“Deconstruir es la tarea. Visibilizar las trabas e imposiciones que nos endilgan por ser madres, construir otra maternidad posible, más gozosa, conectada con el deseo y no con el mandato”, explica Melina de 30 años, parte de una organización de profesionales en Publicidad con perspectiva de género.
Esta pequeña enumeración es parte de la búsqueda por la apropiación del concepto, del sentido que engloba lo que es maternar.
“Las brechas de género se agudizan cuando llega la maternidad. En primer lugar porque las tareas de cuidados están a cargo de la mujer. Lo interesante es que si logramos cambiar este paradigma, haciéndonos cargo entre todos de las tareas de crianza, con licencias más equitativas y otras medidas y políticas, vamos a construir un mundo más justo no sólo para las mujeres, sino para los niños, los padres y las familias”, opina Carolina, de 43, consultora en Recursos Humanos de una agencia independiente y madre de dos niñas (de 1 y 6 años).
Muchas voces jóvenes se multiplican en este sentido y reclaman para sí una maternidad menos edulcorada, que aborde las complejidades y contradicciones que implica tener hijos.
Mamá desobediente
De muchas de estas cuestiones se ocupa el libro Mamá Desobediente de la socióloga y periodista catalana Esther Vivas, publicado este año en Argentina por Ediciones Godot. Su ensayo hilvana un recorrido histórico que desanda por qué la maternidad quedó atrapada en las redes de un discurso estereotipado y da algunas pistas de cómo construir un discurso alternativo, proponiéndole al feminismo que se haga cargo de su parte.
“Más allá de la diferencia entre países, la maternidad está sometida a una misma lógica: la del patriarcado y el capitalismo, supeditada a los mismos ideales de maternidad romántica, imposible y tóxica en donde la culpabilidad nos persigue por igual si somos madres en Madrid o en Buenos Aires”, sintetiza la autora.
Su obra surge embarazada de su hijo, cuando comienza a evidenciar que la maternidad no sólo es invisible en la sociedad sino también en el seno de los movimientos sociales de los que participa como activista.
“El trabajo emerge de la indignación que me produjo darme cuenta que todo lo que rodea a la maternidad, la crianza, la lactancia, el parto, los derechos sexuales y reproductivos, el embarazo, el puerperio y la infertilidad sigue condenado a lo doméstico. Se la invisibiliza, se la ve como una experiencia neutra, individual, femenina. Yo creo que, por el contrario, hay que colectivizar la experiencia, vestirla con su traje político”, incita la autora.
Por eso considera fundamental que el feminismo “haga un relato propio de la maternidad, que no pase por negarla ni idealizarla, sino que la reclame en clave de derechos, autonomía y reconciliación con nuestro cuerpo”, explica. Claro, sin olvidar el contexto: un sistema político-económico capitalista, de sociedades desiguales, hostiles al cuidado y con peores condiciones para el desarrollo de las mujeres.
Por su parte, la politóloga argentina María Florencia Freijo, autora de Solas, aún acompañadas (Cúspide, 2019) señala: “Existe un abanico de desigualdades que recrudecen con este rol reproductivo que tenemos las mujeres y con el cual la sociedad es tan exigente, que si incluso no tenemos hijos el rol de cuidadoras va a seguir estando: la familia nos va a poner en ese papel de atender a los demás por considerarnos disponibles para el cuidado de los adultos mayores, trámites o traslados”.
“La maternidad –agrega- es política porque una vez que somos conscientes de esos mandatos tenemos la posibilidad de transformarlos saliendo de ellos, animándonos contra nuestros propios prejuicios y barreras subjetivas para ofrecer otro tipo de maternidad que se corra de lo esperado”.
La falsa dicotomía
Vivas explicita: “El ideal de maternidad es funcional al sistema patriarcal que quiere a las madres encerradas en casa y sin otros intereses más allá de sus criaturas y, a la vez, quiere a la maternidad supeditada al empleo, al trabajo productivo. En vez de adaptar el empleo a la crianza, adapta sistemáticamente la crianza al empleo. Es la falsa dicotomía de modelos que se nos presenta a las mujeres entre la madre sacrificada y la super woman. Al entrar en esos modelos, caemos en la trampa”.
Ya en los años 70, la activista y poeta estadounidense Adrienne Rich planteó una reflexión reconciliadora con la experiencia materna después de que el feminismo de la época se colocara en la vereda de enfrente con respecto a la maternidad.
“Creo que producto de este rechazo se cayó en un discurso anti materno y anti reproductivo que hizo que el discurso feminista no quisiera abordar las contradicciones de la maternidad, ocupada en mostrar la violencia que significaba ese mandato”, opina Vivas.
En Nacemos de mujer, publicado en 1976, Rich realiza una radiografía de la institución de la maternidad bajo el patriarcado como un conjunto de normas y controles que organizan las funciones de la familia y las labores de las mujeres respecto de un rol programado socialmente. Frente a ello, la autora apuesta por recuperar palabras como libre elección y satisfacción.
“Hoy hay una nueva generación de mujeres feministas que somos madres y tenemos una mirada renovada sobre estos temas precisamente por el hecho de que para nosotros la maternidad ha sido una elección. Y eso gracias a la lucha de las feministas que nos precedieron. Por eso, con menos prejuicios, podemos distinguir entre la experiencia materna y el mandato patriarcal. Y ver la maternidad en clave feminista y emancipadora. Pero si no disputamos el relato de maternidad al patriarcado, queda ceñida a esa esa idea de madre sacrificada que no tiene otros intereses y esto es tóxico, no nos representa, nos genera malestar, dice Vivas y agrega:
"Debemos promover una alternativa que empiece por rechazar este mandato y nos mire en clave de derechos: a decidir sobre mi cuerpo, que quiere decir derecho a decidir sobre mi parto, mi lactancia, mi embarazo. Mirar la maternidad en clave pública y colectiva, como una experiencia que viene atravesada por desigualdades de género, de raza, de clase… Se trata de desindividualizar la maternidad, desfeminizar el cuidado y la crianza, entendiendo que es una responsabilidad compartida. No es neutra, es construcción cultural. Está determinada por el contexto, la sociedad y el sistema político económico, tan hostil hoy a cualquier trabajo que implique cuidados”.
Trabajos y cuerpos “normalizados”
No sé cómo volver es una serie que mezcla ficción y documental (actualmente disponible en Flow) que busca desarmar muchos de los mandatos en torno a la maternidad. Silvina Estévez, coguionista y directora del proyecto explica su título tan particular:
“¿Qué es lo que exige la sociedad de nosotras una vez que cumplimos con el mandato de la maternidad? Nos exige volver ¿volver a dónde? A la “normalidad”, a esa figura que sirve tanto para ponernos disponibles al mercado laboral como a las demandas del entorno: volver a nuestro peso y a nuestros cuerpos de antes de parir. Todas cuestiones que no responden a nuestras necesidades como madres ni a las necesidades de la cría”, dice y agrega:
“Todas las injusticias sociales que atravesamos las mujeres en cualquier momento de nuestras vidas se ven exacerbadas cuando nos convertimos en madres. Para muchas mujeres comienza la doble o triple jornada laboral”.
Brenda Howlin completa la dupla guionista y además participó como actriz, junto a Laura Paredes, Marina Glezer, Verónica Gerez, Malena Villa, William Prociuk, Julián Tello y Elisa Carricajo.
“Creo que es necesario que toda la sociedad se entere lo que viven las mujeres puertas adentro cuando se convierten en madres. La maternidad está muy romantizada y son muchas las presiones que recaen en la madre en esta etapa: cómo criamos al bebé, qué le damos de comer, si le damos la teta, si hacemos o no colecho... Es clave también revisar las licencias por maternidad y paternidad. Si las licencias por paternidad (cuando hay pareja) siguen siendo de dos días, nos obligan a estar solas en esta etapa que, si fuera compartida, sería mucho más disfrutable. Y que den apenas tres meses (a las mujeres que están en blanco), es de un nivel de crueldad enorme. Todo eso necesita ser modificado con urgencia”.
Vuelta de timón
¿Cómo cambiar la maternidad llena de estereotipos que rige hoy? “Antes que nada, tomando conciencia, porque muchas veces ni siquiera somos conscientes y al no responder al ideal de madre perfectas, nos sentimos malas madres, culpables y por eso es tan importante politizar la experiencia materna. Entender que equivocarnos, quejarnos y fracasar forma parte de ser madres. La maternidad implica contradicciones, ambivalencias, un entusiasmo desmesurado por tu criatura pero a la vez no poder más, implica agotamiento, el regresar a cuestiones de nuestra propia infancia, y saber que maternamos en una sociedad en donde lo tenemos todo en contra y esto nos libera un poco de tanta culpa”, propone Vivas y agrega:
“Debemos erradicar a su vez las violencias obstétricas y de todo tipo, tejer alianzas con profesionales de la salud, luchar con estrategias legislativas para proteger derechos sin olvidar que la maternidad está atravesada por desigualdades de género, pero también de clase, cuando más humilde sea la mujer más vulnerable a sufrir violencia será”.
Se trata, en suma, de reconocer y visibilizar la importancia de esta experiencia. Darle el valor social, económico y político que históricamente se le ha negado.
Freijo complementa: “Dentro de todas las desigualdades el ser madre es la desigualdad de género más fuerte porque no te permite seguir estudiando, porque te genera una escalera rota a nivel laboral, en un mercado que te dice que estás en carrera solo hasta los 40… Entonces la lucha es por un reconocimiento justo, por darle valor a tanto trabajo que hacemos las madres, valoración intangible y económica también”.
Fe en el futuro
“A pesar del contexto de pandemia, que en cierto modo ha congelado la protesta y la movilización social, hay un malestar en clave feminista que al salir de nuevo a la calle se va a volver a expresar con toda su potencia”, comenta Vivas.
Según Freijo, lo más difícil de superar serán las barreras subjetivas, porque están apoyadas por todas las instituciones que siguen reproduciendo estos ideales tóxicos. “Ese sentirte mala madre al volver al trabajo, aunque quieras volver o peor madre por viajar sola o tomar una capacitación en el exterior”, ejemplifica.
“La conquista a futuro debe llevarnos a romper con nuestros propios prejuicios internos, lo que no nos permite pensarnos más libres como madres y vincular la experiencia maternal con el goce y no con el sacrificio. Las madres tenemos que entender que se nos pide renuncia, y dejar de intentar compatibilizar para cumplir con todo”.
A su vez, la politóloga propone pensar junto a esta otra maternidad posible, una crianza distinta, “con apego”: para criar seres humanos y no trabajadores, acentuar los enfoques de la niñez desde la amorosidad es otra deuda pendiente con un mundo más igualitario.
Estévez remata: “Las mujeres hemos callado demasiado. Ni mi mamá, ni mis tías, ni mis abuelas habían mencionado jamás la palabra puerperio en mi presencia. La primera revelación justamente consiste en descubrir esa palabra. Entonces, empecemos a nombrar, a decirnos, a hacernos oír… Todo eso es parte de este camino a transitar para transformar el mundo en un lugar mejor”.-(Perfil)