Jonatan Viale con María Laura Santillán: “La trampa del kirchnerismo es dividir todo en dos”
En carne viva, habla de su tristeza y de su bronca. Mica, la mujer que lo salvó del derrumbe, la presencia de su papá, el Gobierno y el país
Joni Viale tiene 36 años. Así de joven, lidera el prime time de la tele por cable con su programa en La Nación +, y por lo tanto está en la línea de fuego. Su editorial tiene mucho rating. Un editorial distinto cada día, siempre muy crítico con el gobierno. Sin eufemismos, Joni dice todo lo que piensa con honestidad brutal. ¿Qué le pasa a la gente que elige verlo? Se siente representada, sienten que Joni dice lo que hay que decir. ¿Y los otros? Hay muchos otros a los que justamente no les gusta que la crítica sea dura e inflexible.
Este mismo año, el año de su éxito, Joni perdió a su papá, Mauro Viale, por el Covid. Su orfandad, su enorme tristeza y su bronca me conmueven. A mí y a muchos.
— Trato de caerle bien a todo el mundo, no se puede. No se puede. En algún momento pensé que se podía y después me di cuenta que no.
— Vos tomaste una decisión este año: sos más crítico que nunca.
— Creo que el gobierno tomó una decisión, quiso hacer todo mal. Entonces yo digo lo que pienso. Trato de interpretar lo que piensa la gente. Y acaba de pasar, el 67% de la gente dijo que el gobierno no está haciendo las cosas bien. Después hay matices, habrá gente que no lo ve muy mal, gente que lo ve mal y gente que lo ve bastante mal. Yo tengo mis días, hay días que lo veo bastante mal, hay días que lo veo mal y hay días que lo veo horrible. Hace mucho que no lo veo bien. Me cuesta mucho encontrar cosas que estén bien, de verdad. Me encantaría. Creo que el último gol que metieron fue el acuerdo con los tenedores de deuda del año pasado. Y después no encontré buenas noticias.
— Es un año muy difícil para todos, también para vos. Sin embargo hay momentos en que te divertís en la tele.
— Me divierto mucho con Eduardo (Feinmann), es un hallazgo. Yo tenía un prejuicio: uy, Feinmann, Feinmann, cómo será... Juan Cruz Ávila, nuestro gerente en el canal anterior dijo ‘es un divino, es un dulce de leche’. ¡¡¿Qué va a ser un dulce de leche?!! Es Eduardo Feinmann, dije yo. “No, olvidate. Cuando lo conozcas…”. Tuvimos el primer pase juntos, duró cinco minutos, fue horrible. Dije mmm, no, no. Segundo pase, duró diez minutos, mejoró. Tercer pase, ya era mi amigo. Nos reíamos, jugábamos generacionalmente, fluyó. Y ahora encontramos esto que... no sé cómo definirlo.
— Es un gran momento televisivo.
— Puede ser. Puede ser.
— Es un momento en el que el televidente no sabe qué va a pasar.
— Cada uno tiene su cosita para sorprender al otro, y después todo es muy genuino, muy espontáneo. Creo que ahí está el tema. Yo lo veo ahí que se ríe, yo me tiento, él me ve a mí, y sale así.
— Eduardo Feimann creció en este último tiempo ?
— Sí, para mí está en su mejor momento. Si se lo decís se pone colorado, le da vergüenza. Ahora se ríe de sí mismo. Encontró un personaje muy divertido. Nosotros jugamos. Hacemos periodismo, damos información y en un momento nos relajamos. Se necesita un poco de aire. En este país necesitás un poco de oxígeno.
— Hay dos climas: uno con él, relajado y otro duro.
— El editorial es tal vez mi versión más original. Es lo que yo pienso. Trato de traducir la noticia del día con datos, siempre con información, y con opinión. Yo prejuzgaba el exceso de opinión, pero me parece que si la opinión está argumentada y es con buena info, está bien. Y creo que es un lindo momento televisivo también.
— ¿Te importa mucho el rating?
— Sí. ¿La verdad? Si, cada tanto tengo el productor que me va cantando, pero cada tanto miro el minuto a minuto para ver la tendencia. No está bueno eh, no lo hagan en casa (risas). Y no, porque te quema la cabeza. No está bueno, te desconcentra.
— Sos como un niño viejo, un joven viejo. No debo ser la primera que te lo dice.
— Lo tengo asumido eh (risas). Soy un niño viejo, sí, sí viejo. Supongo qué soy un poco conservador. Me tomo demasiado en serio el laburo. Lo mamé mucho de mi viejo. Me gusta el trabajo. Y tengo valores tradicionales, me gusta la familia, me gustan las cosas como yo creo que son.
— “Las cosas como creo que son”.
— Sí. Es que cambió mucho el mundo. Va muy rápido. También hay que deconstruirse, es un ejercicio que estoy haciendo.
— ¿Es entrar a un mundo desconocido?
— Sí, pero los pibes de veintipico y los de mi edad están más deconstruidos que yo.
— Los pibes hacen las mismas tareas que hacen las mujeres en sus casas. ¿Y vos?
— ¿Eh? No. Esta nota es la verdad. Pero estamos trabajando en eso. Familia bastante machista la mía, entonces cuesta. Pero sí lo intento todo el tiempo, ayudo, me falta cambiar pañales, me faltan varias cosas. Pero créeme que si hacemos una comparación de hace dos años Mica, mi mujer, te va a decir que estoy 5 puntos arriba.
— ¿Qué sentís cuando te dicen gorila?
— Me resbala. Es muy agresiva la palabra gorila. Pero de tanto repetirse es una palabra que ya perdió impacto.
— ¿Y cuando te titulan de macrista?
— Una pavada total. Esa es la trampa en la que ha caído la Argentina, todo el que critica al kirchnerismo automáticamente es macrista. No soy macrista. Me parece una pavada tener que aclararlo. ¿Sabés por qué no lo aclaro? Porque muchos de mis compañeros están tratando de despegarse de que “el canal lo compró Macri”. Todo ese juego es caer en la trampa de ellos. Ellos están buscando todo el tiempo que vos digas ‘no soy esto, no soy lo otro’. Yo creo que la gran mayoría de la gente se da cuenta. La sociedad evolucionó un montón. Sabe cuáles son las trampas del kirchnerismo. La trampa número 1 es dividir todo en dos. Y lamento informarle al kirchnerismo que la sociedad no está dividida en dos, que no todo el que critica al kirchnerismo es macrista, es liberal, de derecha. No, la verdad no. Pero yo creo que la gente ya lo sabe.
“SE LO NECESITA MÁS QUE NUNCA”
Joni Viale tiene una vida muy íntima, muy privada, y en esa vida está Mica. Mica, dice, es su compañera definitiva. Porque “las cosas como son”. Están Romeo y Rafael, los chicos. Hay una hermana, muy cercana, y hay una mamá, Leonor; él dice que es una leona. Y un papá, Mauro, que no está, pero está adentro y presente.
— Está muy adentro y se lo extraña, y se lo necesita más que nunca, y ahora vienen esas fechas difíciles, entonces se lo va a extrañar más. Se lo extraña todo el tiempo. No hay día que no me levante y diga ‘qué pasó’. Algo está mal. Algo no salió bien ahí, no sabemos qué pasó, no tenía que ser así. Creo que ahora es mi responsabilidad bancar a mi mamá, estar con ella y con mi hermana.
— Lo que no salió bien es que las vacunas llegaron tarde y se han perdido miles de vidas.
— Sí, también. Sí, muchas cosas no salieron bien. Y esa es la primordial. Esa es la primordial. Él se da la vacuna, la china el jueves y para mí (no lo sabemos) ya estaba enfermo, ya tenía coronavirus. No sabemos cómo, cuándo, ni a dónde se contagió pero sí, sí. Cuando me ves tan enojado en esas editoriales por el tema de las vacunas, obviamente que tiene que ver con lo de mi viejo. Pero no es sólo lo de mi viejo, se murieron 116.000 y pico de personas. Yo creo que no todas, pero miles de muertes se hubieran evitado si no se la ponía tal o cual, si venían antes, y si no jugaban al TEG con las vacunas. ¿Qué es jugar al TEG con las vacunas? Proyecto político, carta de Cecilia Nicolini: ‘quiero bancar el proyecto ruso’ le escribió a los rusos. Ahí se vio cómo era el juego. Y después el juego con AstraZeneca ¿no?
— Que no llegaron a tiempo. Y la Pfizer que no se compró.
— Que no llegaron. Y la Pfizer fue el capricho.
— ¿Qué se hace con la bronca? Con la tristeza, llorás a solas o con tu familia. ¿Pero con la bronca?
— Para hacer periodismo no es bueno tener bronca. Yo trato cuando hago el programa no tener bronca. Cuando se toca el tema Covid es inevitable. Todo el tiempo, todo el tiempo. Sobre todo en el momento del pico, de más fallecimientos, era inevitable que yo me vaya a ese lugar. Pero para hacer periodismo tenés que estar lo más desprejuiciado posible. Cuando yo hago esos comentarios de las vacunas estoy pensando en todos, es un comentario justo por más que tenga bronca. Cuando insisto tanto que se robaron las vacunas, ¿qué demonios hacía Zannini poniéndose la vacuna como personal de la salud, o Scioli, o Guzmán, la familia Duhalde, la familia Massa? Lo que estoy haciendo es representar a 116.000 familias que no entienden.
“TOCABAN EL HONOR DE MI VIEJO Y ME VOLVÍA LOCO”
—¿Tener un papá muy conocido y con mucha trayectoria es un problema cuando uno es adolescente?
— Sí, sí, sí.
— O sea, ¿querías diferenciarte de tu papá?
— Todo el tiempo. Alto Edipo. Alto Edipo, sí, sí. Pensá que agarré la época de Samantha, Natalia, todo eso.
— ¡La más entretenida!
— Sí, para un chico de 12 años no fue divertido ¿entendés? Yo iba a la escuela ORT, mi viejo en Le Parc, un momento del país muy complicado. El nene del que le va bien en la tele. Era toda una gran mezcolanza, pero era así.
— ¿Te molestaba lo que él hacía en la tele?
— No, no, no. De hecho me gustaba. Lo admiraba en secreto (risas). Pero los chicos conmigo... ahora se le llama bullying. Era la cargada, la joda, ‘el papá famoso’, las piñas, ‘tu papá se agarra a piñas’... todas esas cosas. Te vas sabiendo defender, hubo cosas no recomendables como agarrarme a trompadas. El secundario no era fácil. Algún empujón, alguna joda de más... no está bueno, no hay que hacerlo. En un momento tocaban el honor de mi viejo y me volvía loco.
— No te diferenciabas nada entonces.
— No (risas). En ese sentido no. Mi manera de diferenciarme era “nunca voy a ser periodista”. Como ves lo cumplí (se ríe). Nunca voy a ser periodista, no, periodismo no. Voy a ser... Ingeniero en informática. Me agarró mi profesor de programación de ORT y me dijo Joni, si te gusta la historia, ciencias sociales, para qué te mentís. Lo tuyo es el periodismo.
— Y lo aceptaste?
— Ahí, en ese momento. La política me volvía loco. Ciencias Políticas fue lo mejor, haber estudiado eso es un lujo.
“EL NENE ME SALIO GORILA”
— ¿Encontraste un camino distinto?
— Se fue dando. Formas de hablar, después ideológicamente. Pero no tomé la decisión, no dije ‘voy a ser diferente’. Tuvimos un momento que era divertido, cuando yo era columnista de él en América con debates insólitos, y él me dejaba ganar la discusión. Para que quede bien el nene, viste.
— ¿No le molestaba que pensaras distinto?
— No, él jugaba con “el nene me salió gorila”, “el nene me salió gorila”. De hecho todos los invitados que llevaba de tinte kirchnerista lo cargaban con eso, “che, el nene te salió gorila”. Y él, al revés, inflaba el pecho como diciendo ‘”pero escúchame una cosa, habla bien de mí eso ¿o no? Le di libertad, lo instruí, lo ayudé, lo llevé a la facultad, y piensa diferente de mí”. Esto era lo que él pensaba. Me lo dijo muchas veces.
— Eso habla muy bien de él.
— Él es lo más.
— (Risas).
— Es lo más. O sea, si yo puedo tener esta diferenciación y mantener el amor, él es una maravilla. Habla de lo maravilloso que fue como padre.
— Te dio una enorme libertad.
— Enorme. Y mi mamá también.
— Se lo veía libre en cámara.
— Él siempre fue una persona libre. Libre en todo, eso me falta aprender. Desprejuiciada. No le importaba nada.
— ¿Le tenés miedo al ridículo?
— El miedo al ridículo, qué van a decir y qué dirán. Yo soy libre, pero él ya estaba de vuelta de todo.
— ¿En algún momento le dijiste “papá te admiro”?
— Se lo decía a mi manera. Me faltó. Sí, éramos tímidos mutuamente. No de amor porque me agarraba y los besos y todo. Pero sí de decirnos “te admiro”. Pero él lo sabía.
— ¿Te hace bien hablar de tu papá?
— Me hace bien. Estoy triste y tengo bronca pero estoy bien al mismo tiempo porque siento de alguna manera que está.
— Todo lo que viviste con él no se va más.
— Sí, sí, sí, yo lo sé. Me hubiera gustado que esté un poco más, que vea más a sus nietos sobre todo. Jugaba, disfrutaba, tenía cuatro nietos espectaculares. Yo le decía “papá, quedate con tus nietos un poquito más”.
— Lo pensás todo el tiempo.
— Y lo digo. Y lo digo al aire y me hace bien también. Me acuerdo, “mi papá me dijo tal cosa.” Hoy creo que lo nombré tres veces al aire. Pasa que todo me hace acordar a él. Todo. Hoy lo nombré por un libro que él me recomendaba siempre de Dorfman y Mattelart, Para leer al Pato Donald. “Papá, éste libro es del 72, papá, ya hay cosas…” (sonríe)
— ¿Te pasó querer hacerle una pregunta y tener que imaginar su respuesta ?
— Todo el tiempo. Sí, qué hubiera pensado él de un hecho, de una noticia, de algo que hago yo, de algo familiar, de una decisión que tomo. Sí, todo el tiempo estoy preguntándome eso.
— Pero tenés las respuestas.
— Son 36 años de ser su hijo, sé cómo piensa, cómo pensaba. Por eso lo admiro tanto, porque sé cómo pensaba de la vida. Y mi mamá también.
“ELLA ME SALVO”
— ¿Por qué decís que Mica es la compañera definitiva? ¿En qué momento lo sentiste, cuando decidiste casarte?
— Y ahora tuvo un rol preponderante. Antes de casarme yo ya sabía que era la compañera definitiva, por eso me casé. Y cuando se murió mi papá lo terminé de confirmar porque me derrumbé y ella me levantaba cada segundo, cada minuto no me permitía caerme. Y después tuve Covid, al mes. Nos enfermamos todos de Covid, también Mica y los chicos, el 11 de mayo, un mes después del fallecimiento de mi viejo. Yo estaba muerto de miedo, pánico, voy a tener la mascarilla, todo igual. Y ella me salvó. Me salvó totalmente.
— ¿Psicológicamente?
— Psicológicamente, amorosamente. Me cuidaba, no dejaba que me cayera. Yo estaba muerto de miedo, decía “me muero”. Porque se había muerto mi papá.
— ¿Pero vos tenés algún problema físico?
— Nada, nada, estaba muerto de miedo. No tengo ninguna comorbilidad. Tenía Covid y mi papá se había muerto de Covid. Y vos dirás “pero qué pavada estás diciendo, no tiene ninguna…” pero en ese momento ves todo negro. Ella me ayudaba, me cuidaba, me protegía. Y creo que eso le dio todavía más fuerza a la relación ¿no?
— Se hizo indispensable ¿no?
— Absolutamente. Estoy enamorado y me enamoré más todavía en ese momento.
— ¿A quién se parecen tus hijos?
— A ella, gracias a Dios, son hermosos como ella, inteligentes como ella. Son los dos calentones como yo. Son dos pibes brillantes, tienen una inteligencia emocional, yo me los quedo mirando. Yo estoy profundamente enamorado de los dos.
— Hijo de tigre decís.
— No, no. Nieto de tigre. Nieto de tigre.
“LOS MILLENNIALS NO NOS ENAMORAMOS DE LOS LUGARES DE TRABAJO”
— En los últimos años cambiaste un montón de veces de lugar de trabajo. ¿Por qué?
— Sí, muy inestable.
— Millennial.
— Millennial, gracias. Gracias, gracias. Los millennials no nos enamoramos de los lugares de trabajo. Pero nos ponemos la camiseta cuando estamos. En Infobae, acá, estuve y Daniel Hadad fue el mejor jefe que tuve. Uy, Juan Cruz Avila se va a poner ahora… Daniel Hadad fue un jefe con el que laburé feliz, de los tipos que mejor entiende el periodismo. Y bueno, me gusta cambiar también, para no aburrirme.
— Extraño los momentos en que discutían en Intratables. ¿Extrañás ?
— Sí, con Branca [Diego Brancatelli]. Con [Paulo] Vilouta discutía a veces. Sí, yo también los extraño, eran divertidos. Era otro momento del país también. Hoy, lamentablemente, la audiencia necesita mucha confirmación de creencias, eso no está bueno. Necesita escuchar, ratificar todo el tiempo lo que piensa y eso a veces nos juega en contra. Ese programa era un despelote y estaba bueno. Para mí fue la vuelta de la política al prime time de la televisión.
— Si no estuviera esa confirmación de sesgo, ¿qué estarías haciendo?
— Estoy muy cómodo con lo que hago, eh. Haría otro tipo de notas tal vez, salir un poco de lo político, empresarios que son líderes ejemplares. Hablaría con politólogos, con sociólogos. Hoy la tele necesita instantaneidad, velocidad, impacto. A mí me gusta más la profundidad.
“ME DUELE ESTE PAÍS”
— ¿Fantaseás alguna vez con irte del país?
— Todo el tiempo. Lamentablemente. No es algo que me dé orgullo. No me voy porque estoy bien con mi carrera laboral, porque mis hijos son chiquitos y son felices. Por mi mujer, que está bien trabajando. Por mi mamá. Por mi hermana. Por mis amigos. Ya todo eso es un montón. Pero... Lo charlamos mucho con Mica. Lugares, ciudades, proyectos, ideas. Porque me duele este país. Con muchos de mis amigos dos de cada tres asados hablamos de tal o tal ciudad, y no está bueno. Es malísimo. Es súper triste. Somos un montón de 30 y pico y veintipico que dicen “gano 50.000 pesos, el alquiler son 50.000 pesos. La inflación es 50%. La pasé horrible con la vacuna sí, la vacuna no. Tengo un tipo que me grita todo el tiempo. ¿Cuál es el proyecto de vida que hace que yo me quedé acá?”. No puede ser que lo único que te ate a tu país sea tu familia. Te tiene que atar tu trabajo, te tiene que atar tu universidad. No digo tu gobierno, pero tu proyecto de país, ver que el país va para un lado, poder decir “va cambiando izquierda, derecha, pero va”. Esto no va para ningún lado. ¿Para dónde va? Venga Larreta, Macri, Cristina, ¿para dónde va Argentina? Dale, en serio. Ese es el gran problema que tenemos.