Viaje a la "fábrica" del cannabis: cómo se produce el aceite en el primer laboratorio industrial del país

Especial de Clarín. VIDEO: Un equipo de Clarín visitó la planta de Cannava en Jujuy. La empresa estatal quiere empezar a venderlo en las farmacias. Para qué se usa.
  • Jorge Orlandi, el responsable de cultivos en Cannava. Jorge Orlandi, el responsable de cultivos en Cannava.
  • Roxana Cabana es química y doctora en alimentos. Y trabaja en Cannava Roxana Cabana es química y doctora en alimentos. Y trabaja en Cannava
  • Viaje a la ”fábrica” del cannabis: cómo se produce el aceite en el primer laboratorio industrial del país
  • En Jujuy quieren reemplazar la matriz productiva del tabaco con cannabis para uso medicinal. En Jujuy quieren reemplazar la matriz productiva del tabaco con cannabis para uso medicinal.
  • El trabajo en el laboratorio. El proyecto de Cannava contempla toda la cadena de producción. El trabajo en el laboratorio. El proyecto de Cannava contempla toda la cadena de producción.
  • Frascos con el aceite en distintas instancias de producción Frascos con el aceite en distintas instancias de producción
  • El aceite, terminado. Esperan que el año que viene llegue a las farmacias de Jujuy. El aceite, terminado. Esperan que el año que viene llegue a las farmacias de Jujuy.
  • Verónica Orlandi es familiar de Jorge. Su hija mejoró con el aceite de cannabis Verónica Orlandi es familiar de Jorge. Su hija mejoró con el aceite de cannabis
  • Gastón Morales, presidente de Cannava, en las oficinas del laboratorio. Gastón Morales, presidente de Cannava, en las oficinas del laboratorio.

 

La química de ambo gris camina derecho por el laboratorio hasta una mesada de granito y muestra tres recipientes de vidrio. Cada uno representa una de las etapas en la producción del aceite de cannabis medicinal que realiza la empresa estatal Cannava, en Jujuy, y que el Gobierno provincial busca llevar a las farmacias de la provincia en 2022.

 

Las tres pipetas brillan bajo la luz blanca. La de color verde eléctrico contiene fragmentos de cogollos (flores) cosechados en la empresa; la marrón oscura, la resina espesa que se obtiene tras pasar ese material vegetal por distintos procesos de extracción; y la de amarillo claro, el producto final, patentado como Cannabidiol CBD10, que es la mezcla de lo anterior con un aceite de sésamo.

 

Por primera vez en la historia de la Argentina, la marihuana está en un laboratorio industrial y lo que implica es que los pacientes que necesitan tratamientos con cannabis podrán conseguirlo a precios más accesibles que a través de la importación desde el exterior. 

 

Además, está la cuestión de la dosificación. Aunque muchas familias lo fabrican de manera artesanal gracias al conocimiento construido a través de organizaciones como Mamá Cultiva, la producción industrial tiene la ventaja de cualquier formulación de grado farmacéutico.

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“Se puede garantizar que no haya microorganismos que afecten a la salud de la persona y que el paciente reciba exactamente la concentración de cannabinoides que necesita”, explica la química, Roxana Cabana.

La encargada del departamento de Control de Calidad de Cannava pasará las tres pipetas por una máquina de procesamiento HPLC (cromatógrafo líquido de alta resolución, en sus siglas en inglés), para medir los niveles de concentración de cannabinoides. Sonríe: “El cannabis es una especie que estuvo demasiado tiempo en el cajón de las investigaciones”.

 

La estigmatización de la planta viene en retroceso hace décadas en el mundo, pero los avances son lentos. En Latinoamérica, Colombia y Uruguay ya son productoras, pero todavía son pocos los países, como Canadá, Alemania e Israel, con trayectoria industrial en la producción de cannabis medicinal, y hasta fines de 2020 la ONU clasificaba a la marihuana en su lista de drogas más peligrosas del mundo, junto a la heroína.

 

Los científicos del noroeste argentino son testigos en carne propia de este cambio. Roxana Cabana, por ejemplo, tiene 45 años, nació en Abra Pampa, una ciudad de 8.000 habitantes de la Puna jujeña, y se formó como química y doctora en alimentos en universidades nacionales de la zona. Hace pocos años, solo sabía que la marihuana tenía un uso recreativo.

 

 No fue hasta 2017, cuando se aprobó la Ley 27.350, que autorizó el uso terapéutico y paliativo del cannabis, que comenzó a escuchar de los tratamientos para el autismo, la epilepsia y enfermedades oncológicas, entre otras. “Ahí fue que empecé a leer más y más de esto”.

 

Ahora, hay más médicos formados en el uso terapéutico del cannabis, es más fácil importarlo desde el exterior, las obras sociales cubren el costo y la provincia difunde sus beneficios cotidianamente. Como contraparte, se generó un circuito trucho y las cremas y soluciones cannábicas –de dudosa procedencia- se consiguen hasta en las ferias de artesanos de Tilcara.

 

“Mi papá murió de cáncer de estómago, así que vi como la morfina tenía sus efectos. Saber que ahí hay un ingrediente natural que pudo haberlo ayudado y que puede ayudar a todas esas personas a pasar la enfermedad y a mejorar la calidad de vida en esas instancias es lo que hace que yo apueste por este por este proyecto”, asegura Roxana.

 

 

Cómo se hace a gran escala el aceite de CBD
 

Los principales pasos para el procesamiento farmacológico del cannabis son la extracción, que se hace con etanol; la evaporación, donde se separa ese solvente; la descarboxilación, proceso por el que se activan los cannabinoides; la purificación, que logra un aceite refinado al 98% y la formulación final, para la que se mezclan las concentraciones necesarias del ingrediente farmacéutico activo (IFA) obtenido con aceite de sésamo.

La finca El Pongo, a media hora al sureste de San Salvador en la localidad de Perico, se convirtió hace tres años en la sede principal de la empresa estatal Cannava, la primera en recibir autorización para comenzar a producir cannabis en el marco de la ley que habilitó su uso medicinal en 2017. Fue la única habilitación para esos fines otorgada a una provincia en la gestión de Mauricio Macri.

 

El Gobierno entregaba entonces una oportunidad de privilegio al gobernador aliado Gerardo Morales, que hoy describe a la planta de cannabis como “virtuosa, fantástica, tremenda" y destaca en cada acto no solo la oportunidad de garantizar el acceso a esta clase de medicamentos a cientos de posibles pacientes, sino de encabezar un cambio de la matriz productiva hacia un modelo más sustentable.

 

En diez años, sueña el gobernador, la provincia reemplazará con cannabis el cultivo de tabaco. Las enfermedades relacionadas con el consumo del cigarrillo representan más de 120 muertes por día en Argentina, el 13% de las defunciones al año en el país. 

Como era de esperar, la Cámara del Tabaco de Jujuy no se entusiasmó con la propuesta. Pero el modelo que propone el gobernador apunta a fortalecer la producción de cannabis, la industria del litio y la apuesta a la energía solar, en el marco de una agenda que va más de la mano con el turismo, uno de los principales ingresos para la provincia.

 

 

El proyecto pionero
 

Hoy, Cannava es la empresa estatal más avanzada en el desarrollo tecnológico para producir productos medicinales derivados del cannabis y a diferencia de otros proyectos, contempla toda la cadena de producción: desde la siembra al procesamiento farmacológico del producto final.

 

En el país hay más de 15 iniciativas que están en marcha, aunque se encuentran en diferentes etapas. Entre las más destacadas, luego de la de Jujuy, están las de San Juan (que se encuentra probando las primeras semillas) y La Rioja (comenzó a cultivar en septiembre). También hay proyectos, aunque más iniciales, en Misiones y Río Negro, así como también en el municipio bonaerense de General Lamadrid.

 

Ser los primeros implicó para Jujuy desde tramitar habilitaciones para importar las primeras semillas hasta trabajar en un laboratorio de investigación en la creación de la fórmula de aceite de CBD, uno de los cannabinoides de la planta de cannabis. Como parte del lanzamiento, la empresa entregó en octubre a 50 pacientes del Hospital Arturo Zabala, en Perico, el primer lote de aceite de cannabis, que se les proveerá de manera gratuita de por vida.

 

En 2022 -dicen que incluso antes- el producto estará disponible en farmacias jujeñas, pero para el resto del país faltará un poco más. Hasta el momento, con la habilitación por parte del Ministerio de Salud provincial, el producto puede comercializarse unicamente en Jujuy y siempre con receta médica. Lo que sigue es una inspección de la ANMAT, cuando estén operativas todas las máquinas del laboratorio industrial y, luego, el registro del producto para la comercialización en otras provincias. Estiman que será a mediados de 2022.

 

 

El impacto económico
 

¿Cuánto puede representar realmente a la economía de la provincia? “En cuanto a un crecimiento sostenido durante esta década, la industria del cannabis medicinal está valuada cerca de los 100 mil millones de dólares", asegura el presidente de la empresa, Gastón Morales, hijo del gobernador.

 

Y sigue: "En ese mercado, se van a destacar los proyectos que cumplan con la trazabilidad desde la semilla hasta el producto final y que tengan la aptitud de ir evolucionando de la mano de la ciencia y de ir incorporando la mejor tecnología y la mejor calidad al producto final”.

 

A eso se suma la posibilidad de darle un uso industrial al descarte de la planta de cannabis que tiene hoy la empresa. El cálculo es que de la misma forma en que cada hectárea de producción puede generar entre 1.500 y 2.000 kilos de flor, cada hectárea puede llegar a generar entre 3.000 y 4.000 kilos de biomasa vegetal -entre hojas y palillos-, susceptibles de ser volcados a un proceso de aprovechamiento industrial.

 

 Para eso, la empresa necesitará de la inminente sanción del proyecto de "ley marco regulatorio para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial", que ya tiene media sanción. Conocida como Ley de Cáñamo Industrial, complementaría a la Ley de Cannabis Medicinal, para legalizar los eslabones productivos, de comercialización y los subproductos derivados de la planta.

 

Con el “residuo vegetal” que se descarta hoy en Cannava, la empresa comenzará a investigar la posibilidad de producir materiales textiles, de construcción o bioplásticos. “Estamos esperando con expectativa la media sanción que aún le falta al proyecto, pero también cómo se va a ir reglamentando una vez aprobado. El Gobierno nacional tiene que garantizar el espacio de autonomía de las provincias”, sigue Morales.

 

Otra regulación que entusiasma en Cannava es la Resolución Conjunta Nª 5/2021 firmada en abril de 2021 entre el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Semillas (Inase) que creó un registro de semillas de Cannabis sativa L. para uso medicinal en el Registro Nacional de Cultivares y/o el Registro Nacional de la Propiedad de Cultivares del INASE.

 

Una segunda finca estatal, El Remate, será utilizada para implementar un centro de mejoramiento genético para producir semillas para el auto abastecimiento.

 

Desde la provincia, sostienen que el sector privado y los pequeños productores podrán participar de la industria, aunque la dificultad de sostener la trazabilidad –el registro en cada momento de cada etapa de la producción- presenta un desafío, a diferencia de otros cultivos.

“Primero, la idea es terminar de conformar los manuales de buenas prácticas agrícolas, que son fundamentales, que tiene el sentido de clasificar y sistematizar las buenas prácticas para que, cuando sea el momento y la legislación así lo permita a nivel nacional, podamos abrir la participación a pequeños y medianos productores privados”, asegura Morales.

 

 

“Yo era un viejo retrógrado”
 

Hubo que desempolvar recetarios en desuso. Para el terror de los encargados de los cultivos en campo abierto, las plantas de cannabis habían amanecido con un honguito de lo más típico, que con productos químicos se resuelve fácilmente, pero sin ellos, podría terminar con la cosecha.

 

Entre páginas amarillentas, uno de los empleados de la empresa encontró las instrucciones para hacer un funguicida casero y -perdido por perdido- se pusieron a machacar equisetum arvense, la planta que los abuelos conocen como cola de caballo.

“Fue remedio santo”, recuerda Jorge Orlandi, el responsable de cultivos en Cannava, mientras pasea entre las hileras de sorgo que plantaron para rotar con el cultivo de cannabis y recuperar el suelo, antes de la próxima siembra que planifican en diciembre, con 35 hectáreas.

 

Por otro lado, en contraste con el tabaco o la caña de azúcar, los principales cultivos que caracterizaron hasta ahora la matriz agropecuaria de Jujuy, el fin último de la producción de cannabis es lograr un producto medicinal y, para eso, el cultivo tiene que cumplir con todos los estándares farmacológicos dispuestos por la ANMAT.

 

“No usamos ningún tipo de agroquímicos ni nada sintético. Ni para plagas, ni para enfermedades, ni como nutrientes. Todo absolutamente orgánico”, enfatiza el encargado de campo. En el departamento de control de calidad del laboratorio industrial -entre las pipetas verdes brillantes como las que Roxana mostró antes a Clarín- la empresa analiza los contenidos de insecticidas y agroquímicos para garantizar esa “tolerancia cero”.

 

Dos operarios recortan hojas en uno de los nueve invernaderos de la empresa, tres de ellos utilizados temporalmente como depósitos. “No es una plantita que uno pone la semillita, le echa un poquito de agua, se va a la casa y a los cinco meses vuelve y cosecha”, describe.

 Aunque el cannabis es una planta “rústica”, que en California, Estados Unidos, se reproduce como plaga, para desarrollar todo su potencial requiere mucho control de las variables de humedad, Sol y nutrientes.

 

Orlandi avanza con su sombrero de ala ancha y muestra una hilera de plantas en macetas con riego por goteo que ya están a punto para la cosecha. Con la resina brillante en las flores, serán cortadas desde el tronco y llevadas con su etiqueta de trazado al laboratorio industrial donde se terminará de trimmear (separar las flores del resto) y secar.

 

Antes de ser bautizado por amigos como “el gaucho marihuanero”, el agricultor ya era encargado de la Finca El Pongo, aunque en ese entonces para el cultivo de maíz y alfalfa, además de algo de ganadería. “Si me hubieras dicho hace cuatro años que iba a estar cultivando cannabis, te habría corrido a patadas”, asegura. 

 

“Yo era un viejo retrógrado que pensaba que el cannabis era una droga que la usaban los vagos y los hippies -recuerda el hombre-. Cuando empecé con el proyecto este, me empecé a dar cuenta de que no era así. Y también empezaron a aparecer un montón de personas que yo conocía, que lo consumían en forma recreativa y en forma paliativa, a la que el cannabis les ha cambiado la vida. Mi sobrina, que tiene síndrome de West, es una de ellas”.

 

 

Formación para los médicos
 

A quince minutos del centro de San Salvador de Jujuy, Candelaria (19) recibe su alimentación por botón gástrico. La sobrina de Orlandi está en silla de ruedas, no habla y casi no interactúa con el grupo de enfermeros que la cuidan casi las 24 horas. Fue diagnosticada a los 6 meses de nacida con esclerosis tuberosa, una enfermedad que todavía no tiene cura y que, entre otras manifestaciones, le provoca epilepsia refractaria.

 

La adolescente consume un frasco de aceite de cannabidiol cada 10 días. Importarlo desde Estados Unidos les cuesta 150 dólares, pero hace un tiempo que lo cubre la prepaga. El trámite fue “engorroso” pero su mamá, Verónica Orlandi, dice que no hay trabas para los pacientes con epilepsia refractaria.

 

La mejora fue “notoria” a partir del uso del cannabis medicinal. “Las convulsiones son mucho más esporádicas y de menor intensidad”, percibe la jujeña y agrega que “en cuanto a lo conductual, Candelaria está mucho más conectada e interactúa más”.

 

Los cambios son pequeños. "Antes, se la veía como más aislada de su entorno. Ahora, alguien habla y ella dirige la mirada e interactúa con su cuerpo. Por ahí, estira la mano, cuando antes tenía una actitud mucho más pasiva, mucho más de introversión, digamos”, cuenta.

 La enfermera empuja la silla de Candelaria para permitirle tomar un poco de aire fresco. La chica no se inmuta. “El cambio para otros puede ser imperceptible, pero para los que vivimos esta realidad, tener una medicación que ayude a nuestros hijos a mejorar un poco es realmente maravilloso”, resalta Verónica.

Hace solo dos años que la familia encontró un médico neurólogo con conocimiento en tratamientos con cannabis. Antes había comprado el primer frasco de cannabis en Estados Unidos, pero no sabía cómo administrarlo: "La verdad es que no funcionó porque no estaba siendo guiada por un médico”.

 

Más del 80% de los médicos de Jujuy creen que no tienen conocimientos suficientes respecto del cannabis medicinal para poder incluirlo en tratamientos con pacientes, según una encuesta desarrollada por el Gobierno provincial entre abril y julio de 2021.

Además, el mismo estudio determinaba entre las principales trabas para el uso de aceites de cannabis en la provincia la falta de evidencia científica (38%) y los problemas de acceso, sea por el costo económico, la prohibición legal o la disponibilidad del producto (36%).

“Al ser una sustancia que por mucho tiempo estuvo prohibida y actualmente controlada, todavía hay mucho prejuicio en relación a este producto”, explica la médica oncóloga Carolina Ituarte, gerente del investigación clínica en Cannava, y sigue: “Aún hoy genera preocupación en parte de la comunidad sanitaria”.

 

La médica representa a Cannava en el Grupo de Trabajo de Cannabis Medicinal, que logró desarrollar la primera Guía de Manejo Clínico de Cannabis Medicinal publicada por el Gobierno provincial, que reúne la bibliografía más actualizada al respecto y que incluye las recomendaciones de la provincia para el uso de cannabis, tanto con CBD (que contiene la fórmula alcanzada hasta el momento), como con THC (cuyo desarrollo sigue en investigación en la empresa jujeña).

 

El grupo integrado también por referentes del Ministerio de Salud provincial, el colegio médico, de farmacéuticos y de biomédicos jujeños, así como también por madres y padres que integran la ONG Asociación Cannabis Medicinal Jujuy, también elaboró el prospecto médico del CBD10.

 

“El CBD rebajado al 10% se indica para la epilepsia refractaria del adulto y del infante, como segunda o tercera línea de tratamiento (cuando no funcionan las otras terapias de primera línea) para la enfermedad inflamatoria intestinal y para algunos síntomas asociados al cáncer como trastornos del sueño, náuseas, vómitos y estrés”, detalla Ituarte.

 

En ese sentido, advierte que no son los únicos usos que se le puede dar en los hechos. “En el prospecto, incluimos las indicaciones con aval de ensayos clínicos avanzados. Pero también existe dentro de la práctica profesional médica, la indicación fuera del prospecto, para tratamientos con un nivel de evidencia más bajo”.

 

En criollo, por la reglamentación de la ley de uso medicinal del cannabis, un médico podría recetar el aceite de cannabis para paliar trastornos de ansiedad y de sueño en pacientes no oncológicos, explica a Clarín la médica. En esos casos, el profesional asume la responsabilidad de lograr un tratamiento apropiado en cuanto al tipo de producto y su dosificación.

 

Con el CBD10, el aceite que estaría disponible en 2022, se podrá dar respuesta a las mamás de los niños con epilepsia refractaria, que "han sido el puntapié de este proyecto: las que se acercaron al sistema y luchan hace más de diez años para que sus hijos tengan un producto de calidad farmacológica en la provincia", festeja Ituarte.

 

"No significa esto que se vaya a contraponer con los aceites de fabricación casera. Pero es una herramienta más para mejorar la calidad de vida de los pacientes y también para que los médicos puedan hacer un control real de las dosificaciones para mejorar los tratamientos. Tardó en llegar este momento, pero acá estamos”.

 

 

Jujuy. Enviada especial?

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