Sin querer, el domingo pasado di comienzo a una comedia de enredos tan absurda como inesperada pero que terminó desnudando una increíble gama de tachas, manchas y lunares del gran lienzo nacional que no puedo menos que contar aquí paso a paso.
La Directora de Migraciones de la Nación, Florencia Carignano, en entrevista con María O’Donnell por radio, comentando la prohibición de entrar a varios países que sufren los argentinos porque el gobierno decidió inocularnos prioritariamente con la única vacuna aún no autorizada por la Organización Mundial de la Salud, lanzó alegremente, en medio de inexactitudes varias, su pensamiento: “Sin vida no se puede viajar. Esperar unos meses para viajar a Europa o Estados Unidos no es tan grave”.
Uno de mis trabajos es participar de la tertulia televisiva “Sólo una vuelta más”, en TN. Allí al comentar esa frase me salió, no de manera premeditada, una respuesta que, después supe, era compartida por miles de argentinos: “¿Quién sos, Florencia Carignano?”.
Tan poco premeditada fue, que por primera vez tuteé a alguien en cámara, cosa que siempre intento no hacer, para mantener una distancia que creo saludable.
También catalogué a la directora como “una funcionaria menor”. ¡Para qué! Pateé un hormiguero de egos inesperado. A los pocos minutos, mientras el programa estaba aún al aire, la funcionaria lanzó un tuit furibundo haciendo hincapié en lo de “funcionaria menor”, quizás sin entender que me refería a una cuestión objetiva de escalafón.
Una directora que depende de un Ministro que depende del Jefe de Gabinete que depende del Presidente no es una alta funcionaria, lo siento por el ego de los funcionarios menores.
También en su tuit instantáneo calificaba mi trabajo de “show”, a mí de “personaje” y me indicaba cómo hacerlo.
Carignano, en su respuesta, obviaba el tema fundamental: ¿Qué facultad tiene para impedir derechos consagrados en la Constitución Nacional?
Por las dudas, vale recordar el artículo 14, ahora que tantos chicos no tuvieron clases durante tanto tiempo: “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conformes a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender”.
Es difícil decirlo más claro.
Ningún funcionario por menor o mayor que sea puede prohibir un derecho constitucional. Entrar, permanecer, transitar y salir.
De ahí mi pregunta “¿Quién sos, Florencia Carignano?” que en el contexto se entendía claramente: “¿Quién sos para ponerte sobre la Constitución Nacional?”
Con una soberbia digna de mejor portador, la funcionaria en lugar de explicar, se puso a discutir el trabajo de un periodista menor, el quinto de una mesa de cinco.
No es la primera vez que la hija del “Gringo” Carignano, figura histórica del peronismo santafesino, pontifica despreocupadamente sobre la vida y las necesidades de sus compatriotas: “No es tan grave, se van a quedar unos días más de vacaciones”, había dicho en junio de este año cuando de un día para otro decidió que la ya exigua cifra de 2.000 pasajeros que podían entrar al país, se reducía a 600, con desprecio absoluto sobre la vida de sus conciudadanos.
Antes incluso, en marzo 2021, había amonestado a los libertinos compatriotas que decidieron hacer uso de su derecho constitucional: “Ninguna medida le va a venir bien. Yo entiendo que hay gente que nada le viene bien: que si cerramos porque cerramos, si no cerramos porque no cerramos.
Esta gente que fue a buscar su sueño a Cancún, realmente yo creo que podrían haberlo buscado cuando se acabe la pandemia. Cancún iba a seguir existiendo más allá de si ellos iban ahora o iban el año que viene.
No es una cuestión de empatía. Me parece perfecto que salgan pero 'yo me fui, me la banco'. No está prohibido salir del país, no hicieron nada que no corresponda. Ahora después, lo que no corresponde es decir ‘quiero volver’ cuando el país tomó una decisión que es para proteger a los 40 millones de habitantes. Ahora es ‘quiero flan, quiero flan, quiero flan’. Bueno ¿sabés qué? En este momento no vas a poder comer flan. Lo vas a comer en dos semanas, cuando el Estado considere que tenemos el momento y el lugar para traerte de un lugar que está complicadísimo sanitariamente”.
Pero, ¿qué me importa lo que le parezca perfecto o no a una funcionaria menor?, ¿qué sabe de las necesidades, ansias, azares, apuros o urgencias de la población como para decir cuándo y cómo un ciudadano decide “entrar, permanecer, transitar y salir” de su país?
Además, claro, que lo de las “dos semanas” no fue así.
Medidas se tomaron en todo el mundo. Muchas de ellas fueron extremas. Pero los varados que no pudieron entrar por meses a su propio país, sin que las embajadas o consulados atendieran siquiera el teléfono; gente sin dinero durmiendo en plazas o aeropuertos; enfermos al filo de no conseguir su medicación, no; ésos no hubo en ningún otro país del mundo.
Ahora cuando nos enorgullezcamos de la lista corta de inventos nacionales, al dulce de leche, la birome y el colectivo, deberemos agregar “los varados”.
La altanería e insolencia de Carignano y los suyos convirtieron a miles de argentinos en mendigos.
No contenta con el intercambio de la noche del domingo, el lunes a la mañana, la funcionaria dedicó su tiempo a seguir contestándome a mí, el quinto de cinco, ahora reclamando la primera carta de la defensa: “Me sacaron de contexto”.
Como si “Esperar unos meses para viajar no es tan grave” pudiera ser sacado de contexto.
Pero, como con el kirchnerismo siempre hay una vuelta más de absurdo, salió la senadora Juliana Di Tullio a jugar la carta de la desesperación, la carta de la misoginia.
Está tan mal contestar una crítica profesional con la cobertura de la misoginia, es tan machista en tantos niveles, que hasta da vergüenza explicarlo.
¿Hay que obviar las críticas que se le haría a un funcionario por su trabajo, porque quien lo realiza es una mujer? ¿Ese punto de condescendencia espera una mujer empoderada? ¿“No le digan nada que es mujer, pobre”, eso quieren las feministas del siglo XXI?
Es machismo puro defenderse de una crítica profesional alegando misoginia.
¿Lo entenderán? La pregunta viene a cuento porque en tuiter, ahí donde la desfachatez y la frescura se dan la mano para hacer temblar los pedestales de los solemnes, el usuario @gustlib se preguntó: “Explicame cómo saltó de trabajar del Silver Solarium de Temperley a decidir la cantidad de argentinos que pueden regresar al país”, junto a una foto de Carignano con su habitual tono bronceado.
El toque de maldad e insolencia típico de la red social; el sano ejercicio de la irreverencia de un ciudadano contra el poder.
Bueno, se tomaron el chiste en serio.
Sí, aunque suene increíble.
La nube de gases kirchnerista, con el Ministro del Interior a la cabeza, berreando: “¡Fake news! ¡Fake News!”.
¡Gente grande! ¡Y con responsabilidades! No, muchaches, ¡es un chiste de tuiter, no es una fake news! Confundiendo gordura con hinchazón, metiéndole rimbombancia donde no había nada, el Ministro del Interior Eduardo de Pedro usó tuiter para relacionar el hecho con la vuelta al ruedo político de Marcos Peña (la secuencia es “me sacaron de contexto”, “son misóginos” y termina indefectiblemente en paranoia). Habló de una reactivación del “troll center de Cambiemos y fábrica de fake news” (sic).
¡Era un chiste, Wado, si no lo entiende el problema es suyo!
Creyendo reforzar la capacidad indiscutible de la funcionaria a su mando, ¡el ministro mostró orgulloso el CV de Carignano! Por supuesto, empeoró todo.
El currículum es todo lo que está mal en un currículum y en Silver Solarium de Témperley se lo hubieran rechazado.
Primero, una desubicadísima foto de la funcionaria menor, con un cuadro a sus espaldas donde se ve a Néstor y Cristina, nadie vaya a dudar. Son cuatro soporíferas hojas con los primeros trabajos (para la próxima, Florencia, se comienza por los últimos y se pone sólo lo relevante, al menos así es para que te tomen en un trabajo en el sector privado, no sé si le suena).
Queda claro que consiguió su primer conchabo en el Estado como Asesora de la Secretaría General Presidencia de la Nación en 2003, tres años antes de recibirse como Licenciada en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador.
¿Qué recomendación habrá tenido para llegar a ese nivel de asesoría sin título universitario? (Y la pregunta está lejos de misoginia, si fuese Florencio la haría igual)
Nos enteramos de que siempre trabajó para el Estado, enganchando un puesto con otro, soltando una liana cuando ya había agarrado la siguiente.
Que fue Jefa de Gabinete de la Subsecretaría de Culto apenas recibida pero que al año se fue como asesora al Consejo de Seguridad Interior, y al año ya era Coordinadora de Proyectos de la Secretaría de Seguridad Interior y suponemos que después, porque no hay fecha, fue Jefa de Gabinete de Asesores de la Secretaría de Justicia de la Nación.
Nos enteramos que por decreto fue cuatro años Directora Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia, y después también por decreto, Subsecretaria de Acceso a la Justicia de la Nación y al año pasó a ser Representante del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos ante el Consejo Federal para la Lucha Contra la Trata y Explotación de Personas y Para la Protección y Asistencia a las Víctimas, desde el 14 de mayo del 2015 hasta nuestros días. Ahí no se sabe si es un error o qué, ya que el CV repite lo de “Representante…sarasa” pero le agrega la palabra “titular” y después sigue todo igual.
O se le chispoteó al currículum o se le chispoteó a la burocracia.
Lo cierto es que tiene ese cargo (o esos cargos) “hasta la actualidad”. Y también, según el CV, es Jefa de Gabinete de Asesores de la Secretaría de Justicia desde el 24 de agosto de 2015 “hasta la actualidad”.
Y además fue designada como Directora Nacional de Migraciones hasta la actualidad. O se olvidó de actualizar el CV y manda fruta (lo cual está mal) o es poseedora de una miríada de cargos en el Estado (lo cual también está mal).
De una u otra forma, está mal.
No contenta con su muestrario de conchabos burocráticos, Flor agrega en su currículum sus “publicaciones”: cuatro libros editados por el Estado, pero uno es la escritura de la presentación de un libro que la tiene a ella como “escritora y redactora” que vendría a ser que lo escribió y lo redactó, o sea. Es un libro que es la presentación de otro libro. Una inception de libros, digamos.
Es casi enternecedor si no lo hubiéramos pagado siempre nosotros que en “Cursos y capacitaciones” consigna que fue asistente a dos cursos en 2006, 4 en el 2007 y todo así. Le faltaron las charlas sobre batik, tarjetería española y cerámica en frío (es chiste, Wado). ¿Será que el Ministro que “renuncio pero de mentirita porque no era para tanto, no me crean cuando renuncio, vieron cómo me pongo cuando se arman los golpes de palacio”, creyó que la pregunta “¿Quién sos?” se contestaba con un cv?
¿Tan básicos serán?
Y… parece.
Lo cierto es que el CV servía tanto para Silver Solarium como para Migraciones, porque de este tema, no hay nada en el pasado laboral de la señora que reivindica tanto, tanto la educación pública sin jamás haber pasado por sus aulas.
Entre en la página del Canterbury School de Connecticut (www.cbury.org) y pregúntense si su papá fue un dirigente peronista del interior, ¿cómo hizo tanto dinero como para mandar a su hija a uno de los colegios más caros del mundo? (también es chiste, Wado)
Lo peor vino cuando el diputado Fernando Iglesias retuiteó el chiste del Solarium.
Ahí sí, desde Télam del Norte hasta Canal 7 pasando por el siempre presente C5N se largaron con lo de la misoginia en notas larguísimas que no hicieron con los argentinos que no pueden entrar o salir del país.
También surgió, es cierto, una catarata repudiable de tuits misóginos, violentos y sexistas.
Es paradójico, por el intercambio de Carignano conmigo recibí -como habitualmente- toneladas de mensajes homofóbicos. No sólo por tuiter, también en otras redes y en mi teléfono personal.
¿Es responsable Carignano de esos mensajes que recibo? No, y jamás se me ocurriría cargarla a ella con esa responsabilidad. Las redes son eso, también: el grito impotente de los fachos anónimos, pero las personas públicas lo somos porque queremos. Y viene en el paquete.
Se hablaba de la incompetencia de un funcionario sin importar su sexo.
Victimizarse jugando la carta de la misoginia cuando no corresponde, incentiva la misoginia de los fachos de siempre, y además banaliza el problema.
Si todo es misoginia, nada lo es.
No está de más recordar que ninguno de los integrantes de la piara de periodistas, funcionarios y figurettis que se solidarizaron con Carignano, ni ella, dijeron una sola palabra en esta semana que se confirmó lo que sabíamos, que a Magalí Morales la mató la policía de San Luis en el marco de la cuarentena.
A Carignano no le sale preocuparse de los argentinos que no pueden salir del país o los que no pueden entrar en general.
Le gusta más el uno a uno.
Por eso a Pao Corrales, la tuitera que el viernes le escribió: “Hola @florcarignanook! Soy becaria CONICET y tenía programado viajar a USA por una estancia de investigación por unos meses. Me cancelaron el vuelo con @AmericanAir del 7/10 y dicen que no hay vuelos disponibles. ¿Me ayudarías a buscar un vuelo lo más pronto posible?” no le contestó: “Esperar unos meses para viajar a Europa o Estados Unidos no es tan grave”. Le contestó: “Te mandé DM”, o sea, le escribe un mensaje privado.
¿Qué tiene para decirle en privado, si ya públicamente dijo que no era grave? ¿Le contestó “Pao, no es grave”? ¿O la acomodó en un avión? La intriga no nos dejará dormir.
Por eso es pertinente más que nunca la pregunta “¿Quién sos, Florencia Carignano?”.
Y no, no estamos discutiendo personas.
Wado de Pedro, el ministro que renunció de mentiritas, decía en su tuit #DebatamosIdeas.
Y eso es lo que hace la pregunta: “¿Quién sos, Florencia Carignano?”
Un debate sobre la idea de la burocracia y el privilegio que trata a los argentinos como ciudadanos de segunda.
Que intenten disfrazarlo de otra cosa es sólo una muestra más de la impotencia de una administración encerrada, triste y final.