya no puede fabricar plata, ni pedir prestado ni subir excesivamente las tarifas, ¿cómo caracho hará para financiar el agujero del déficit, que sigue estando y se suma a los que ya había?
El déficit -todo eso demás que gasto sobre lo que tengo- es el déficit primario.
Como pido plata para pagarlo, por esa plata que pido, me piden intereses.
Esos intereses, sumados al déficit primario, forman el déficit financiero.
Que es la verdad de lo que se debe financiar.
El Fondo pide que en 2022 el déficit se reduzca en del 3,1% al 2.5% . No parece ser la reducción del déficit el problema principal que plantea el Fondo, sino cómo financiarlo.
Y acá entra en juego el Banco Central y la bomba que explotará en diciembre del ’23, motivo de esta nota.
El Banco Central no es una empresa del Estado como Aerolíneas o YPF. Es el banco de los bancos, el regulador del sistema financiero, los negocios del comercio exterior, la política monetaria.
Es el que tiene la maquinita.
El Banco Central le pasa dinero al Tesoro Nacional (que dirige el Ministerio de Economía y claro, el presidente de la Nación) a través de adelantos transitorios o de letras intransferibles en dólares. ¿Qué son estas letras? Un papelito que le da el Ministerio de Economía al Banco Central cuando se lleva las reservas en dólares y que dice “me diste tantos dólares”, que no genera intereses y que el Banco Central usa para empapelar sus oficinas, porque es intransferible.
O sea, la nada misma.
El año pasado, el 66 % del déficit se financió con la maquinita del Banco Central.
Ahora, por el acuerdo con el Fondo que hace el gobierno sin apoyo de nadie, el Banco Central tiene que atenuar la maquinita de hacer plata. Sólo el 25 % del déficit podrá ser financiado por el Banco Central. Pero el Tesoro sigue necesitando plata para gastar todo lo que gasta, pagar sueldos, jubilaciones, y lo que se te ocurra.
Ya no tiene préstamos de afuera ni maquinita del Banco Central.
¿Qué hace?
¿Más impuestos? Casi imposible: ya no se aguanta más, estamos casi a punto de rebeldía fiscal y la nueva composición del Congreso impide que pase un aumento de impuestos.
El Tesoro Nacional lanza, entonces, un bono.
¿Qué es un bono?
Un pagaré. Vos le prestás plata al Tesoro Nacional y te devuelve en un tiempo la plata más un interés.
¿Por qué las empresas aceptarían un bono?
Porque las empresas tampoco quieren quedarse en el bolsillo con pesos que valen menos minuto a minuto. Y no pueden comprar dólares. Por eso le dan esos pesos al Tesoro y saben que recibirán esos pesos más un interés.
Pero claro, cada vez el plazo de vencimiento de esos bonos es menor porque en estas condiciones de naufragio, ¿quién va a aceptar un bono a 100 años? ¿A 50? ¿A 10? Ok, a un año te lo tomo. De ahí que es mucho mejor un bono a 100 años que da tiempo para recuperarse. Como no entendemos nada de economía, salimos a decir “endeudan a nuestros bisnietos”.
En fin.
Es bastante básico que es mejor devolver lo que te prestaron en 100 años y no en seis meses.
Pero somos así, re locos.
Si el Tesoro me ofrece una tasa fija, o sea me dice te devuelvo la plata el año que viene más un 30%, ¿acepto? Y, no, porque supongo que la inflación va a ser mayor. Entonces al Tesoro no le queda otra más que ofrecer un plazo muy corto con tasa variable o bien por la inflación (pesos ajustados por CER) o bien atado al dólar oficial (dólar link). Estos bonos son seductores para quien los compra, pero como están indexados, son un pésimo negocio para el Estado que todo el tiempo está pagando intereses por sobre la inflación para poder tapar los agujeros.
Que el plazo de los bonos sea muy corto y además, indexado, es lo que está armando la bomba.
Porque ya eso que tiene que pagar el Tesoro para poder financiarse y tapar el agujero de hoy, tiene que devolverlo en sólo un año y con intereses que superen la inflación. Eso no sólo no resuelve el problema. Crea uno nuevo cada vez. A esto se refieren economistas cuando dicen “nueva licitación del Tesoro”. A pedir plata al mercado para tapar agujeros porque tienen que financiar el déficit de este año y refinanciar el de los anteriores. Cada vez necesita el Tesoro más plata para tapar los nuevos agujeros. Y lo hace creando nuevos agujeros que a su vez, tienen intereses que agrandan los agujeros. Pero si no estuviesen los compradores de los bonos, el Estado no podría pagar sueldos, jubilaciones, ni ninguno de sus gastos (los viajes en avión de Cristina, los cumpleaños de Fabiola, los ñoquis de las empresas estatales).
¿Cómo termina esto?
Que hay prevista, para diciembre del ’23, cuando asuma el nuevo gobierno, una deuda por estos bonos de pesos en manos de empresas, bancos y privados, que en dólares serán más de 100.000.000.000 dólares.
Cien mil millones de dólares.
Se dice en dólares porque en pesos no alcanza el espacio de esta nota.
Por la inflación, jubilaciones y salarios serán reducidos a nada pero no los bonos, que están indexados.
Acá la demagogia dice “al final pagan los jubilados y los trabajadores y no los especuladores” pero no tiene en cuenta que si los bonistas no hubieran comprado esos bonos, el Estado no hubiera tenido plata para pagar a jubilados ni trabajadores.
Es por los bonistas que cobran.
Es por el Estado que cobran mal.
Cuando llegue el nuevo gobierno en diciembre del ’23, si es sensato, sabe que tiene que levantar el cepo porque ninguna empresa extranjera invertirá un dólar en el país si sabe que después no puede enviar a su casa central nada de lo que gane.
Cuando llegue el nuevo gobierno en diciembre del ’23, si es sensato, sabe que no puede levantar el cepo porque apenas lo haga, todos los que tienen bonos en pesos no los van a refinanciar. Van a decir “dame el capital y los intereses” y compro dólares, que es lo que en realidad necesito y vos no me dejaste comprar por años.
En diciembre del ’23 las reservas del Banco Central serán solo una octava parte de esos más de 100.000.000.000 de dólares, en pesos. O sea, no habría cómo devolver el dinero si se levanta el cepo y quienes tiene bonos deciden que no refinancian más.
¿Se entiende la gravedad del problema?
Hay más.
Esos más de 100.000.000.000 de dólares (en pesos, pero como está indexada por inflación o devaluación, seguirá siendo esa cantidad) son sólo la deuda por los bonos colocados para financiar el déficit.
Además, está toda la otra deuda, la externa.
Que habrá que refinanciar.
Pagando intereses.
En total, a fin del gobierno casi 400.000.000.000 de dólares.
El que más nos ha endeudado y por un plazo más corto en la historia.
¿Quién hoy en Argentina está pensando esto?
¿Qué equipo hay para desactivar la bomba preparada para estallar en diciembre del ’23?
¿Quién en el Estado está dispuesto a bajar el déficit?
¿Quién en la sociedad argentina está dispuesto a bajar el déficit?
¿Qué vamos a hacer cuando la bomba explote?
PD: esta columna lleva el dolor de saber que desde hoy tendrá un lector menos. Gracias Gerardo Rozín por todo.