Política 27/10/2021 19:45hs

El nene de 8 años que pulverizó a Berni y a Aníbal Fernández

La saga de chicanas inútiles de los funcionarios se estrella contra las víctimas de la inseguridad cotidiana.

Sergio Berni y Aníbal Fernández.
Sergio Berni y Aníbal Fernández.

El nene tiene 8 años y le manda un mensaje de audio a su hermana, de 22. Le habla sobre su papá, que fue asesinado por motochorros en Hurlingham. De lo que tienen que hacer. De cómo seguir sin papá.

“Una cosa. Ya sé que papá no merecía morir. Pero, ¿papá hubiera querido que nos rindiéramos? No. Papá hubiera querido que sigamos adelante. Por eso él siempre decía que el pasado lo dejemos atrás y sigamos adelante…”.

La voz es serena. El tono es contenedor.

Esto es lo que vamos a hacer después de que los ladrones mataron a papá: lo que nos dijo papá.

El chico dice esas 37 palabras en 20 segundos. Es difícil encontrar un testimonio más descarnado de cómo un asalto al pasar, efímero, tan común en el paisaje del conurbano como cruzarse con un perro flaco, desgarra vidas reales.

La vida del nene que no quiere rendirse ya no será igual. Mientras su voz es la luz de una vela que tiembla y alumbra, otras voces repiten el juego de la cáscara.

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Hace un mes que Berni festejaba la llegada al Ministerio de Seguridad nacional de Aníbal Fernández y éste lo recibía a puro abrazo. Pero enseguida Aníbal dijo que las pistolas Táser no. Y Berni que sí.

Aníbal dijo que los ataques incendiarios en la Patagonia no son terrorismo. Y Berni que sí.

Aníbal dijo que no hace falta que Berni le diga lo que tiene que hacer. Y Berni dijo que Aníbal debería recordar por cuántos millones de votos perdieron las PASO y que, si no lo entendía, le podía hacer un dibujito.

Le recordaba la amenaza de Aníbal al dibujante Nik, a quien después de referirle a qué colegio iban sus hijas, le disparó: “¿O querés que te haga un dibujito?”.

Aníbal siguió el hilo del desatino este miércoles: “Yo no estaba en la gestión cuando se perdió esa elección. El dibujito hacételo para vos”.

¿Qué son estas cornadas de machos alfa en medio del sufrimiento de la gente de a pie?

Berni está dando las hurras y lo hace tirando del mantel con toda la vajilla arriba. En eso está.

Siente que el número en la mano con el que siempre lo mandan a la cola le venció de nuevo. Que cuando llega a la ventanilla, el empleado le pone el cartel de “salgo a almorzar” y tiene que regresar al fondo de la fila.

Le pasó en 2015, cuando quiso ser gobernador y Cristina eligió a Aníbal, que perdió contra Vidal.

Le pasó ahora: le acercaban encuestas donde era el “más conocido” de los potenciales candidatos pero al final fueron con Tolosa Paz. Y otra vez a la cola.

También le molesta que lo controlen como corresponde: un fiscal lo investiga porque acaba de usar un helicóptero del Estado para llevar a su mujer a un acto, como si fuera un taxi.

Aníbal Fernández transita otra realidad, lejos de aspirar a cargos electivos.

Después de perder la gobernación contra Vidal, aquella vez, perdió una interna para concejal en Pinamar. A él lo eligen los funcionarios, no la gente.

Su arte no es juntar votos sino defender lo que le digan con su espada verbal. Un arma que ahora luce desafilada.

Como soldados de Cristina, los unen delicados secretos del pasado.

El fin de semana en que hallaron muerto a Nisman, a Aníbal se le perdieron 130.000 registros de visitas a la Casa Rosada, en un extraño incendio que trató de esconder y que la justicia sigue investigando ahora.

Pocas horas después, Berni llegó al departamento de Nisman muerto y arrancó el operativo de lo que terminaría siendo el desastre más grande en una escena del crimen de la historia argentina.

Todo mientras hablaba por teléfono sin parar. Del otro lado de la línea estaba Cristina Kirchner.

Entre secretos, traiciones y chicanas, la guerra inútil de egos de Aníbal Fernández y Sergio Berni banaliza y torna inocuas sus respectivas gestiones al frente de la seguridad.

Son ministros de lo que no pueden dar, pulverizados en 20 segundos por el audio de un nene de 8 años.

 

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