“Yo viví situaciones raras. Y ahora, cuando las pienso con todo esto que estamos viendo, me parecen más raras todavía. Raras y peligrosas”, dice un ex funcionario de María Eugenia Vidal. Se trata de un hombre que manejó recursos públicos, que administró personal, que durante varios años se movió en autos con choferes -que a la vez hacían de custodia- y que se supone formado para las tropelías de la vida política argentina. Nunca lo admitiría en público, pero esa piel imputrescible que fue adquiriendo durante tantos años hoy no resulta suficiente: ese hombre tiene miedo. Se le nota y lo dice.
De pronto, como si se tratara de un recurso del cine -una analepsis o flashback- los ex ministros de Vidal se vieron obligados a anclarse en escenas del pasado. A pararse exactamente en determinada situación para analizar si tal o cual reunión pudo haber sido filmada. Esto es: si muchas de las barbaridades que se pueden decir o planificar en privado, de modo exagerado, subliminal o, peor, con cabal intención, pudieron haber sido grabadas clandestinamente. ¿Y si existen, como se especula, otros videos prohibidos? Peor: ¿Y si las grabaciones no se limitan a la política? .
En el canal C5N se arriesgó una cifra impactante: se dijo que hay 400 horas de filmaciones ilícitas. El dato circuló rápido. La preocupación no solo asalta a quienes trabajaron para Vidal. También los ex funcionarios de Mauricio Macri lucen inquietos. Los principales protagonistas de la oposición, incluso los que fueron espiados, cerraron filas hace tiempo: descartan que el ex presidente haya estado al tanto del espionaje. ¿Quién los ordenó entonces? La Cámara Federal habló de cuentapropistas. Pero desde la aparición del video la paranoia crece y los que creían una cosa hoy podrían estar creyendo otra.
Uno de esos ex funcionarios temeroso confesó entre sus íntimos que empezó a atar cabos de momentos incómodos que le pasaron durante la gestión, que juzgaba azarosos, y que ahora sospecha que no lo eran. Las conjeturas se multiplicaron. Se empezó a pensar en gente que iba de un lado a otro sin saber bien qué tarea cumplía, pero que a la vez participaba -o se les permitía presenciar- charlas importantes. Hay ex funcionarios que ahora dejan saber sobre conversaciones de solo dos personas que llegaban luego a lugares impensados. O llamados anónimos. Y algo no menos inquietante: desgrabaciones de conversaciones telefónicas. Puede dar fe una alta funcionaria del Gobierno nacional anterior, a la que, un día cualquiera, le habría llegado un sobre anónimo de papel madera con una transcripción de una de sus charlas.
Hay temas pesados que podrían irrumpir si hubiera más videos prohibidos. El puntapié se vio esta semana. La atmósfera política se alteró ante la filtración de una reunión en las oficinas porteñas del Banco Provincia, el 15 de julio de 2017. El documento fue presentado a la Justicia por las autoridades de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Allí se ve al ex ministro de Trabajo bonaerense, Marcelo Villegas, decir que “si yo pudiera tener una Gestapo, una fuerza de embestida para terminar con todos los gremios, lo haría”. En la filmación se apunta a reclutar pruebas contra Pablo “El Pata” Medina. En la mesa hay tres funcionarios de la AFI.
La grabación de esa escena, que en realidad pertenece a dos horas de filmación, requirió una ingeniería compleja, hecha por verdaderos profesionales, según estiman quienes se zambullen en ese submundo. El kirchnerismo, y Cristina Kirchner en especial, tratan de sacar ventaja. Para ellos la maniobra formó parte de un plan sistemático de persecución que lideró Macri y que abarcó a jueces, fiscales y periodistas. La famosa teoría del lawfare, que podría derrumbarse tan solo con mirar los expedientes de las causas por corrupción que afectan a la ex presidenta.
Vidal se enteró de la existencia del video en la previa de la Navidad, unos días antes de que se difundiera. Estaba en Pinamar, donde pasa sus vacaciones junto a su familia. No quiso hablar del tema en los medios. Tampoco Macri. El espionaje dejó marcas. Ella misma fue espiada mientras era gobernadora. Fue una semana difícil para Vidal. Quizá la peor desde que dejó la Gobernación. El video se acopló a una nueva ley aprobada en la Legislatura bonaerense, en tiempo récord, para habilitar otra reelección de los intendentes. Ella y Sergio Massa se jactaron durante mucho tiempo de esa iniciativa, que bloqueaba la intención de los alcaldes de perpetuarse en el poder.
La maniobra del oficialismo contó con el guiño de muchos dirigentes del PRO y de la UCR. Varios de ellos que, se suponían, eran incondicionales a Vidal, como Fabián Perechodnik, que fue el secretario general de la gobernación. Los intendentes del PRO hicieron su aporte, en especial el platense Julio Garro y el lanusense Néstor Grindetti, que transitaron los pasillos de la Legislatura para hablar con los diputados. Con una diferencia: Grindetti dijo que no se presentará por un nuevo mandato y Garro es uno de los más entusiastas con aferrarse al sillón.
La oposición pudo terminar 2021 empalagado de éxitos después de su triunfo electoral. No lo hizo. La voracidad de la información y sobre todo sus propios errores conspiraron en el final del año. Como suele explicar el consultor Juan Germano, de Isonomía, en los últimos tiempos la dinámica en el país hace que se vivan “micromomentos” y que se pase de la euforia a la desazón “de un lado y del otro de la grieta”.
Aun habiendo consolidado una notable victoria en las urnas, Juntos por el Cambio se asoma a 2022 enredado en sus propias disputas, cuando no de hechos inverosímiles como facilitar la aprobación de una ley, en parte, por la estadía de una diputada que acababa de jurar y se fue a Disney (Gabriela Brouwer de Koning) o de otra que facilitó el quórum (María Clara del Valle Vega) para que el Frente de Todos modificara Bienes Personales. No es agradable para quienes sueñan con ser la renovación a este Gobierno que ya se hable tan livianamente de Juntos por el Cargo.
Macri estalló de furia desde su descanso en El Cumelén. Habló de un retroceso. Rodríguez Larreta prefirió zigzaguear el tema. Los exégetas del jefe de Gobierno admiten: “No nos podemos tirar en contra de los intendentes que nos van a ayudar dentro de dos años a ganar las elecciones”.
Alberto y Cristina acompañaron la ley en favor de los intendentes con el silencio. Ellos siempre estuvieron del mismo lado, hay que decirlo. Lo mismo que La Cámpora. Cuantas más reelecciones mejor para el proyecto. Los privilegios no se tocan, menos si, en teoría, sirven para traccionar votos.
La cuestión siempre está en la cabeza de los políticos, por más crisis económica y pandemia que haya por delante. Bien puede decirlo el Presidente, que apenas perdió las elecciones habilitó las PASO para 2023 y reveló sus ganas de seguir cuatro años más. Hay un incipiente plan en marcha. A23, lo llaman. Se han impreso ya los primeros afiches. La movida la encabezan los mismos que, durante el primer año de Gobierno, le propusieron a Fernández crear el albertismo. Sus amigos de toda la vida. Alberto se negaba. Hoy no se niega, aunque les aclara, acaso para que llegue a oídos de Cristina: “No haré nada en contra de Cristina”. Vuelve a sonar una frase conocida: contra ella no se puede, sin ella no alcanza.
Los cristinistas más puros avisan en privado que no tolerarían un segundo mandato de Fernández. La disputas subyacen en el mundo oficialista. “Necesitamos menos peleas y más Gobierno”, dijo hace unos días Ricardo Pignanelli, el jefe de SMATA, en una reunión con dirigentes del peronismo clásico.
Como Cristina, los críticos que no sacan los pies del plato creen que es de mediocre para abajo la administración de Alberto y que hay poco para resaltar. Los artistas militantes que acompañaron a la vicepresidenta en Pilar, en el brindis de fin de año, se lo dijeron. El actor Dady Brieva se lo preguntó sin vueltas: “¿Qué va a pasar en 2023?", preguntó. Ella solo se rió.
Eduardo “Wado” De Pedro, el ministro del Interior, avisó que, si hay primarias, La Cámpora tendrá su candidato. Pero para diferenciarse del albertismo dijo que no es tiempo de candidaturas y aseguró que ni él ni Máximo Kirchner serán candidatos. Le faltó agregar: por ahora.
"Wado" se ha instalado como posible delfín de Cristina. Él siempre dijo que la tartamudez lo complicaba para una candidatura importante. Pero su equipo de prensa ha montado una campaña para que ese supuesto inconveniente se convierta en una fortaleza. Máximo nunca salió de la grilla. Y Cristina no descarta que pueda ser una mujer.
La danza de nombres va y viene. Del oficialismo a la oposición. La crisis se mantiene ahí, indómita.