Opinión 06/11/2021 17:54hs

Además de las barreras psicológicas del dólar, cruzamos las barreras de la náusea con la liberación de López

La periodista y conductora remarca que el país vive una de las peores crisis de su historia y los argentinos tienen “la sobreadaptación y el sufrimiento de los hijos de padres irresponsables”

Además de las barreras psicológicas del dólar, cruzamos las barreras de la náusea con la liberación de López

No es una cuestión de simpatías o culpas. Objetivamente, el país vive una de las peores crisis de su historia. Muchos ya han señalado la circularidad con 2001, por los niveles de pobreza y descreimiento con la clase política. Hay dos factores más, para tener en cuenta en la comparación. Uno de ellos es alentador dentro de la calamidad: la gente no ha catalizado su bronca a través de expresiones violentas. El otro representa la encerrona económica sin salidas fáciles a la mano de la actual coyuntura. Ni reservas ni crédito para transitar un camino en el que ponerse de pie requiere dar señales de confianza y hacer reformas que impulsen la producción. A estos dos últimos puntos el kirchnerismo los recorre como el cangrejo. Profundiza la desconfianza y bloquea reformas laborales, impositivas o regulatorias que estimularían la economía.

La intervención estatal llegó a niveles insoportables de obstrucción y de ineficiencia. El Estado es de esos autos nafteros que queman el combustible. Y nos sale carísimo. Al mismo tiempo, el mercado, que integramos todos con nuestras decisiones económicas, se encuentra en vilo, con la sensación de peligro inminente que no sólo frena decisiones sino que tiñe las expectativas, con lo cual ensombrece el futuro. En la economía, la ansiedad también cuesta dinero. Cuántos proyectos no sabremos que se frustran porque el temor al futuro los detiene. El futuro siempre es el territorio de la esperanza. En Argentina hace demasiado tiempo que es el territorio del miedo y del desconcierto.

Justo cuando el mundo se prepara para un clima de posguerra dejando la pandemia atrás, Argentina es presa de sus propias plagas autogeneradas y empacada le esquiva temeraria y orgullosa a la bonanza. Realmente hay que tener talento para la destrucción cuando a una ola de resurgimiento se la convierte en ola de tsunami. Algún día habría que distinguir la calidad de las épicas por sus resultados. Aquí hay épicas sin epopeyas con derrotero pírrico.

El Presidente, en respuesta a Macri, dice que él también podría arreglar con el FMI en cinco minutos, pero que no lo hace porque no podría mirar a los argentinos a los ojos. Con lo sencillo que le es mirar a los ojos a los argentinos después de las fiestas en Olivos o de dar vacunas a menores mintiendo que en China ya se habían usado. Perdimos 8 mil millones de dólares por las miradas a los ojos y no arreglar con el Fondo. Quizás, el mandatario debería aprender de una vez por todas a mirar de frente y descubriría que es mejor que no hacerlo.

Los argentinos tenemos la sobreadaptación y el sufrimiento de los hijos de padres irresponsables. Esos chicos que dependen de las decisiones de sus padres, pero tienen miedo de que prendan fuego la casa. Esa es la sensación de cada día. No rompan más cosas, muchachos.

En todas las épocas hay factores aceleradores. La tecnología aceleró la economía. La pandemia llevó a la cumbre de la sofisticación el desarrollo de una vacuna en tiempo récord. En nuestro país la aceleración no es virtuosa. Tiene como síntoma la escalada del dólar y la sensación de peligro se esparce como línea de pólvora propulsándonos a la supervivencia. Mientras el Gobierno niega el problema en nuestra cara, busca controlar la ley de la gravedad hasta que el avión se estrella y ese día dirán que se estrellaron por el pueblo. En fin.

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Esta semana se habló tanto de la barrera psicológica del dólar a 200. La sensación es que pasamos la barrera de la velocidad de la luz en demasiadas cosas. En estas horas nos enteramos que liberan a José López. El de los bolsos con dólares en el convento. Además de las barreras psicológicas, cruzamos las barreras de la náusea. Menos mal que están en campaña. A nueve días de las elecciones legislativas avanzamos en ascuas.

A cualquier argentino lo representa bien esta frase de Marguerite Yourcenar: “Camino sobre la cuerda floja. No solamente de los actores, sino también de los acróbatas, me hará falta tomar lecciones.”

* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)

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