La tuya no va a estar

Por Osvaldo Bazan
La tuya no va a estar

Es bueno que lo sepas desde ahora.

La tuya no va a estar.

Van a pasar las PASO.

Y la tuya no va a estar.

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Van a pasar las elecciones de noviembre.

Y la tuya no va a estar.

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Van a pasar los dos años que le faltan a la pareja de Fabiola.

Y la tuya no va a estar.

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Va a venir el nuevo gobierno del 2023.

Y la tuya no va a estar.

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Van a pasar muchos años y la tuya no va a estar.

Y es lo mejor que te puede pasar.

En 1986 Carlos Sorín hizo “La película del rey”, una maravilla que contaba la odisea de un director de cine argentino –interpretado por Julio Chávez- y un productor –Ulises Dumont- intentando filmar una película sobre un lunático francés que había querido instaurar un reino en la Patagonia. Por supuesto, filmar una película en Argentina era una aventura tan temeraria como crear un reinado francés en la Patagonia. Cada buena intención de la dupla Chávez/Dumont era apedreada con problemas sindicales, presupuestarios, estatales, de egos. La película se iba achicando cada vez más, descartaban escenas, trajes, actores. El productor decide entonces cortar todo lo que haya que cortar, pero no puede prescindir del actor principal, el que encarna al rey loco –Miguel Dedovich-. Cuando le cuenta esto al actor, el tipo, sin inmutarse por el destino de la película, por el resultado artístico o comercial, sólo pregunta: “¿La mía, está?”. “Sí, vos tranquilo, la tuya está” contesta resignado el productor.

Y así fue que Sorín en 1986 puso en pantalla grande el big bang de los problemas nacionales.

La condición de que la tuya esté para acompañar cualquier realización.

Si “la tuya está”, no importa nada más.

Si “la tuya está”, que se incendie el mundo.

Si “la tuya está”, no importa que todo se vaya al diablo, que la película no se filme, que la historia se termine.

Lo único que importa es que la tuya esté.

Y así, prometiendo la tuya, la tuya y la tuya el país se vació y ahora no hay para nadie.

Pero que “la tuya esté” es lo que hace que el país se hunda.

Es el mantra del país corporativo.

Tiene que estar la de los trabajadores del Estado, tiene que estar la de los empresarios amigos, tiene que estar la de las organizaciones sociales, tiene que estar la de los sindicalistas, tiene que estar la de los contratistas, tiene que estar la de los periodistas, tiene que estar la de los artistas, tiene que estar la de los intelectuales.

“La tuya está” es una coima institucionalizada que frena cualquier avance: se le paga a cada uno para que te deje gobernar en paz

Y se termina en la paz de los cementerios.

Lo cuenta Mauricio Macri en su libro “Primer Tiempo” que, en un país menos prejuicioso, los periodistas hubieran leído sin anteojeras y serviría como ayudamemoria: “En aquellos primeros meses de gobierno me senté a conversar con todos los que quisieron hacerlo y les conté cuál era mi diagnóstico y cuál era mi plan. Casi todos estaban de acuerdo conmigo, sobre todo en el nivel de diagnóstico. Después, cuando queríamos bajar a los detalles, los mismos actores empezaban a escabullirse. Ninguno estaba contento sobre cómo vivía, todos reclamaban cambios, pero los sindicalistas no querían una reforma laboral, los empresarios no querían abrir la economía y los políticos no querían resignar sus presupuesto. Cuando hablaba con ellos me daban la razón en todo pero al final de cada reunión me preguntaban por la seguridad de su propia parcela. Ubi est mea? (¿dónde está lo mío?) como dice Jorge Asís”.

Y aparece entonces el verdadero problema:

En el país de las urgencias, el largo plazo es imposible.

En el país de los problemas estructurales, el corto plazo es un obstáculo.

¿Cómo se resuelve el intríngulis?

En principio, reconociéndolo.

Las soluciones del mientras tanto son el problema del futuro.

El ejemplo de las vacas viene bien para entender el caso.

Al cerrar la exportación de carne vacuna se consiguió bajar un 1% el precio de la carne a cambio de perder 8 millones de dólares por día desde el 15 de abril, fecha en que entró en vigencia el sueño húmedo del asado barato.

Hasta fin de agosto se habían perdido, según el informe del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina no desmentido por ninguna fuente oficial, 1084 millones de dólares. ¡1084 millones de dólares! sólo para que el gobierno llegue a las elecciones sin un aumento mayor en el precio de la carne. Igual, el olor a asado, como dice el ilustrador tucumano Bernardo Erlich es sólo “memoria emotiva”. Nunca se consumió tan poca carne de vaca en los últimos cien años de Argentina.

La solución de hoy se convirtió en el problema del mañana. Matamos a la vaca del asado de oro.

Además, claro, se pierden difíciles mercados internacionales que trabajan con mayor previsibilidad que el “vamos viendo” nacional y se perdieron ya 150 puestos de trabajo y están en peligro diez mil puestos más, sólo en la provincia de Santa Fe.

Quien anuncia este tsunami sobre los trabajadores es ni más ni menos que Daniel Roa, titular del sindicato de la carne santafesino. Es raro, porque ya tenían experiencia en el asunto. En el anterior gobierno kirchnerista, en 2006, por las mismas medidas demagógicas, ya se habían perdido 15 mil puestos de trabajo. Uno pensaría que con ese antecedente, Roa ve una vaca kirchnerista y llora. Pero no. Daniel Roa se juntó el 30 de octubre del 2019 con Hugo Yasky para unirse a la CGT “de los trabajadores” y tomados de la mano caminar hacia el abismo.

Sellaron el amor con una declaración conjunta que hoy toma su verdadera dimensión. Se quejaban ofuscados en octubre del ’19 por: “La actual situación económica y financiera que vive el país y la persecución indiscriminada del actual gobierno de Mauricio Macri a la clase trabajadora, el intento de llevar adelante una reforma laboral, privatizar las jubilaciones, depreciar el salario de los trabajadores a uno de los más bajos de la región y tener índices de pobreza cercanos a los de países africanos".

Para que quede claro el pensamiento vacuno de Roa, Yaski y otros exponentes de “la tuya está”: las exportaciones de carne vacuna se triplicaron entre 2015 y 2019. Pasaron de 145.106 toneladas en 2015 a 489.587 toneladas en 2019. Agosto del ‘19 –sólo 40 días antes de que Roa llorara lágrimas de leche por la malaria macrista- fue el mes en el que la carne produjo el mayor valor exportado en dólares desde 1998, cuando empezó a medirse.
Al sindicato de la carne de Roa y a la CGT “de los trabajadores” de Yaski, le resultó insostenible tal éxito.

Los 15 mil puestos de trabajo perdidos por el kirchnerismo se recuperaron y se superaron para el 2019. Sin embargo, el sindicato de la carne decidió vaya uno a saber por qué bombardear esos éxitos. Ahora lloran sobre los chinchulines derramados.

¿Cómo vamos a seguir pavonéandonos de los argentinos preparados para los empleos del futuro si estamos flojos hasta en lectoescritura? Los sindicatos docentes contra la presencialidad y a favor del adoctrinamiento partidario son el problema. Grave. Quedó demostrado que les importa nada el destino de los alumnos. Nada. ¿Qué se hace con ellos? ¿La gran mesa de concertación nacional, con todos sentados tomando café y decidiendo qué?

Los alumnos pasan de grado sin ir a la escuela, terminan el secundario sin saber leer. ¿Cómo se cambia? ¿Con las chicanas de Baradel? ¿Con una docente que se tajea la panza para echarle la culpa a su adversario político? ¿Con la Docente Desquiciada? ¿Qué se hace con ellos?
Hay que cambiar todo y de raíz.

Shock o gradualmente. Los dos caminos son dolorosos. Pero más doloroso es que siga todo igual, con la promesa de que “la tuya está”.
Durante años se tomaron medidas para asegurar que la tuya esté. Para que esté, se suben los impuestos, se pide prestado, se pone en funcionamiento la maquinita de hacer plata.

Pero ya no se pueden subir más los impuestos, nadie nos presta y la maquinita reventó.

¿Qué hacemos?

Gastamos menos.

La tuya no va a estar, ¿te lo aguantás en pos de salir del pozo?

Hoy en siete provincias ya hay más trabajadores de la “economía popular” que privados. Son 2.800.000 argentinos –en su mayoría, 57,4 %, argentinas- que están descolgados del sistema, que viven eventualmente de changas precarias, de soluciones precarias, de favores precarios. Es imprescindible que esos casi tres millones de personas consigan un trabajo decente. Es eso o resignarse a vivir en la miseria para siempre ellos y sus hijos y los hijos de sus hijos.

No será en el Estado porque no se los podrá pagar.

No será con inversión extranjera, porque el país se ha portado tan mal con todos los que nos prestaron plata que van a pasar muchos años antes de que vuelvan a confiar en nosotros. Pero esto así ya no va más.

Los argentinos no tenemos ni idea cuánto pagamos de impuestos y ése es un problema al momento de exigir una baja de lo que pagamos. Según un trabajo de Carlos Mazoni en La Nación, en marzo del año pasado, cuando uno hace una compra en el supermercado, está pagando 41,2% de impuestos entre IVA, Seguridad Social, Ingresos Brutos, Impuesto a las ganancias, débitos y créditos bancarios, tasas de inspección e higiene e impuestos internos.

Esto es lo que pagamos todos, pero además están los impuestos que pagan los que pagan impuestos. Que tiene sin cuidado a la economía informal. Por eso no es un pedido de la economía informal y por eso los funcionarios no se ven interpelados al respecto. Si la economía informal vive –poco y mal- en parte por lo que aporta la economía formal, ¿de qué se quejaría? ¿Quién les explica a “los que no pagan impuestos” que si diesen el salto a la formalidad tendrían más posibilidades de progreso, si desde el gobierno baja un discurso antimeritocrático?

Según un informe del Banco Mundial, Argentina está en el podio de los países que más impuestos pagan.

¿Qué se hace con toda esa plata? ¿En forma de qué vuelve toda esa recaudación al pueblo? ¿Vuelve? ¿Cuánto de todo esto hace que la vía más “racional” termine siendo la evasión? ¿Menos impuestos para más gente sería una solución?

Nada de esto se cambia sin dolor.

Es imprescindible dejar la informalidad, que más gente cobre y pague en blanco. Te cobro menos impuestos, pero te hago imposible no pagarlos, eliminando así todos los males que traen aparejadas las saladitas que llenaron el país en los últimos años. Hoy, la única posibilidad de vestirse para mucha gente es alimentar las mafias del trabajo esclavo, el contrabando y la trata de personas. ¿Se puede salir de ese círculo? No sin dolor. Pero se puede.

Cortar hoy los planes sociales es imposible, provocaría una hecatombe de magnitudes inusitadas. El tema no es cambiar los estómagos, el tema es cambiar las cabezas. ¿Cómo se hará? ¿Quién? ¿Con cuánto dolor? Porque magia no hay.

¿Cuánto demagogo suelto estará interesadísimo en usar años de planes y usurpaciones?

¿Cuántas voluntades habrá que juntar para hacer un cambio quirúrgico, lento pero constante para que en el mientras tanto no haya millones que mueran de hambre pero que ese salvavidas no se convierta en plomo hacia el futuro, como ya lo es?

¿Cuánta firmeza hace falta?

¿Hay que sufrir mucho más para que se entienda?

El pozo en el que está el país es inédito.

Se saldrá de él con mucho tiempo de sangre, sudor y lágrimas y de ninguna otra manera. El candidato que ofrezca otra cosa, simplemente, está mintiendo.

Claro, el problema es que un candidato en elecciones tiene que ofrecer futuro, optimismo y confianza. En el fondo de este pozo, la única manera de hacerlo es si primero dice: “Vamos a pasar algunos de los peores años de nuestras vidas para salir de acá, ni se les ocurra pensar en soluciones a corto plazo que son el problema y que no existen. Y es más, la tuya no va a estar”.

Si llevás lo que los argentinos cobramos a dólares, te das cuenta que ya no estamos en el mundo. No somos ni un vuelto en caramelos. ¿Se sale con un shock que no podemos soportar o con un gradualismo que nos empantana en el mismo lugar?

Sin embargo, poco y nada se habla de esto en campaña. ¿Por qué?

Porque muchos candidatos creen que nada nos importa.

Y lo que es peor, en muchos casos tienen razón. La infantilización de los spots responde a una sociedad que “está enojada” porque “son todos lo mismo” y “esto no cambia más” y “no voy a votar porque para qué”. Exigimos candidatos que se hagan cargo de lo que no tenemos ninguna intención de hacernos cargos.

Hemos votado al que nos prometió que “la tuya está”.

Así nos fue.

¿Hemos tocado fondo? Qué sé yo. Lo parecía hace tres meses, dos, uno. Y aparece otro fondo.

Si la sociedad está enojada, que convierta el enojo en acción. Como hicieron las ejemplares marchas de las piedras, los padres organizados, los padres de VacunaMe, los estudiantes organizados

Si la sociedad cree que son todos lo mismo, que aprenda que no. Que nunca puede ser lo mismo el que destruye un bunker que el que libera narcotraficantes.

Si la sociedad cree que “esto no cambia más” es responsable de que no cambie más.

Si la sociedad no va a votar porque “total para qué” es porque no sabe vivir en sociedad y tiene que volver a la escuela, a una escuela que debería estar abierta sin profesores que adoctrinen partidariamente.

La tuya no va a estar. Mientras más tardemos en aceptarlo, más vamos a tardar en darlo vuelta.

Vendrán la sangre, el sudor y las lágrimas.

Recién cuando no esté la de la justicia, la de los sindicatos, la de los punteros, los empresarios, la iglesia, la de la prensa, la de los intelectuales, la de los acomodados y los gestores y las organizaciones sociales, podemos pensar en que algo estará cambiando.

Recién después de todo eso empezará a estar la de todos.

Argentina no es un país para débiles.

Mientras más tardemos en empezar, más difícil será.

La puerta de salida se abre el próximo domingo.

Que te encuentre preparado.

 

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