Dónde está y cómo es la fabulosa “casa de botellas” que construyó un argentino y atrae a turistas de todo el mundo
Tito Ingenieri era amigo de Miguel Morelli, y gracias a eso lo pude conocer. Hombre amable pero de pocas palabras, nos convidó mate y como única definición de su boca me traje esa afirmación: "tardé tanto en hacer la casa porque me costó tomarme dos millones de litros de vino"
Al escultor Tito Ingenieri le llevó 17 años levantar el famoso lugar adonde vive. La historia es simple: se había quedado sin hogar, tenía un terreno “y muchas botellas”. Calcula que usó cerca de 2 millones.
No hay un ranking oficial de casas más raras del mundo. Pero si lo hubiera, una casa construida en Quilmes tranquilamente podría estar en el Top 10.
De hecho, buceando en YouTube y otros lares de Internet, se la encuentra en varias de esas listas ecuménicas. Y, dentro de una geografía más acotada, en 2019 fue incluida en el listado de "los 10 edificios más raros de la Argentina" en un especial de Clarín firmado por el periodista especializado en arquitectura Miguel Jurado.
Todo comenzó cuando a principios de los 90, Tito Ingenieri, quien se reconoce como un obrero del arte, se quedó sin hogar. Frente a la situación y teniendo un pequeño terreno a disposición, decidió investigar como construir uno nuevo, él, a pulmón, como y con lo que pudiera. Se contactó con un arquitecto en busca de orientación.
“Yo fui sincero, le dije que no tenía plata para comprar ladrillos y sí contaba con una gran cantidad de botellas y materiales reciclables que juntaba desde hacía más de 30 años. Él me enseñó la técnica y arranqué", recuerda Tito.
"Desde el año 1991 al 2008, con días soleados, días lluviosos y muchos obstáculos en el medio, fui construyendo mi casita que hoy es un emblema para Quilmes, localidad que quiero mucho”, expresa acerca del proceso de construcción de su casa que se encuentra en Manuel López al 300, en la zona ribereña del municipio del Sur del Conurbano.
La estructura está hecha a base de cuadros de bicicletas, ruedas de carreta, chasis de autos viejos y 2 millones de botellas unidas con cemento, arena y ceresita. La casa está ahí, en pie, soportando tormentas, temporales y vientos huracanados del sector Este, con pocas puertas y ventanas convencionales, "la mayoría son abstractas", dice Tito.
“Está hecha con todo lo que encontré. Tiene varias habitaciones y un faro de 15 metros con forma hexagonal, que hice en honor al escritor francés julio Verne. Su figura tiene una particularidad, hace que el viento fuerte que viene del Río, que tengo a dos cuadras, genere al encontrarse con tantas botellas, una especie de silbido. Como una alarma”, explica.
Su casa es también su museo, compartido por muchas de las más de 300 esculturas que hizo a lo largo de los años. De acceso libre y gratuito, que solo se vio limitado por la pandemia de Covid. A lo largo de casi dos décadas, siempre fue habitual que anduvieran por ahí no solo gente de Quilmes o zonas cercanas sino también turistas extranjeros enterados de la existencia de "la casa de botellas".
"Las puertas siempre estuvieron abiertas al público, desde hace 18 años, porque esta construcción dio la vuelta al mundo y figura entre la 10 casas más raras. La gente me pregunta si ellos también pueden hacerlo. Y sí, justamente yo quiero que lo hagan”, afirma, se entusiasma, habla de que haría falta "empezar a construir barrios enteros repletos de casas de botellas" imponiendo una nueva era.
Algo de eso ya hay. En 2020, con la pandemia ya desatada, Liliana, una mujer de Santa Fe lo llamó para pedirle ayuda. Ella también había perdido su casa.
“Yo le indiqué todo por teléfono y así fue que hizo su casita reciclada. La idea es que la gente empiece a construir sin la necesidad de que tenga forma simétrica, no tiene porque ser así. Deben darse la posibilidad y jugar con un montón de cosas qué hay en la chatarra. Sería bueno que se animaran. Cambiaría el curso de la historia”, estima. "No solo es construcción -reflexiona-, también es arte. Y el arte es vida".
Rubén Adolfo Ingenieri tiene 67 años, nació en Mataderos pero es quilmeño. A los 18 empezó a visitar el taller de otro escultor de Quilmes, Oscar Albertazzi, a colaborar con él y apasionarse por las artes plásticas.
De 1973 es su primera obra, "Sancho y el Quijo edición 73", que construyó en el taller de herrería en el que entonces trabajaba y en la que también dejó ver su fanatismo hacia la obra cumbre de Miguel de Cervantes.
Desde ese momento a hoy nunca paró de ejercer su profesión, desde herrería artesanal, hasta la fabricación de escudos y espadas, pero siempre haciendo lo que le apasiona. De hecho, cuenta que actualmente dicta talleres gratuitos de soldadura a niños y adolescentes adictos y refugiados en el hogar Rio de Vida, ubicado en Dorrego y avenida Mitre, en Quilmes.
"Todo lo que logré, lo logré en Quilmes", dice Ingenieri, y que por eso le tiene "un amor tan grande".
Su próximo desafío está en Quilmes: “Queremos hacer un faro más grande que el que hice en Berazategui para que la gente pueda recorrerlo por dentro y por fuera como una galería. La idea sería ubicarlo en la bajada a la autopista en la Avenida Centenario Kirchner. El proyecto ya fue aprobado en Nación, veremos como seguimos. Tenemos un año y medio de laburo por delante”, concluye. (Cl)