Los intrigantes movimientos de Mauricio Macri, y más presión de Cristina y Máximo Kirchner contra Alberto Fernández
El Presidente y la vice se reunieron, pero la relación sigue muy tensa. En el PRO están alterados. Roces con la UCR y gestos de Massa a Carrió. Por Santiago Fioritti
Alberto Fernández y Cristina se reunieron antes de asistir al Congreso para inaugurar las sesiones ordinarias. No fue una reunión a solas. Los testigos pudieron ver que la relación entre ellos sigue siendo tensa y vislumbran que la desconfianza mutua amenazará la convivencia hasta el día final. El Presidente, en cambio, no se vio ni habló con Máximo Kirchner. Se enteró el viernes a las siete de la tarde por sus asesores de que el diputado, con el sello de La Cámpora, acababa de sacar un segundo spot para cuestionar al FMI y a Mauricio Macri. Más presión en un momento de alta presión.
En la Casa Rosada creen que a Cristina todavía hay que concederle la redención, pero cuando hablan de Máximo son hirientes y lapidarios. Algunos albertistas hasta insinúan un tono vengativo. Máximo lo sabe o lo imagina, pero no se inmuta. Su juego está a la vista: si hay diferencias, que se noten.
El Gobierno se prepara para encarar los decisivos próximos veinte días en el Parlamento sin ningún guiño público de la jefa del Frente de Todos en favor del proyecto. Acaban de frustrarse los últimos intentos. La vicepresidenta no dirá una palabra ni escrita ni oral sobre el acuerdo con el Fondo. Así se los confesó José Mayans, el jefe del bloque en el Senado, a los otros 34 senadores propios que, de a uno o de a varios, le fueron preguntando si iban a unificar una posición. Mayans asumió que no sabía qué decirles.
Cristina coquetea con el abismo. Igual que Máximo. Ninguno ansía el default, sin embargo. Eso lo dejan claro en cualquier conversación. Pero lo hacen con un tono ambiguo y procuran, ante todo, no quedar pegados a la etapa que viene, como si eso mismo fuera posible. “Son re vivos. Nos están diciendo ‘animémonos y vayan’”, afirman los legisladores más moderados del frente oficialista.
Madre e hijo insisten con que Alberto y Martín Guzmán hicieron un pésimo trato que podría dinamitar el incipiente crecimiento de la economía, tras el calvario que representó la pandemia. Peor aún, consideran que podría llevarlos a desalentar a su propia base electoral y a ahuyentar definitivamente a los sectores medios independientes que hicieron posible la victoria de Alberto en 2019 y que se alejaron en 2021.
No es un análisis demasiado sofisticado ni que, en rigor, tenga que ver con el destino del entendimiento con el Fondo: cualquier encuesta muestra que el electorado no fanático o menos politizado perdió hace mucho la confianza en el Gobierno. En el Instituto Patria se sobresaltan: “Si con un ajuste del gasto perdimos las últimas elecciones, ¿por qué ganaríamos las próximas, que la cosa va a ser peor?”.
Aunque siempre el tema tarifas la enerva y Guzmán sigue en la mira, Cristina ya asumió que las subas estarán bastante más arriba del tope del 20% que ella y los funcionarios que le responden habían fijado. Ha entendido que el contexto internacional cambió por la invasión de Rusia a Ucrania y que su propuesta a esta altura suena insólita. La luz sube en España, en Estados Unidos, en el Reino Unido. El giro representa una pequeña victoria para el ministro. Pero, a la vista de los acontecimientos, podría ser tan solo un triunfo módico.
El problema es que Guzmán estaría observando que, aun con los incrementos que diseñó, el país quedaría muy lejos de la reducción de subsidios que requieren los compromisos con el Fondo para poder bajar el déficit. El Estado debería desembolsar unos 2 mil millones de dólares extras -por sobre los 11 mil millones que destinó en 2021- para sostener los subsidios este año.
El camino de cornisa que se transita en el Congreso también abarca a la oposición. Varios de sus principales intérpretes temen caer en una trampa del kirchnerismo, por eso pidieron cambios apenas se presentó el proyecto. El oficialismo cedió, a medias. Separó la autorización de tomar un nuevo crédito del FMI de los condicionamientos. Como fue a medias, no alcanza para contener a los halcones, que apuntan ahora a que se quiten los anexos de la ley que contienen el programa económico. “No podemos ser socios de algo que no van a poder cumplir. Y el programa económico es una atribución del Ejecutivo, no del Poder Legislativo”, sostienen.
No hay certezas de cómo se van a comportar en el recinto el día de la votación. Juntos por el Cambio lleva una semana discutiendo si hay que votar o no de modo afirmativo y hoy habrá un Zoom de la Mesa Nacional. El más duro es Mauricio Macri: no quiere saber nada. La oposición volvió a orbitar sobre su figura en los últimos días. Algunos porque lo ven con ganas de una revancha (la Fundación Pensar está trabajando en un plan de gobierno) y otros para tratar de convencerlo de que hay que acompañar al oficialismo. El retiro que le auguraban varios de sus socios -o que ansiaban, para ser más precisos- puede esperar.
El desfile de dirigentes por la Quinta Los Abrojos y por sus oficinas de Olivos, incluido Horacio Rodríguez Larreta, fue incesante. Arrancó el domingo en su quinta, a las 10, con la visita de cuatro economistas: Martín Lousteau, Ricardo López Murphy, Luciano Laspina y Martín Tetaz. Terminó pasado el mediodía. Uno de los economistas hasta tuvo que suspender un encuentro familiar que le trajo algún problema.
Macri quería escuchar en persona qué pensaban. López Murphy fue el más alarmista en relación a la etapa que viene en términos económicos y criticó -por insuficiente- la suba de tarifas que elabora Guzmán. Laspina fue quien mejor representó el pensamiento de Macri. Dijo que el Gobierno le está trasladando la pelota a la próxima administración.
Macri blanqueó que no había que votar el acuerdo. Sorprendió con una revelación: “Una persona muy importante del Círculo Rojo me dijo que va a ser una bomba de tiempo que nos va a explotar a nosotros en 2023”. Lousteau le aconsejó que lo pensara mejor. Que él será visto como el responsable si Argentina cae en default porque fue el que tomó el préstamo. Dos de los economistas se quedaron pensando quién sería el poderoso hombre del establishment que lo había aconsejado. Macri no se los dijo. “Es una persona que respeto mucho”, agregó, en tono enigmático. Recordó que el oficialismo cuenta con los legisladores suficientes para sacar la ley y que, eventualmente, el Presidente puede acudir a un DNU.
Las primeras divergencias en la oposición quedaron expuestas el martes, cuando los legisladores del PRO se levantaron de sus bancas después de que Alberto dijera que la Justicia no podía desentenderse de la investigación en marcha por la toma de deuda del macrismo. Gerardo Morales, el presidente radical, uno de los más dispuestos en ayudar al kirchnerismo para sacar el proyecto, culpó a Macri por la movida. El ex presidente lo invitó a tomar un café. Se encontraron el miércoles, en Pepino, un café de zona norte.
—¿Sabés quién nos dio la idea de que había que irse del recinto? Lousteau. Pero después él no se levantó —le dijo Macri en la vereda del bar.
Lousteau explicaría luego que él solo hizo una sugerencia y que no hubo coordinación ni acuerdo para llevarla adelante. Al parecer, Macri solo habló con Cristian Ritondo y se desligó de la cuestión. Macri y Lousteau discutieron luego por WhatsApp. Se agredieron mutuamente.
La foto de Facundo Manes en soledad, en su banca, se volvió viral. Morales le reprochó a Macri la utilización en las redes de esa imagen. No solo de supuestos trolls, sino también de dirigentes macristas con nombre y apellido. Los radicales creen que el macrismo maneja un call center para atacarlos. Manes apunta directamente a Rodríguez Larreta desde la última campaña. Patricia Bullrich intercedió a pedido de Morales. Dicen que le pidió a un par de diputados que dejaran de twitear. Uno de ellos borró un tuit. Morales y Bullrich, a la vez, hablaron con el alcalde porteño para ver hasta qué punto él también quiere que prospere el acuerdo, pese a la resistencia de Macri.
¿Y Elisa Carrió? La líder de la Coalición Cívica quiere que haya ley. “Lilita dice que el país es ahora, que no se puede especular con lo que vaya a pasar en dos años”, transmitió uno de sus diputados. “Es la que mejor nos está jugando”, sorprendió Sergio Massa, en una charla informal con un legislador de la Coalición. Quién sabe: quizá, hasta tuvo unas ganas repentinas de enviarle un abrazo.