En pocos hechos policiales la sociedad bahiense tuvo la sensación de estar ante una completa tragedia como la ocurrida el 2 de enero de 2000.
Dos familias destrozadas. Una, por la muerte de un balazo en la cabeza de un niño de 8 años que fue confundido con un ladrón. La otra, por el padecimiento eterno para el autor de ese disparo por el irreparable error cometido mientras custodiaba su casa en construcción de Villa Amaducci, que había sido varias veces “visitada” por delincuentes.
Y, en el medio, el perdón que los padres del menor –integrantes de la Iglesia Evangélica Pentecostal- le expresaron al imprevisto “verdugo”.
Trágica e irreversible confusión
Sebastián Sánchez Esprel, de 8 años, cayó muerto de un balazo en la cabeza cuando regresaba a su casa junto a un primo, caminando por un baldío situado en los fondos de la propiedad de Ángel Darío Fontana, en ese entonces de 29 años.
El nene venía de la casa de su tía, donde vio el primer tiempo del partido por el Preolímpico de fútbol entre Argentina y Brasil.
Fontana realizó varios disparos desde una ventana, uno de los cuales impactó en el menor. Él mismo lo corroboró cuando se acercó con una linterna. Hizo lo imposible por reanimarlo y pidió ayuda desesperadamente, pero nada impidió el trágico final.
Fontana fue arrestado y, tanto en su indagatoria como al enfrentar a la prensa, se mostró angustiado y arrepentido: “El peor castigo para mí va a ser llevar la cruz de haber dejado a un chico sin vida”.
Accidente y perdón, palabras clave
De boca de César Sánchez Gallardo, papá del nene muerto, salieron dos palabras: accidente y perdón. Fueron dichas al término del sepelio con un marco de oraciones, cánticos evangélicos y llantos.
“Tenemos confianza en el Señor: el da la vida y la quita. Fue un accidente. Aquí se reza por todos. Nosotros debemos perdonar a nuestros deudores, como el Señor nos perdona a nosotros”, expresó.
Sánchez Gallardo, quien conocía “de vista” a Fontana, indicó: “Sebastián no volverá a nosotros, nosotros volveremos a él”.
Sanción penal saldada
Ángel Darío Fontana fue condenado a 8 años de prisión por el homicidio de Sánchez Esprel.
La sentencia recién quedó firme el 16 de agosto de 2011 cuando la Corte Suprema de Justicia convalidó el fallo de primera instancia que dictó el Tribunal Criminal Nº 1 de Bahía Blanca.
En 2019, la sanción penal que recayó en el responsable de la tragedia se dio por cumplida.