Las dudas fueron razonables en los primeros meses. Si el último contacto de Facundo fue con un policía. Si hay tres testigos que dicen haberlo visto cuando lo subían a un patrullero. O sí se encuentra una pertenecía del joven en un destacamento, todos los números se los llevaba La Bonaerense. Con una historia negra, todo hacía pensar que la “maldita policía” era responsable de la desaparición y muerte del joven.
Sin embargo, avanzada la investigación, todo cambió. Y la verdad salió a la luz en el expediente (el relato mediático se mantuvo). Si quedó comprobado que la última persona que estuvo con Facundo NO fue un policía como hicieron creer, sino una adinerada productora rural que lo llevo cuando el chico hacía dedo y lo dejó en las vías que conectan la ruta 3 con Cerri.
Si la autopsia del prestigioso Equipo Argentino de Antropología Forense concluyó que el joven murió ahogado en el lugar que apareció su cuerpo, que murió sin la participación de terceras personas y que no fue torturado, ni apuñalado ni baleado. Y que el cadáver no fue plantado ni puesto en cal como instalaron mediáticamente. Los testigos de la querella (que dicen haberlo visto subir al patrullero) no pegan una en su relato (pero ni una) y sus contradicciones y mentiras son flagrantes.
Y si el “adiestrador” de perros que hizo los hallazgos (amuletos y otros) en diferentes lugares es (demostradamente) un delincuente plantador de pruebas, la pregunta que se impone es… ¿le importa la verdad a los que insisten para que la causa siga abierta? La respuesta es obvia.
La semana pasada, la jueza Gabriela Marrón fue desplazada del caso. La funcionaria aguantó las operaciones más berretas y obscenas que se recuerden. Y se bancó la presión mediática, judicial y política. ¿Lo contará alguna vez?
Casación la corrió bajo argumentos técnicos: dijo que la magistrada tenía una idea formada sobre lo que había sucedido con Facundo. Y la verdad es que sí. Con la abrumadora prueba acumulada durante casi dos años. la conclusión se vuelve obvia. Quizás, sus fundamentaciones fueron tan contundentes que sonaron a sentencia definitiva. O tal vez, el freno en seco a algunos disparates planteados que buscaban dilatar y confundir le costaron caro.
Pese a la sorpresa inicial, fuentes cercanas a la magistrada afirman que “en definitiva es lo mejor que pudo pasar, así el expediente es repasado y conocido íntegramente por otro juez federal que sacará sus propias conclusiones”.
Y aunque Marrón hubiese merecido concluir la causa, lo importante en una investigación judicial no son las personas, sino las pruebas. Eso es lo único que vale. En ese punto, Casación dejó en firme todo lo investigado y no sólo eso: terminó con la discusión en torno al meneado informe del IADO-CONICET, ese que complementa el trabajo del Equipo de Antropología Forense.
Allí, tal como lo publicó en exclusiva este medio, se explica que pasó con Facundo y la mecánica de la muerte. Salvo que quemen el edificio de tribunales con la causa Astudillo adentro, nunca podría llegarse a dobles interpretaciones sobre lo sucedido. Ni siquiera los fiscales que, por supuesto deben despejarse todas las dudas, podrían negar la prueba dura a la que arribaron profesionales y científicos de fuste de todo el país.
Insistir con la “prueba” del delincuente y perito trucho de Herrero y minimizar la evidencia científica es la locura total (¿y delictual?) La causa está concluida, pero como las cuestiones políticas pesan (tanto o más que el expediente), es de esperar que sigan trabajando para “manteniendo viva” la causa.
“Hasta que no se vaya el facho de Berni, le seguiremos tirando el muerto. Lo que nos sobra es tiempo”, repite alguien que admite que la interna K y “la cruz” que le hicieron los organismos de Derechos Humanos al funcionario provincial se militará todo el tiempo.
Y agrega: “Fue el Estado. Si no lo mataron directamente, lo dejaron morir porque estaban todas las rutas cortadas y el pibe se mandó por las vías para que no lo detengan. El Estado debe hacerse cargo. Fue la cuarentena. Que pague Alberto o Kicillof”.
Desesperados desde la querella, y sin que se les mueva un músculo de la cara, corren hacia adelante y hacen una doble acción: atacan al Equipo Argentino de Antropología -reconocido en el mundo entero por las identificaciones de cadáveres de desaparecidos- y avalan al “peritrucho” detenido. Sí, aunque usted no lo crea.
Sobre el informe del EAAF, desde la querella opinaron: “es un informe tendencioso, tenían todo armado. Sabíamos que dentro del Equipo de Antropología hay funcionarias del Estado”, dando a entender que los profesionales fueron “comprados”. En paralelo bancan al bizarro sembrador de pruebas: “Reivindicamos el trabajo de Marcos Herrero. Su actuación fue absolutamente regular”.
Mientras la novela sigue generando capítulos para el entretenimiento, en la vida real unos parias siguen estigmatizados en sus propios pueblos. Ellos ya tienen la condena: es el proceso. Que la causa siga abierta por tiempo indeterminado, cuando la verdad afloró hace rato, es la sentencia y la muerte social y personal. Es la Argentina que supimos conseguir. (Informe de La Brújula)