Sensación de fin de ciclo

La derrota en las PASO anticipa un cambio de ciclo. La caída electoral del kirchnerismo, incluso en zonas donde se creía invencible, inquieta a un sector que creía tener un apoyo cautivo.
Sensación de fin de ciclo

El termómetro social ha comenzado a reflejar un cambio de paradigma que anticipa el final de un ciclo de acumulación de poder basado en el ideologismo obtuso, la soberbia y la impunidad. No sólo los contundentes resultados de las PASO y los pronósticos de una nueva derrota más amplia en noviembre permiten inferir que algo se rompió entre la sociedad y el kirchnerismo. El fenómeno más extraordinario que se percibe es la ruptura de gran parte de la base social histórica con los dueños del poder en el Gran Buenos Aires. 

La baja performance de la oferta electoral del Frente de Todos en las barriadas más humildes del segundo y tercer cordón del conurbano profundo es el fiel reflejo de la explosión de la bronca acumulada entre los más vulnerables en términos sociales y económicos. La brutal cuarentena, pésimamente administrada por el oficialismo, dejó consecuencias muy difíciles de mensurar pero que alimentan el quiebre con quienes se sentían los dueños absolutos del poder. Creyeron que podían manejar la vida de todos, especialmente de los que menos tienen.


Esa subestimación fue fatal para un espacio político como el kirchnerismo que subestimó, por soberbia y dogmatismos ideológicos, a una sociedad agotada y castigada por la pérdida de poder adquisitivo, la violación de su libertad, la falta de vacunas y la muerte de seres queridos por el covid. Y además la sociedad toda pudo comprobar en vivo y en directo que aquellos que decían “defender al pueblo” se convirtieron en una oligarquía que sólo cuidó sus intereses personales como si fueran “seres superiores", exhibiendo obscenamente el abuso de sus privilegios.


Todo parece indicar que este nuevo clima de época que se respira en las calles pone un límite concreto a esa forma de hacer política. Como contó el analista Jorge Ossona en MDZ, basta escuchar las letras de algunos raperos que hacen su arte urbano de protesta en los barrios más pobres del GBA. Describen desde su bronca que no soportan seguir viviendo como pretenden los punteros, los referentes territoriales y los matones de las organizaciones sociales. Se resquebraja el poder K, un sector que creía liderar un movimiento hegemónico e invencible. 


Hartazgo


 El kirchnerismo no entendió que hasta sus propios votantes se hartaron de la sobredosis de soberbia y agresividad de discursos como los de Axel Kicillof o Nicolás Kreplak. Ni hablar de Daniel Gollan y su simplismo despectivo que esta rebelión de los mansos se arreglaba con “más platita” en el bolsillo. Hasta la patética explicación de Carlos Zannini que ellos “son personas que deben ser protegidos por la sociedad” para justificar el vacunatorio VIP, una aberrante metodología que implementaron ante la mirada de todos con absoluta impunidad.

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Y como si todo esto fuera poco, los principales integrantes del Frente de Todos siguen jugando con fuego. Para intentar remontar la derrota están impulsando una emisión de pesos descontrolada que sólo pronostica más inflación y pobreza. A casi nadie en el oficialismo le quita el sueño la aceleración del goteo de dólares que diariamente va perdiendo el Banco Central, un escenario cada vez más inquietante para la actividad de una economía resentida. El sector privado pierde rentabilidad y no tiene horizonte, ni garantías como para invertir. El escenario luce más que preocupante y todos los pronósticos económicos y financieros son pesimistas.

 Pero probablemente, y con un alto grado de irresponsabilidad, después del 14 de noviembre se agudice la pelea interna entre los socios del FDT poniendo al presidente Alberto Fernández en uno de los peores escenarios de debilidad política que se recuerde. Casi al borde de una crisis institucional como la de 2001. La épica anacrónica y la pésima gestión de Gobierno del kirchnerismo anticipa la percepción de un fin de ciclo ¿Arrastrará también al peronismo como estructura política dominante?

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