La interna feroz no cede y la desconfianza es cada vez más grande entre Juan Manzur, Máximo Kirchner y Sergio Massa

Mientras los intendentes que no tienen relación directa con el Gobierno nacional porque no fueron convocados a ningún área provincial ni nacional impulsan campañas absolutamente municipales, el Gobierno les pide a todos que defiendan los controles de precios.
La interna feroz no cede y la desconfianza es cada vez más grande entre Juan Manzur, Máximo Kirchner y Sergio Massa

Juan Manzur le dijo al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner que "el acuerdo con el FMI ya está" y eso, que podría considerarse una muy buena noticia, disparó otra ola de operaciones, reuniones y anuncios que vuelve a poner sobre la mesa las contradicciones que subyacen en el Frente de Todos. 

El jefe de Gabinete fue el encargado, junto con Wado de Pedro, en presentar al consultor catalán traído por Sergio Massa, Antoni Gutiérrez Ruby, en una reunión que empezó a las 18 y terminó casi a las 21. El catalán readecuó para el oficialismo el SI que antes usaba Terrabussi y hace más de una década patentizó la Municipalidad de San Isidro. La imaginación al poder. 


Manzur empieza a mostrar algunos resultados que hasta hace un mes sólo podía garantizar Sergio Massa, el más preparado y considerado referente del oficialismo según la óptica de los empresarios locales y los organismos internacionales. Máximo Kirchner, su aliado, no deja de operar al respecto. Si el jefe de Gabinete gana la pulseada y acuerda, aunque sea para "seguir tirando" con el FMI, se habrá ganado un punto más que importante. 

Mientras el funcionario sigue ratificando su intención de ser el "salvador" del Gobierno y así presentarse como candidato presidencial, una utopía, los mismos empresarios y dirigentes políticos de primera y segunda línea del conurbano empiezan a buscar un nuevo salvador que venga del interior, como lo fue Carlos Menem o Néstor Kirchner, mucho más desconocido que el primero. 


Gutiérrez Rubí le habló a un público que, a priori, puede considerarse absolutamente albertista, salvo Wado De Pedro, que de conector con Cristina Fernández de Kirchner pasó a ser alguien no muy confiable para ese ala oficialista. Esa misma desconfianza, que ya rosa con la desconsideración, la expresan intendentes y funcionarios para el gobernador Axel Kicillof, quien, como dijo un reconocido dirigente del Frente de Todos, "ya es calabaza". 

Martín Insaurralde, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta son intendentes en uso de licencia. Escucharon atentamente las opiniones del publicista y consultor catalán, quien con toda lógica, remarcaba la necesidad de "caminar el territorio para defender las ideas de nuestra campaña, que demuestra ser la única que cuidará a nuestros votantes". 

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Algunos se miraban y muy interiormente pensaban, "¿qué creerá que estamos haciendo cuando vamos a nuestros barrios?"... El oficialismo ahora utilizará el plan de precios congelados para remarcar la decisión de cuidar "el bolsillo" de la gente frente a unos "empresarios inescrupulosos y miserables", como dijo Mario Secco, el ultra kirchnerista intendente de Ensenada. 

Sin embargo, siempre algo falla. Los libres pensadores no faltan y la cotidianeidad obliga a repensar lo que en una oficina se diseñó. Sergio Berni, el futuro exministro de Seguridad bonaerense, criticó la decisión oficial del Gobierno nacional y de su colega Aníbal Fernández por no enviar gendarmes a Río Negro. 

Por  su parte, los intendentes, que pueden sacarse cien fotos, aprendieron muy bien las conductas de Carlos Menem y Néstor Kirchner. El primero, en la década del '90, patentizó la frase "si decía lo que iba a hacer nadie me votaba" mientras que el creador del kirchnerismo le decía a cada uno lo que quería escuchar. La mayoría de los jefes comunales piensan más en su lista local que en la nacional o provincial. 

Por eso no extraña que a pesar de expresar públicamente el apoyo a la medida dictada por la Secretaría de Comercio Interior para aplicar un congelamiento de precios y decir que saldrán a controlar con todo lo que tengan a mano, la realidad indica que eso queda en el discurso y sólo se le aplicará "algún correctivo a uno o dos híper para que el resto vea que vamos a ser inflexibles".

Las frustraciones provocan revisiones de posturas y acercamientos entre dirigentes que, se suponía, jamás podían tener puntos de contacto. De otra forma no se explica las charlas que han empezado a tener el ministro de Vivienda y Hábitat y vicepresidente del Instituto Patria, Jorge Ferraresi, con Daniel Scioli, a quien Cristina Fernández de Kirchner lo asfixiaba públicamente y económicamente cuando era gobernador. 

El Frente de Todos era, hasta septiembre, la verdadera carta que daba el salvoconducto para la continuidad de las tensiones que vienen observándose en el peronismo kirchnerista. Ese instrumento electoral que fue el Frente de Todos, que agrupó en una sola sigla a varias individualidades que se desconfiaban entre sí mostró una fragilidad extrema. 

Tal cual relató un estudioso del peronismo y todo el proceso político desde la vuelta de la democracia a esta parte, "en noviembre no se juega el pellejo de un presidente, su vice o un funcionario en particular. Se determina el futuro del peronismo todo si esto sale mal".

Por eso ya nadie cree que la salida sea la "unidad" y la mayoría empieza a considerar "indispensable" una interna abierta entre todos los sectores del Frente para determinar quien conduce y quien acompaña. A 22 días de la elección, la búsqueda de un futuro pasa a ser más importante que el Gobierno en SI. 

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