Una medida proteccionista, acordada entre ambientalistas, la dirección Nacional de Vialidad y la empresa Decavial SA, frenó una parte de los trabajos que se vienen haciendo en la construcción de la autopista de la ruta nacional 33 entre Bahía Blanca y Tornquist: la presencia de una barranca donde anida una especie protegida obligó a detener las tareas, hasta que los animales emigren de allí.
El lugar en cuestión es el kilómetro 29,5 de la traza, donde actualmente se están llevando a cabo trabajos para instalar una segunda vía de pavimento. Sin embargo, cuando llegó el momento de tirar abajo los montículos que había ese sector, algunos proteccionistas advirtieron que había una comunidad de loros barranqueros y sus crías recién nacidas.
Por ello se decidió dejar -por un tiempo- una suerte de pared de unos 5 metros de ancho, hasta que llegue el momento en que los animales emigren del lugar, algo que ocurriría a mediados del mes de enero. Mientras tanto, la contratista continúa trabajando en las inmediaciones del lugar.
“Se trata de una especie típica de Argentina y Chile, que solo vive en Sudamérica y que está catalogada como amenazada, por más que hasta hace un tiempo había llegado a ser categorizada como plaga. Sin embargo, en la actualidad, con el impacto que se está produciendo en los ambientes naturales de monte, donde obtienen la comida, la población ha ido decreciendo. Por ello hoy está protegida”, señaló el investigador especialista de GEKKO, del departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la UNS, Pablo Petracci.
Al respecto, aclaró que los barrancos como los que hoy ocupan estos animales no son sus hábitats frecuentes, ya que antes utilizaban otros que estaban más próximos a cursos de agua como los ríos Sauce Chico y Grande, el Napostá o Quequén Salado.
“Sin embargo, cuando la pandemia obligó a detener las obras, los loros colonizaron esas barrancas”, sostuvo.
Al observar que las máquinas avanzaban sobre la colonia de nidificación, Petracci advirtió a la constructora sobre lo que estaba ocurriendo y se decidió frenar los trabajos en ese sector puntual, hasta que los pichones crecieran y pudieran volar de ahí. En ese momento, se tirará abajo el montículo.
“Estos loros hacen cuevas con una profundidad de no más de 2 metros, por lo que sugerí que dejaran un lugar de hasta 5 metros de ancho, hasta una fecha determinada. Por el crecimiento de los pichones, entiendo que podrán volar de allí a mediados de enero”, explicó.
Petracci destacó también la buena predisposición tanto de la DNV como de la empresa constructora que, al ver que se podría causar un daño ambiental, buscaron alternativas para evitarlo.
"No hay que llegar a una confrontación. Cuando uno presenta el problema y también una posible solución técnica, se puede llegar a estos resultados", dijo.
En ese sentido, el director del Distrito 19 de Vialidad Nacional, Gustavo Trankels, destacó que se aplicó una “mirada comprensiva desde el punto de vista ambiental”.
“La obra la tenemos que hacer, pero tratamos de minimizar el impacto tanto en la fauna como en la flora. También agradecemos la intervención de la gente que se preocupó por el tema”, señaló.
Además, destacó que desde la institución se trata de trabajar en conjunto “no solo para que se haga una obra que va a servir y mejorará la calidad de vida a los vecinos, sino también cuidando el ambiente y las comunidades que están alrededor”.