J. M. salió a caminar por el barrio Villa Paur, de San Martin de Los Andes, a pesar del frío que azotaba la zona en los primeros días de abril de 22 años. Era mediodía y la chica, de 22 años recién cumplidos, quería despejar la cabeza después de amasar las prepizzas que tenía pensado vender durante la tarde. Luego de un tiempo de caminata, se cruzó con un conocido, una persona que un amigo en común le había presentado en una reunión un tiempo antes.
Se saludaron y él la invito a tomar mates a la casa. Ella aceptó. Fue solo el comienzo de uno de los casos más aberrantes de la historia policial reciente en el país. El hombre de 44 años, identificado como Antonio Alberto M., la secuestró durante cinco meses. En ese lapso, la golpeó hasta el cansancio y llegó a violarla hasta tres veces por día. Entre otras aberraciones, la encerró en un baño y la obligó a tomar agua del inodoro. El sábado pasado, finalmente, la víctima pudo escapar y hacer la denuncia. El hombre fue detenido el domingo último por la policía provincial.
“No recuerdo un caso como éste, en el que haya existido un ensañamiento con la víctima tan brutal. El acusado la obligaba, con una pistola en su cien, a llamar a su mamá para decirle que estaba todo bien para que no fueran a buscarla”, explica a Infobae uno de los investigadores del caso.
Según el relato de la víctima ante el fiscal Maximiliano Bagnat, esa tarde de abril entró a la casa de Alberto Antonio M.. Conversaron un rato mientras compartían un mate hasta que ella fue al baño. “Cuando salí escuche la cerradura de la puerta de calle. Levante la cabeza y este hombre me estaba apuntando con un arma. Me dijo: ´Vos no te vas, te vas a quedar acá´. No entendía que pasaba”, relató la víctima.
Luego de esa situación, el hombre la obligó a llamar a su madre y a un hermano para decirle que estaba de novia y que se iba a quedar a vivir ahí. “Esta situación se dio varias veces durante el secuestro. La apuntaba con la pistola o directamente con una carabina calibre 22 para que llame y diga que estaba todo bien. Era un método perverso porque la amenazaba con que si decía algo iba a matar al hermano que es discapacitado”, explica una fuente con acceso al expediente.
La víctima contó que Antonio Alberto M., empleado de un almacén de la zona, había generado un perverso sistema de premios y castigos ante actitudes cotidianas. “Peinarse era motivo de castigo porque lo tomaba como una provocación”, dijo la víctima. La reprimenda eran golpes brutales. No sólo con las manos, sino que se cree que también utilizaba elementos contundentes como la punta de la carabina calibre 22 que luego fue encontrada en la casa que fue allanada por orden de la Justicia.
Los “beneficios” en caso de que se “portara bien” eran denigrantes. “Me permitía usar mi celular pero con los contactos borrados y sin internet y también podía pasar de una habitación a otra”, relató.
De toda la declaración, la parte más aberrante fue, quizás, la situación que le tocó vivir cuando habían pasado al menos dos meses de cautiverio. En su declaración, explicó que “se portó mal” por lo que Antonio Alberto M. la encerró en un pequeño baño y le cortó el agua desde afuera. Estuvo allí durante cuatro días. No le dio comida ni bebida. “Tuve que tomar agua del inodoro para sobrevivir”, dijo.
En los cinco meses que pasó con el hombre, la chica pudo salir a la calle en dos oportunidades. Ambas para buscar ropa en la casa de su madre. Según contó, el hombre la llevó hasta la puerta a punta de pistola. Aprovechó un momento en el que su madre no estaba. “Me dijo que si decía algo iba a matar a mi mamá o a mi hermano”. En esas oportunidades el miedo la paralizo. Busco la ropa y volvió a la casa de su captor.
Para entender el contexto de la situación, es necesario conocer el barrio donde sucedió. Villa Paur, en el este de San Martín de Los Andes, es un lugar con casas espaciadas y grandes terrenos donde si alguien grita, es posible que no sea escuchado.
Más allá del secuestro, las humillaciones y el maltrato extremo, J. sufrió violaciones reiteradas. Según se desprende de su declaración, el acusado llegó a abusarla sexualmente hasta tres veces en un mismo día. Fue examinada por médicos del hospital zonal y detectaron fuertes lesiones compatibles con abuso sexual que le impedían el normal funcionamiento de su cuerpo.
Recién en los primeros días de agosto, J. -una inicial de fantasía empleada en esta nota para proteger su identidad- logró escapar. Según explicó, por esos días se había “portado bien” y había sido “premiada” con cierta libertad dentro de la vivienda. Fue en esa situación que aprovechó que el hombre estaba trabajando para escapar. Se llevó su celular.
No fue a la casa de su madre. Prefirió ir a lo de un amigo que la ayudó, la cobijó y la contuvo. “En esa situación estuvo dos semanas. No quería que esta persona haga la denuncia porque Alberto Antonio M. la llamaba para amenazarla. Pero el sábado evidentemente explotó, no pudo más y se acercó a la comisaría para hacer la denuncia”.
Ante los dichos de J., el domingo se hizo un veloz y eficaz allanamiento comandado por efectivos de la Comisaría N° 43 de Barrio Arenal. Los dichos se corroboraron con lo que los investigadores encontraron en la vivienda: Se halló una pistola calibre 22 y la carabina. Además de dos celulares pertenecientes al dueño de casa. En ese momento se ordenó la detención, según publicó La Mañana de Neuquén, que reveló el caso.
Según fuentes de la investigación, el expediente está calificado como privación ilegítima de la libertad agravada por el uso de violencia y por la duración mayor a un mes en concurso real con abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de armas. A eso podría sumársele la tenencia ilegal de la pistola y la carabina. Se cree que la pena podría ascender en un juicio oral a los 30 años de prisión.
Antes de finalizar su relato y de volver a la casa de su madre, J. dijo llorando que en esos 5 meses se sintíó “como un cuerpo sin vida, era una muñeca, un objeto para él”.