Olivosgate: la jornada de furia cuando Alberto Fernández quiso renunciar a su cargo
El día que el presidente Alberto Fernández quiso patear el tablero después de la explosión del "Olivosgate". En su entorno se movieron con urgencia para convencerlo y hasta convocaron a dos dirigentes radicales de larga experiencia. Uno de ellos fue Enrique Nosiglia. Dudaba de una mano cristinista.
Hace dos fines de semana, cuando exploto el Olivosgate, el presidente Alberto Fernández llegó al extremo de su paciencia. Fuera de sí, y a los gritos, aseguró que estaba dispuesto a renunciar. En su entorno más íntimo convocaron de urgencia a dos dirigentes radicales y a un intelectual para que lo persuadieran de su decisión de generar una crisis institucional, según revelan fuentes confiables.
La crisis emocional del jefe de Estado se generó después de la difusión de los videos del cumpleaños de Fabiola Yañez por el periodista K Roberto Navarro y la televisión pública. Lo que se presentó como una movida de “control de daños” enfureció a Alberto. Lo interpretó como una “ofensiva de La Cámpora para erosionar aún más su figura golpeada ante la opinión pública”, de acuerdo a lo revelado por un vocero del mundo empresario con excelentes vínculos con la Casa Rosada.
Entre los convocados por el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, estaba el “histórico” dirigente de la UCR Enrique Nosiglia. También se sumó otro correligionario que no quiso revelar su nombre porque está en campaña electoral. Según los voceros, los invitados ingresaron por la entrada de avenida Libertador para evitar ser registrados por el personal de la Casa Militar.
La imagen de la ira de Fernández hizo acordar a alguno de los presentes a la furia de Cristina Fernández de Kirchner en 2008 cuando no se aprobó en el Senado la resolución 125 con el célebre “voto no positivo” del entonces vicepresidente Julio Cobos. En esa oportunidad hubo varias gestiones para evitar que la actual vicepresidenta renunciara. Siempre se dijo que hasta se involucró Luiz Ignacio Da Silva. Lula fue clave para convencer a CFK y a Néstor Kirchner para que no cometieran un error político en forma impulsiva.
En esta oportunidad fue clave la gestión de dos hombres del radicalismo para hacer entrar en razones a un Fernández fuera de control. Sobre todo, porque el jefe de Estado sospechaba de la influencia del cristinismo en la divulgación del Olivosgate, de acuerdo a lo que cuenta uno de los presentes. “Necesitaba hacer catarsis, pero enseguida entendió que era una locura patear el tablero”, agregan.
No cabe ninguna duda que el jefe de Estado entiende, más allá del microclima de Olivos, que un revés electoral o un empate con sabor a derrota se lo van a facturar desde el Instituto Patria y La Cámpora. Por ahora cruzan los dedos en el entorno presidencial esperando que las fotos y los videos no tengan tanto impacto en las urnas.