Fue el 11 de septiembre de 2003. En la madrugada de aquel día, en la Casa Rosada, el entonces presidente argentino Néstor Kirchner anunció que el país llegaba a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por el cual se reprogramaban los pagos de la deuda por unos U$S 12.500 millones que se arrastraban de los fallidos acuerdos de los años '90. Esa noche, el presidente argentino llamó a un puñado de periodistas acreditados en la sala de prensa, para anunciar que el organismo que entonces dirigía el alemán Horst Köhler había cerrado exitosamente las negociaciones con el ministerio de Economía que manejaba Roberto Lavagna y que habían sido fiscalizadas minuto a minuto por Néstor Kirchner y su jefe de Gabinete de aquellos tiempos, Alberto Fernández.
El acuerdo, que se anunciaba implicaba para el país una meta de superávit fiscal de 3% para el 2004, mientras que las del 2005 y el 2006 se negociarían "en función de la "situación global de Argentina". El acuerdo era del tipo Stand By, y no comprometía nuevos prestamos, sino un plan de pagos flexible para la deuda preexistente.
Minutos después, en una entrevista televisiva, Lavagna también especificaba que el monto total de la deuda que podrá reprogramar Argentina a partir de este convenio será de 21.610 millones de dólares, de los cuales 12.500 corresponden al FMI, 5.622 al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo y 3.488 millones de dólares al Club de París y a créditos bilaterales. Kirchner se ha mostrado conforme con los términos del acuerdo y ha señalado que "hay un reconocimiento global de las autoridades del Fondo al crecimiento que ha tenido el país".
Ya en la mañana del 12 de septiembre, el que volvía a hablar era Kirchner, quién declaraba en televisión que el acuerdo con el FMI era "inédito en Argentina porque, por primera vez, combina la equidad social y combate la pobreza". El presidente decía además que el acuerdo "habla con claridad" de "darle eficiencia y reforzar la actividad de la banca pública" cuando "en el pasado inmediato se hablaba de privatizar" los estatales Banco Nación, de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires.
Los principales puntos de aquel acuerdo
Refinanciación: se posterga el pago de los vencimientos de capital previstos hasta agosto de 2006 por US$ 21.610 millones. De ese total, US$ 12.500 millones son compromisos con el Fondo Monetario Internacional; US$ 5622, con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y US$ 3488 millones, con el Club de París y otros acreedores.
Intereses: en el período del acuerdo, el país deberá abonar US$ 2100 millones.
Cuentas fiscales: el superávit primario deberá ser del 3% del PBI en 2004. Las metas para los dos años siguientes no fueron establecidas.
Crecimiento: para 2003 se espera que la producción avance entre un 5 y un 6 por ciento. Para el período 2004-2006, el PBI crecería a un ritmo del 4% en promedio.
Exportaciones: se eliminarán gradualmente las retenciones a partir del 1° de enero de 2005. Además, en marzo de 2004 se corregirán los atrasos en los reembolsos del IVA.
Reforma impositiva: se ampliará la base del IVA y se reducirá gradualmente el impuesto sobre las transacciones bancarias. Cambios a la coparticipación.
Servicios públicos: se revisarán los contratos de privatización para analizar el futuro de las tarifas, observando el interés de los usuarios, las ganancias empresarias y el efecto en la distribución del ingreso.
Bancos: se reformará el sector público y se fortalecerá el sistema en general con el objetivo de generar más créditos. Se reducirán los niveles de encaje.
Inflación: la política monetaria apuntará a que el alza de precios se ubique en niveles de entre el 4 y el 7% anual.
Fondos externos: en 2004 habría un financiamiento de US$ 1200 millones, provenientes del Banco Mundial y del BID.
Aquel Stand By firmado en el 2003 incluía la meta fiscal de un superávit de 3% del PBI para el 2004, lo que Argentina sobrecumpliría a partir de un resultado primario de 3,5% del PBI. Esto implicaba que el país no necesitaría aplicar reformas estructurales ni fiscales, y que el FMI debería aceptar los lineamientos políticos y macroeconómica que se diseñaran para el Presupuesto 2005.
Sin embargo, la conducción de entonces del FMI encabezada por el español Rodrigo Rato, endureció la posición del organismo, y en una visita de septiembre del 2004 le exigiría a Lavagna nuevas medidas fiscales para mejorar la oferta con los acreedores privados que se negociaba en esos momentos dentro del proceso del primer canje de deuda organizado por el kirchnerismo. Finalmente el 17 de septiembre de 2004 Kirchner y Lavagna decidieron patear el tablero, renunciar a un nuevo acuerdo con el FMI y suspender de momento la relación entre Argentina y el organismo.
La negociación política de aquel acuerdo había sido obra del jefe de Gabinete Alberto Fernández. El actual presidente había encabezado las negociaciones políticas con la conducción de aquella época del FMI que derivaron en un acuerdo diferente a todos los contratos clásicos del listado habitual del organismo. Y que no implicaron nuevas presiones por ajustes fiscales, monetarios, previsionales o laborales. Simplemente se negoció en aquellos tiempos una extensión de los pagos y una flexibilidad de los intereses; en una relación que luego terminaría el 3 de enero de 2006, cuando Néstor Kirchner liquidó los u$s9.800 millones que se le debían al Fondo.
En el 2020, Alberto Fernández quiso volver a vivir esa experiencia política y negociar con el FMI un acuerdo único e irrepetible como el del 2003; que duró exactamente un año. Buscó extender los plazos, mejorar las tasas, aceptando la plataforma del "Facilidades Extendidas" clásico, pero pero sin las exigencias de reformas duras que impliquen ajustes que el Gobierno no está dispuesto a aplicar. Especialmente en los terrenos laborales y previsionales, donde además de la falta de voluntad política se considera que no existen (ni existirán por mucho tiempo) condiciones sociales y económicas para que el país avance en medidas de ese tipo; sin que en las calles de Buenos Aires y todo el país se vivan tiempos de zozobra.
Fue también en septiembre, cuando el entonces candidato Alberto Fernández se reunió con el enviado del FMI, el entonces director gerente para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, ante quién el próximo presidente declararía: “Nosotros negociamos muy duro con Horst Köhler en septiembre de 2003. Finalmente llegamos a un acuerdo y lo cumplimos. Y en diciembre de 2005 ya no le debíamos nada al FMI. Lo que hicimos es poner en marcha el aparato productivo del país. Ahora proponemos lo mismo”. Antes había sido muy crítico en un capítulo central: la habilitación para que se puedan utilizar los dólares del Stand-By para contener reservas. Fernández dejó en claro que “deberá aplicarse una política de crecimiento que le permita al país generar los dólares para pagar la deuda. Todo lo contrario del acuerdo actual”.
Para septiembre de 2004, Néstor Kirchner se mostraba enfurecido con la posición del director gerente del FMI Ratto. Consideraba que el español había violentado la palabra de caballero que le había dado al argentino el antecesor del español, el alemán Horst Köhler; y que desde la Argentina se había sobrecumplido la meta de superávit fiscal del 2005. Y que no había nada que reclamar desde Washington. Fue en ese momento en que el entonces presidente argentino comenzó a mascullar una decisión histórica; y que transformó en realidad en enero de 2006. El 3 de enero de ese año decidió liquidar al contado toda la deuda con el organismo, pagando de una sola vez unos U$S 9.810 millones. Ese dinero prácticamente coincidía con el total de los pagos por retenciones a las exportaciones primarias (especialmente soja) de todo el ejercicio 2005.