Boleta única de papel, ya
Pasó en Mendoza, pasa en todo el país
Como siempre en el día de elecciones, se levantó temprano y con no más de dos o tres mates en el estómago se fue rapidito a votar, con la fresca, imaginó, y para ganarle de mano al aluvión de votantes que suele aparecer antes del mediodía. El Zonda picando aquí y allá, y el pronóstico de temperatura en ascenso para las horas de la tarde lo animó a caminar con entusiasmo y a satisfacer el deseo –para muchos inexplicable– de hacer conocer y poner en acción su opinión política vía el sufragio. Un derecho, por sobre todo, más que una obligación.
En el ingreso de la escuela Padre Pedro Arce, del populoso Barrio La Gloria, de Godoy Cruz, los números de las mesas se mostraban y presentaban a la vista de todos escritos con tiza, sobre el cemento, en la explanada de ingreso del colegio, sobre la vereda. En la mesa 717 no había ningún tipo de espera. Cruzó la puerta de ingreso y se dirigió hacia la mesa de votación. Más que dispuesto sacó su DNI, la birome y la tijera. Tres chicas, jóvenes, presidían la mesa: la presidenta y dos fiscales. Las tres sacudieron la modorra, se movieron, lo saludaron y lo invitaron a pasar al cuarto oscuro. Y fue en ese momento cuando un sorpresón se apoderó de su humanidad cuando vio que sobre los bancos sólo estaban desplegadas boletas de cuatro ofertas electorales. Sólo de cuatro. Faltaban cinco, de las nueve que compitieron ayer en las PASO mendocinas.
Entre las boletas de candidatos que estaban allí, a la vista, no se encontraban las de su preferencia; porque, además, el voto que se había imaginado se componía de varios cortes, dos al menos. El chimichurri electoral que estaba inscripto en su cabeza estaba compuesto de un candidato de un frente distinto para cada una de las cinco categorías. Lo que se le presentaba a la vista no era lo que quería.
Salió del cuarto oscuro e informó, con un timbre de voz claro y contundente: “No hay boletas”. Las chicas, las dos fiscales y la presidenta de mesa, se miraron entre sí y tardaron unos segundos en reaccionar, para incorporarse e ingresar raudas a la sala para verificar los dichos del elector y, al cabo de un minuto, la presidenta lanzó: “Ahora puede pasar”.
El hombre ingresó y observó que de las cuatro boletas que había cuando ingresó por primera vez, el número de la oferta electoral se había elevado a siete. Faltaban dos más. Cuando salió y volvió a informar del faltante, las chicas ya no sabían qué hacer ni qué responder. Una de ellas esbozó la responsabilidad de los partidos y del resto de los fiscales que allí no estaban. Hasta que apareció el delegado de la Junta Electoral designado en el colegio. “Las boletas que faltan no están, nunca llegaron. Venga, lo invitamos a que pase y vea las bolsas de contingencias. No hay más que las que están en el cuarto oscuro. Nosotros no nos hemos quedado con ninguna”, agregó el delegado, un muchacho joven y entusiasta, también algo preocupado por la situación.
Más tarde, cuando en LVDiez se le compartieron las peripecias del votante de Godoy Cruz al juez federal con competencia electoral, Walter Bento, el magistrado intentó restarle importancia al hecho, lo minimizó y lo redujo sólo a un asunto aislado en una escuela determinada. Además, argumentó que es un tema que se encuentra bajo la responsabilidad de los fiscales y los referentes de los partidos.
Bento poco dijo y poco habló de la obligación de la Justicia Electoral para garantizar que toda la oferta electoral llegue a las escuelas como corresponde, independientemente del seguimiento que cada fuerza electoral le hace a la presencia de boletas en los cuartos oscuros.
La opacidad de un sistema electoral vetusto y que pide a gritos un cambio urgente que garantice la transparencia y le facilite al elector un acto, un proceder y un sistema de votación más amable, simple y menos vulnerable a las avivadas de siempre, y cuando no a alguna que otra trampa de características fraudulentas, claramente ha sido uno de los datos más importantes y relevantes del primer chico de un partido electoral que se termina de jugar en noviembre, el 14 de ese mes, con las generales legislativas y definitivas.
La deuda que la política tiene con la boleta única de papel o con, quizás, el más resistido y sospechado voto electrónico, algunos de los sistemas que están llamados a remplazar a la vieja boleta sábana, se renueva elección tras elección y con cada año que transcurre sin que oficialistas ni opositores se den por aludidos. Es más, cuando han estado en el punto decisivo, cuando sólo ha faltado dar el último paso, directamente, han escondido y silenciado cualquiera de esos intentos serios que han surgido.
Los argumentos en contra, que se oponen a un mejoramiento del sistema de elección que se aplica y tiene vigencia y con el que se cuenta en el plano nacional y en una mayoría abrumadora de las provincias argentinas, varían del factor económico, por caro para el caso del electrónico al que le suman las dudas sobre posibles hackeos y vulnerabilidades varias. Y, sobre la boleta única de papel, más que nada, existen alegatos en contra que nunca serán admitidos en público, tales como que les resta a los partidos y frentes electorales el poder de control sobre el voto en cada una de las categorías.
La boleta única de papel, entre otros factores más que positivos, apunta al menor gasto, a su transparencia y, si se quiere, a que se trata de un método más ecológico que la boleta sábana. Sólo algunos días atrás, la Red de Acción Política que componen las organizaciones Argentina Debate, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) y Poder Ciudadano lanzó un llamamiento público y hacia la política en particular para la instrumentación del nuevo método.
En el documento que dieron a conocer apuntan a que la inmensa mayoría de las democracias del mundo, en 95 por ciento, ya la están aplicando. La red acompañó el reclamo con el resultado de una encuesta que realizó recientemente Poliarquía, en la que 55 por ciento de los consultados se inclinó a favor de la boleta única; 70 por ciento valoró el ahorro en la impresión de boletas y que estas no falten en el cuarto oscuro, como le ocurrió el domingo al votante del barrio La Gloria, y donde 71 por ciento ha destacado que ningún partido o fuerza electoral puede repartir previamente los sobres con el voto dentro.