Se viralizó ayer. Un video, una foto, un posteo en redes sociales donde una madre relata algo atroz nos impresionó a todos. Un nene de 12 años se quitó la vida en los Estados Unidos porque no soportó la virulencia del bullying que sufría día tras día.
Pasó en Utah, pero la prácticamente inexistencia del tiempo y del espacio en el limbo inmenso que hoy son Twitter, Instagram y Facebook hizo que el dolor de esa familia, sus discursos y la injusticia del hecho le haga sentir tristeza e indignación a cualquiera que lo leía o miraba, en cualquier parte del mundo.
A mí también me conmocionó, y entre tantos comentarios que la gente hacía sobre la noticia, apareció el dibujo de un artista llamado Karim Saidi que me impactó. Por supuesto, mi primera reacción fue volcarme a las redes sociales para compartir una serie de reflexiones que simplemente, me brotaron desde adentro.
Pensé en lo hipócritas que somos los más grandes con este tema. Estamos todos turbados por la terrible decisión de este nene y que de vuelta nos enrostra la preocupante problemática del bullying... y al instante recordé la cantidad de veces que dije cosas como "Mirá cómo se ha vestido esta mamarracha". La cantidad de veces que escuché decir "no te juntes con ese pibe". "¡Qué raro es el hijo de la 'tal'!. O peor: "¡Y pegale! ¡Defendete!".
Un niño hace bullying porque lo aprende. Siento que los adultos tenemos que reflexionar sobre nuestro comportamiento diario. Pensar en como descalificamos, denigramos, nos mofamos, maltratamos, e insultamos en la vida cotidiana.
Tenemos que hacer un mea culpa y reflexionar sobre la agresividad que manejamos y que destilamos cada día. Darnos cuenta de nuestra falta de tolerancia y empatía... y después claro, rasgarnos las vestiduras. Yo creo que el bullying escolar, infantil y adolescente existe porque los chicos aprenden de nuestro accionar.
Mauricio, un chico entre tantos de los que respondieron a mi catarata impulsiva de tuits sobre el tema me hacía un interesante aporte: "Los niños no son malos porque si. Realizan actos que cuando son vistos positivos por sus pares estos se mantienen", explicándome que no solamente depende de los padres el hecho de "aprender a bullynear".
Claro que sí. "En la vida uno recibe bullying y también lo genera", consideraba este lector y coincido. Es complejo el tema y por eso hay muchísimos especialistas dedicados a él. Pero no dejo de pensar que como sociedad, no podemos espantarnos tanto cuando pasan estas cosas porque somos todos nosotros los que enseñamos sobre agresión todos los días.
¿Cuántas veces nos reímos del otro al día a su costa? ¿Cuántas veces dejamos de lado, segregamos a otro conscientemente?
En los casos de bullying hay dos palabras claves: HABLAR Y ESCUCHAR. Si somos familia de algún chico atribulado, triste, con miedo de ir a la escuela, a practicar un deporte, al club, a estar con sus pares, hay que preguntar, acercarse, hacerlo sentir contenido y confiado para que cuente lo que le pasa.
Si un chico cuenta que se siente molestado, insultado, o con miedo cuando está con amigos, SIEMPRE DARLE BOLA. Tomar en cuenta lo que dice y darle importancia, nunca subestimar nada. Nunca pensar "es una tontera". Hay que indagar y actuar.
Si estás del otro lado, si tu hijo, nieto o sobrino es el sujeto activo del bullying; no es un vivo bárbaro, no es un canchero ni es fuerte. Tiene un problema y también hay que ayudarlo para que pare, para que cambie. Hay que frenarlo. Nunca alentarlo y menos enorgullecerse porque "se la banca".
El tema es `profundo y difícil, sí. Pero no dejo de pensar que detrás de todo esto hay una palabra que todos deberíamos grabar en el corazón para vivir: EMPATÍA.
Hay una frase del subcomandante Marcos que, más allá de que estés de acuerdo o no con su vida, su filosofía y accionar, siempre me gustó: "Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú".