Esperan expectantes, pero también sorprendidos. En Juntos por el Cambio tuvieron un doble éxito el domingo: ganaron una elección con sorpresas y fueron testigos de la implosión del oficialismo, un escenario impensado y que les deja el camino allanado para pensar en ser alternativa real de poder. Es decir, no solo en noviembre.
La estrategia es no involucrarse en la pelea interna, más allá de lo discursivo. Si hay algún llamado de rescate o pedido de ayuda, no habrá respuesta. Alfredo Cornejo, presidente de la UCR, es un hábil conocedor en el arte de calcular los pasos ante la crisis del rival. Lo hizo en Mendoza entre 2011 y 2015 y ahora, con otro perfil, le toca algo parecido. Cornejo puso un freno y dijo que lo que ocurre no es una crisis institucional, sino una pelea interna del partido de gobierno. La diferencia no es sutil: si se declarara realmente como crisis de las instituciones la situación ameritaría una intervención activa de la oposición, un involucramiento que, como la mancha venenosa, podría afectarlos. La idea de un conflicto palaciego los deja como espectadores y en una situación más cómoda para administrar los tiempos.
Por eso también habrá una estrategia de contrastes. Mientras el Frente de Todos se desangra, Juntos por el Cambio reunirá en Buenos Aires a todos los candidatos y dirigentes para una foto de unidad. Ya lo hicieron desde el discurso, ahora construirán la imagen.
Es un escenario extraño para la historia política reciente del país. Esa máxima que servía de amenaza sobre la pericia del peronismo para administrar el poder se derrumbó. Antes había ocurrido, desde el 10 de diciembre, con otra mentira: el que gana lidera, el que pierde acompaña. En realidad lo que ocurrió es que no se supo bien quién ganó y quién lideraba desde el cambio de gobierno. Mucho menos ahora, tras la extraña mutación del gabinete de Alberto Fernández.
Aceleración
La velocidad con la que se precipitó el cambio de escenario también va a generar una adrenalina especial en la oposición. Hace menos de un año un dirigente de alto rango explicaba a MDZ que era difícil pronosticar quién lideraría a futuro porque podía mediar una crisis social o política que cambiara todo. Finalmente ocurrió. Aunque también es incierto el futuro de los liderazgos, hay algo más de claridad.
Horacio Rodríguez Larreta parece en el lugar indicado, en el momento justo y con el blindaje necesario. El resultado de las PASO lo tuvieron como el gran ganador hacia afuera porque fue el mentor de la estrategia del PRO en la Provincia de Buenos Aires, entre otras cosas. Internamente le ganó varias pulseadas a Mauricio Macri y quedó fortalecido. Sumado ello al efecto vidriera que tiene en la Ciudad y cierta inmunidad. Dentro del PRO quienes pueden disputarle poder están en inferioridad de condiciones, pero no se resignan.
El radicalismo quedó fortalecido y se acerca al primer escalón pensado por Alfredo Cornejo y los armadores de la UCR: al menos ser competitivos electoralmente para dar la pelea interna; dejar de ser una "federación" de partidos provinciales para convertirse en alternativa. El experimento ejecutado con Facundo Manes salió mejor de lo esperado. El juego de alianzas es más vidrioso porque los dirigentes que buscan empoderarse cruzan roles entre las alianzas y las ambiciones internas.
Cornejo, por ejemplo, no declina su carrera pero por ahora pone como objetivo principal mantener el frente; idea que comparte con la presidenta del PRO Patricia Bullrich. Cornejo por ahora juega con "estructura prestada" en Buenos Aires y eso le resta chances reales. No tiene aparato ni en la Ciudad, ni en la Provincia. Fue coautor de la "idea Manes", se lleva bien con Martín Lousteau, pero a futuro podrían ser rivales. Cree también que está en inferioridad de recursos y condiciones con Rodríguez Larreta. Por eso de cara al 2023 y conociendo su trayectoria, difícilmente se arriesgue a una competencia donde no pelee de igual a igual. Sin embargo sí apuesta a que el radicalismo tenga ambición propia.
Cornejo y Bullrich juegan un rol clave. Ambos entendieron la importancia de la unidad; tanto que la ex ministra de Seguridad fue la primera en dar un paso al costado en la violenta interna que tenía su partido. Los dilemas que vienen tienen que ver con cuánto se abrirá a nuevas fuerzas y dirigentes la alianza Juntos por el Cambio. Y quiénes quedan relegados "a la fuerza". Allí, por ejemplo, la puja estará por el intento de prescindencia de Mauricio Macri que la mayoría quiere. Creen que puede generar un ambiente tóxico como Cristina lo hizo en el Frente de Todos.