Enseño matemática en secundarios. Siempre al inicio de cada año miro de frente al nuevo curso y les digo sin vueltas: ¨Señoras y señores: aprender cuesta¨.
Como indica la cultura popular, soy consciente de que las ciencias exactas son las que más suelen complicar a los estudiantes. Lejos, las que peor fama tienen.
Frente a esto han ido surgiendo distintas corrientes entre los docentes. Van desde el concepto de que todo tiene que estar relacionado a la vida diaria para que suene más suave y accesible, hasta el pecado capital en educación: bajar la exigencia y relativizar la importancia de llegar a resultados correctos.
En mi caso, me considero ¨de la vieja escuela¨ y prefiero ser franco y frontal de entrada para empezar cuanto antes el camino que nos lleve hacia el éxito.
¨Señoras y señores: aprender cuesta. Todo lo que vamos a aprender este año, además de extremadamente útil, es extremadamente difícil. Y ustedes van a aprenderlo. Ustedes van a lograrlo. Tendremos que entrenar un montón, estudiar un montón y fracasar un montón. Pero yo les garantizo que con dedicación, planificación, método y trabajo en equipo lo vamos a lograr. No tengo ninguna duda de eso¨.
Lo que sigue es un año compartido de sacrificio, bajón, estudio, preguntas, fracasos y curiosidad que inevitablemente llevan al éxito final. Al momento “¡Eureka!”. A alcanzar la meta. A la auto-superación. A las confesiones, a veces entre lágrimas, del estilo de ¨Che, yo pensé que no iba a poder. Y al final pude ¨. Momentos que valen cada dólar que me pierdo de ganar trabajando en otro lado con el título de ingeniero que tengo juntando polvo en mi armario. Pero dejemos mis dilemas vocacionales para otra columna.
Ese proceso maravilloso que se vive dentro de un aula hoy más que nunca es necesario extrapolarlo a la vida en sociedad en Argentina. Y son los jóvenes quienes más deben entenderlo.
No importa cómo salgan las elecciones, lo que se viene en el país es dramático. La pobreza y la inflación van a aumentar y la producción de riqueza va a bajar. Ahorrar y progresar será imposible por muchos años.
Queridos jóvenes, quiero compartirles algunas claves que, creo, son fundamentales para revertir el desastre. Primero y principal: lo que tiene que cambiar no es la composición del Congreso. Lo que tiene que cambiar es la mente de las personas. Más aún, lo que tiene que cambiar es su corazón.
Cada argentino tiene que tener bien claro que Argentina es un país pobre. Tener recursos naturales no es riqueza. Cada argentino tiene que entender que el foco tiene que estar puesto en generar riqueza, no en ¨redistribuirla¨.
Queridos jóvenes, hace dos décadas que solo hablamos de cómo repartir lo que unos pocos producen. Y así terminamos: Con una población empobrecida, unos productores que ya no quieren producir y una ínfima oligarquía política kirchnerista viviendo como reyes en Puerto Madero.
Hay que entender de una vez que el problema no es la desigualdad. El problema es la pobreza. La economía no es un juego de suma cero.
Cada argentino tiene que entender que no existe nada gratis. Que siempre alguien lo paga. O peor, lo pagamos todos con inflación. Increpen sin piedad a cada político que les ofrezca algo ¨gratis ¨. Desprécienlo y háganlo pagar en las urnas.
Hay que entender que si queremos energía y transporte hay que pagar por esa energía y ese transporte. El camino hacia la normalización de las tarifas es arduo y duro pero es el único posible. Cualquiera que les ofrezca otra cosa les está mintiendo.
Queridos jóvenes, desconfíen de todo aquel que les ofrezca soluciones fáciles. No existen. No son verdad. No confíen en nadie que no diga la verdad. No confíen en ningún político que les diga que viene a ¨generar producción y trabajo¨, porque no es verdad. El trabajo lo generan quienes innovan, invierten y corren riesgos desde el sector privado.
Aprendan matemática. Aprendan a interpretar gráficos. Aprendan a pedir datos. Exijan siempre datos. No confíen en nadie que les ofrezca un relato en vez de datos. Desprecien la demagogia y el populismo por sobre todas las cosas.
Los invito a todos a que hagan lo posible por pasar un tiempo en el campo argentino. Ahí van a encontrar muchas de las claves para salir de nuestra eterna decadencia. Gente que madruga, que planifica, que innova, que invierte, que corre riesgos y que produce. Y que además entrega el 80% del fruto de su trabajo a una casta de parásitos para que lo despilfarre.
Les garantizo que cuando la mentalidad del hombre de campo deje de ser la excepción y sea la norma, este país tendrá el crecimiento más espectacular de su historia. Para eso hay que trabajar sobre la mente y corazón de cada argentino.
Queridos jóvenes, es lógico que miles y miles de ustedes decidan emigrar. Están en todo su derecho. Ustedes no le deben nada a nadie. Cualquiera que se los reproche es un imbécil y un resentido. Vayan y sigan su destino en un lugar que sepa valorarlos más. Sean felices y progresen.
Y a quienes decidan quedarse los invito a sumarse a la cruzada por cambiar la cultura de este país. Los invito a que consumamos nuestras vidas en la noble hazaña de desarrollar la Argentina. De arrancarla de las manos del populismo facilista y pobrista.
No les garantizo riquezas pero les garantizo propósito. Les garantizo luchar por un cambio cuyos resultados no vamos a ver pero que gozarán nuestros hijos.
Les garantizo que va a valer la pena.
En fin. Si al ir leyendo creían que me estaba dirigiendo solo a un grupo etario específico, permítanme recordarles esta maravilla de Ippolito Nievo: ¨La juventud es el paraíso de la vida. Y la alegría es la juventud eterna del espíritu¨.
Queridos compatriotas, vayamos con alegría a luchar por Argentina.
* Santiago Morgan es padre de familia, ingeniero y profesor de matemática.