¿Y dónde está el piloto?

Para que no moleste, al presidente lo mandaron a timbrear por el conurbano. El tipo se sienta entre los vecinos, escucha y anota lo que le dicen. No es exactamente la imagen que se espera de un estadista, pero es lo que hay. Por Alejandro Borensztein
¿Y dónde está el piloto?

Si la plana mayor del kirchnerismo no hubiera reaparecido el jueves en la Casa Rosada ya estaríamos sospechando que finalmente le tiraron el gobierno por la cabeza a Manzur y se fueron todos a Cancún.

Sin embargo, después de largos días de silencio, Cristina y Alberto se presentaron en el escenario del Museo del Bicentenario protagonizando un simpático paso de comedia. Hoy podemos decir con tranquilidad que, tanto ellos dos como Máximo y Massa, siguen haciendo temporada en Buenos Aires para alegría de grandes y chicos.

Aclaremos que el rumor de Cancún surgió porque es obvio que a Miami, con la Sputnik, no entraban ni a palos. En realidad, por ahora con la rusa podés ir a cualquier lugar del mundo, menos a Occidente. Pero ya se va a arreglar. Tampoco es tan grave ni da para para andar quejándose. Hay otras opciones turísticas. Siberia es inmensa y te ofrece de todo. Hay nieve, hay sol y hasta tenés algunas playas. Tal vez el agua sea un poquito más fría que en Comodoro Rivadavia, pero para un chapuzón rápido te da.

Lo importante de todo este asunto es que Cristina sigue al frente del poder y Alberto, de alguna manera, anda por ahí cerca. Para que no moleste, lo mandaron a timbrear por el conurbano como si fuera un Macri cualquiera. El tipo se sienta entre los vecinos, escucha y anota lo que le dicen. No es exactamente la imagen que se espera de un estadista, pero es lo que hay. Lo bueno es que por ahora no lo “ascochingaron”.

Para los que no están familiarizados con el verbo “ascochingar”, debemos explicar que el término remite a un hecho clave en la historia argentina. El peronismo suele guardar en el arcón de los recuerdos algunos episodios que fueron tragedia y que hoy se repiten como comedia. Veamos.

Corría el año 1975 y el gobierno de Isabelita ardía. Bajo el lema “Isabel conducción”, el suceso era tan grande que los dirigentes peronistas se mataban por ser ministros. Para dar una idea, durante los 20 meses de mandato de aquella inolvidable estadista (julio del 74 a marzo del 76) pasaron seis ministros de economía: Gelbard, Gómez Morales, Celestino Rodrigo, Bonnani, Cafiero y Mondelli).

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Abrumada por el éxito, en septiembre de 1975 Isabelita fue invitada a tomarse un merecido descanso y la mandaron a Ascochinga, provincia de Córdoba. En su reemplazo asumió como presidente interino el titular del Senado: Ítalo Argentino Luder. Fueron solo 30 días pero alcanzaron para que Luder dejara firmado los famosos decretos 2770/2771/2773 que signarían el destino de la historia argentina contemporánea: la orden del Poder Ejecutivo a las Fuerzas Armadas de “aniquilar el accionar subversivo”.

Obviamente, esto lo sabe mucha gente. El detalle que pocos deben recordar es que para ese retiro en Ascochinga, Isabelita se llevó a dos damas de compañía: la esposa de Videla y la esposa de Massera. Creer o reventar. No se que espera Netflix para producir la serie “Ascochinga” contando la relación de Isabelita con las esposas de quienes, seis meses después, la derrocarían y la meterían presa por años.

Volviendo al presente y descartada por el momento la posibilidad de que Alberto haya sido “ascochingado”, el gobierno intenta superar el mal momento, ahora de la mano del joven Manzur. Daría la impresión de que es un intento sin mucha convicción.

De hecho, Aníbal Fernández, la otra joven adquisición del equipo, dijo estar seguro de que “el pueblo no se va a suicidar y no va a votar a esta derecha berreta”. Analicemos esta frase.

Manzur es el jefe del gobierno. El manzurismo tucumano es un desprendimiento del alperovichismo que, junto al zamorismo santiagueño y al insfranismo formoseño, constituyen uno de los tantos brazos de la derecha kirchnerista, todos ellos descendientes directos del menemismo que fue la versión neoliberal de derecha del peronismo. En la academia política se los define como sectores aledaños al poder que aportan volumen político. En mi barrio se los conoce como “secuaces”.

En otras palabras, cuando Aníbal Fernández dice que “el pueblo no va a votar a esa derecha berreta” hay dos opciones: o está asumiendo la derrota o todavía no le explicaron que esa derecha berreta son ellos mismos.

¿Como sigue el cuento? El país está esperando que los candidatos salgan a la cancha para jugar el segundo tiempo, especialmente los oficialistas que son los que tienen que dar vuelta la goleada parcial. Llamalo morbo o curiosidad, pero hay ansiedad por ver la cara de Santoro y Tolosa Paz, asumiendo que son dos situaciones diferentes.

En el caso de Santoro podría pensarse que, ante el zafarrancho de las PASO, estaría tentado de volverse al radicalismo, recuperar la vieja mística alfonsinista y sacarse de encima a Parrilli, Zannini, Verbitsky y toda la runfla. Pero seguramente en el vestuario, el DT (que a esta altura ya nadie sabe quién corno es) le debe estar diciendo que hay que salir a buscar los votos de la izquierda. Dura tarea la de salir a buscar el voto de izquierda con Juan Manzur como Jefe de Gabinete pero, como suele decirse, no hay peor gestión que la que no se hace. Con probar no pierden nada.

Más complicada la tiene Tolosa Paz quien ahora deberá salir a explicar como se hace para ser la principal candidata de un espacio político cuya jefa le acaba de negar el saludo y le dió vuelta la cara en público (si la trata así en público, no quiero ni pensar lo que le debe hacer en privado) Tolosa es una de las militantes de la rama Puerto Madero del kirchnerismo. Como integrante de esa popular barriada, corre el mismo riesgo que sus compañeros Boudou, Alberto, Cristina, Máximo y tantos otros reconocidos copropietarios de bienes valuados en 5.000 dólares americanos el metro cuadrado y declarados a 500 pesitos argentinos el metro.

Así como Cristina cree ser una líder mundial, su hijo siente que puede manejar el peronismo y el país por el solo hecho de ser el hijo, Alberto siente que puede ser un estadista, Boudou se siente un revolucionario perseguido por no sabemos quien y Tolosa Paz siente que puede ser la voz de la Provincia o, lo que es peor, piensa que alguien le entiende algo cuando habla.

Para comprender mejor el conflicto que tiene esta gente volvamos a ese arcón de los recuerdos peronistas del que hablábamos. Allí también están las famosas 20 verdades peronistas. Todas son geniales pero algunas más que otras. Mi preferida es la N° 7: “Ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca”.

Glorioso el General Perón con sus verdades, ni que hubiera tenido un brujo cerca que le adivinara el futuro. Al final pasó lo que de entrada sabíamos que iba a pasar: de tanto combatir a la oligarquía, el kirchnerismo terminó formando parte de ella.

Mientras tanto, en la desesperación por cambiar el ánimo de la sociedad y remontar el resultado electoral, el Gobierno decretó el final de la pandemia y entró a regalar guita por todo lados para tratar de comprar votos.

Consejo amigo lector, agarre todo lo que le regalen. Bicicletas, heladeras, efectivo, lo que venga. Y después vote lo que se le dé la gana y rómpales la urna. Y siga cuidándose por que el COVID aflojó pero no terminó. Esta semana (del sábado 25 al viernes 1) se murieron 397 argentinos mientras el gobierno canta y baila sobre el escenario.

Derecha berreta al comando del avión.

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