Opinión 09/01/2022 12:31hs

Humor político: Educando a nuestras bestias peludas

De la mano de esta dirigencia solo tenemos dos opciones: o se la soltamos y nos hundimos en un caos anárquico o los ayudamos a ser mejores. Y dado que la antipolítica es la peor de las políticas, no nos queda más remedio que ayudarlos.

Máximo, Cristina, Alberto, Massa, Morales, Macri, Larreta y Manes.
Máximo, Cristina, Alberto, Massa, Morales, Macri, Larreta y Manes.

Para empezar el año con el pie derecho lo primero que debemos hacer es tratar de mejorar la actitud y tomarnos la vida con calma. También es importante ser tolerantes y comprensivos con el otro manteniendo el equilibrio emocional para que la energía fluya de manera productiva y no se disperse en asuntos que nos sacan de eje. Finalmente, intentemos mirar la actualidad con misericordia para que cuerpo y alma armonicen en paz permitiendo una percepción mucho más amigable y serena de la realidad. Dicho esto, algo tenemos que hacer con esta dirigencia de hijos y nietos de la recontraremil putas como los que aprobaron la reelección indefinida en la Provincia de Buenos Aires. De eso se trata el 2022.

Ya sabemos que en este 2022 vamos a tener que lidiar con la mismos inútiles que lidiamos en 2021. Siempre se puede sumar un estúpido nuevo, pero básicamente estamos hablando de la misma tripulación que nos trajo hasta acá.

De la mano de esta dirigencia solo tenemos dos opciones: o se la soltamos y nos hundimos en un caos anárquico o los ayudamos a ser mejores. Y dado que la antipolítica es la peor de las políticas, no nos queda más remedio que ayudarlos. A propósito de la antipolítica: qué conductor de entretenimientos se perdió Sofovich con Javier Milei. Ni Gildo Insfrán se animó a sortear sueldos para ganar votos. Genial.

Retomando el tema, debemos asumir la responsabilidad de educar a nuestra dirigencia. Hay que enseñarles economía, ciencia política, historia, matemáticas, en algunos casos a leer y escribir, en fin, todas esas cosas que muchos dirigentes alegremente desconocen. Si le ponemos amor, esfuerzo y paciencia tal vez podamos transformar a estas bestias peludas que vienen destruyendo el país desde hace años en algo un poco más presentable.

En principio cada votante debería hacerse cargo de los propios. El que en la urna depositó boleta kirchnerista recibirá dirigente kirchnerista y el que depositó boleta de Juntos por el Cambio recibirá algún muñeco de ese tumulto republicano. Para ordenarnos de alguna manera, hablaremos de “ellos” cuando se trate de oficialismo y de “nosotros” cuando se trate de la oposición. Esto es solo a efectos didácticos porque en términos prácticos ya empiezan a indignarnos ambas pandillas por igual.

Ejemplo: el diputado peronista Luis Rubeo, que en plena crisis se fue con la novia a tomar sol a las Islas Maldivas en el Océano Índico y se sacaron fotos en la playa juntitos en patitas y en culito, es todo de “ellos”. Arréglense. La diputada Brouwer de la UCR que se estaba rascando el higo en Disney mientras la oposición perdía por un voto la votación sobre bienes personales, es toda de “nosotros”. Igual que el diputado Álvaro González (PRO) que en lugar de Disney prefirió rascárselo en Alemania. Dos nuestros. La diputada Sánchez Jáuregui que fue electa por Juntos por el Cambio y ahora se pasó al Frente de Todos es mitad “nuestra” y mitad de “ellos”. En este caso habría que consultar a la Corte para dirimir quién se hace cargo de esta trucha. Como se ve, damnificados somos todos.

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Obviamente, en cualquier democracia del mundo todos estos intachables serían despedidos inmediatamente. Decimos intachables no porque sea gente correcta sino porque no hay manera de tacharlos, siempre están. Por eso nuestra responsabilidad es reeducarlos. Usted dirá amigo lector que estamos hablando de personajes muy menores y eludimos los peces gordos. Es verdad. Vayamos entonces con los campeones mundiales que nos conducen.

En principio, veamos el caso del “presidente”. Y antes que nada, vaya desde acá nuestra felicitación para la “máxima autoridad” quien acaba de ser elegido presidente de la CELAC, un organismo impulsado por Chávez y Castro que reúne a los países de América con excepción de Canadá y EEUU porque justamente es una institución que se dedica a insultar a ambos imperialismos opresores. Si yo fuera Fernández lo primero que hago es cambiarle el nombre y en lugar de CELAC le pongo CALAB (Club Atlético La Banana). Es una sugerencia nomás.

Si bien el kirchnerismo ya ha demostrado varias veces que le gustaría reeducar a Alberto, deberían ser más comprensivos y ver la parte positiva. Al fin y al cabo, malos presidentes tuvimos muchos. Los hubo criminales, chorros, burros, inútiles o distintas combinaciones de estas virtudes. Pero lo que nunca habíamos tenido en la Casa Rosada es un presidente chanta. Una rareza que, vista en perspectiva histórica, no está tan mal porque un chanta tiene una faceta divertida.

Por un lado te levanta el dedito y se pone solemne para ordenarte la cuarentena y después sale fotografiado en un cumple con el cotillón en la cabeza. Es capaz de decir que Cristina armó un plan de encubrimiento con los iraníes y al toque declarar que el Memorándum fue un buen intento (siempre es lindo recordarlo). El 14 de noviembre Alberto anunció con cara de estadista por cadena nacional que en la primera semana de diciembre iba a mandar al Congreso un “Plan Plurianual”. Ya estamos en la primera de enero y todavía no mandaron ni el pan dulce. El tipo te mira con cara de “fábrica no me está entregando” y a otra cosa. Como hizo con las vacunas. O como hace con Cristina quien le contó al país por carta que se reunieron 19 veces y no le cumplió nunca. Después Alberto sale por televisión y le dice “quedate tranquila, Cristina”. Si lo pensamos bien es un sketch. Aunque medio baqueteado, tenemos un Isidoro Cañones en la Rosada y no lo estamos valorando.

Por supuesto del lado “nuestro” tenemos una tarea titánica: educar a Manes, Larreta, Lousteau, Bullrich, Vidal, Morales (pobre al que le toque Morales) y por supuesto al Gato que, como todo el mundo sabe, es el culpable de todo. El “Ah, pero Macri” sirve para la inflación, la pobreza, la deuda, el déficit, los espías, la manipulación de la justicia y mil cosas más, menos para una: los cortes de luz. Esa es toda de “ellos”. Enterita. Veinte años de política energética de los Kirchner generaron esta catástrofe nuestra de cada verano.

Cada vez que un argentino debe tirar lo que tiene en el freezer es culpa de Cristina. Cada negocio que manda a la basura toda la mercadería podrida, es culpa de Cristina. Cada ciudadano que se queda encerrado en un ascensor o está una semana sin agua, es culpa de Cristina. No hay forma de endosarle el asunto a nadie. Se lo explicaron a Ella de mil maneras y nunca lo entendió. Así arruinó el sistema energético argentino. Punto. Edúquenla.

¿Que tienen en común nuestros geniales dirigentes? Las ganas de matarse entre ellos. La desesperación por enfrentarse e incendiar todo. Por eso, la primera lección del año es la nota escrita por Jimmy Carter en el NYTimes de este miércoles y reproducida en Clarín bajo el título “Temo por nuestra democracia”. Para los despistados, James Carter fue el presidente de EEUU que entre 1977 y 1981 hizo por los DDHH muchísimo más de lo que los Kirchner dicen haber hecho y jamás hicieron.

En síntesis, la nota de Carter explica que la defensa del sistema democrático requiere que la dirigencia evite, en la desesperada búsqueda de votos, montarse en los deseos confrontativos de la sociedad. Y que a veces hay que priorizar la salud del orden republicano frente a la tentación de polarizar para ganar.

¿Cual es la consecuencia directa y final de la polarización en nuestro caso? Fácil: de cada 1.000 dólares que los argentinos ahorran en blanco, solo 60 están en el banco de la esquina y 940 se esconden. ¿De que se esconden? De ustedes, queridas bestias peludas. Así de simple.

Cerramos esta primera nota del 2022 con una pregunta clave para nuestros dirigentes, ahora en clase: ¿Qué se conoce en la historia del siglo XX como Los Acuerdos de Viernes Santo de 1998?

Minuto Odol en el aire. Continuará…

 

Alejandro Borensztein

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