“Veintitrés años no se vuelven para atrás. Dios quiera que queden muchos para adelante”, dijo María Eugenia abrazada a su hijo frente a la puerta de una sala judicial en Rosario. Adentro, su ex pareja había sido condenada a 26 años de prisión por mantenerla cautiva y abusar sexualmente de ella durante casi toda su vida adulta. El fallo además abre la posibilidad de que el Estado le otorgue una reparación por la inacción frente a las denuncias previas.
La lectura de la parte resolutiva del fallo contra Oscar Alberto Racco duró media hora. Antes de comenzar, el presidente del tribunal, Nicolás Vico Gimena, solicitó a todas las personas presentes que “eviten exteriorizar cualquier tipo de sentimiento”. La gravedad del caso lo hizo imposible.
La propia fiscal Luciana Vallarella no logró contener las lágrimas al escuchar que se aplicaría la pena pedida en el alegato de cierre, cuando propuso una calificación legal más severa que implicaba elevar el monto inicial de 18 años.
La clave para conseguir una sanción más dura fue el testimonio de María Eugenia, a quien el juez Rafael Coria le habló después del veredicto. “No contamos con una máquina del tiempo que te devuelva esos 23 años. Pero queremos reconocer la valentía y el compromiso”, expresó. En ese momento la sala se llenó de aplausos. El ruido se sumó al que ya se oía por el festejo de las militantes que estaban afuera para apoyar a la víctima.
La condena a Racco por someter a su ex pareja fue más alta que la pedida inicialmente porque el Ministerio Público de la Acusación (MPA) decidió considerar agravado el abuso sexual con acceso carnal que le habían imputado inicialmente. En su relato durante la primera audiencia, la víctima señaló que el mecánico solía apuntarle con un arma de fuego para violarla.
A ese delito en concurso real se sumó la privación ilegítima de la libertad agravada en concurso ideal con la reducción a la servidumbre. “Gracias por hacer justicia”, respondió la mujer de 44 años ante el tribunal que se completó con la participación de Nicolás Foppiani.
A la hora de dar a conocer la condena, Vico Gimena y sus colegas señalaron que el caso en barrio Cura constituye un “atentado contra la libertad y la integridad sexual”. A partir de la prueba producida, concluyeron que la víctima se encontraba bajo un “régimen de dominación” que la llevó a una “degradación infame”.
Separada de su hijo de apenas 2 años, María Eugenia se fue a vivir con su pareja luego de ser golpeada. Quería frenar las amenazas hacia su familia, las cuales siguieron latentes durante todo ese tiempo. Él había dicho que le permitiría regresar cuando ellos retiraran la denuncia policial en su contra, pero jamás cumplió.
Al principio, Racco la ataba a la cama con una cadena cuando salía. Según el tribunal, ese cautiverio físico se transformó con el paso del tiempo y “se perpetuó de una manera siniestra”. El imputado llegó a rebautizarla “Lucía Puccio”, como la conocían los pocos vecinos que habían tratado con ella, al punto de que en un momento la llamó por ese nombre durante el juicio.
Esta vez, ambos estuvieron a menos de 10 metros de distancia, pero jamás cruzaron la mirada. “No lo vi. No me interesa, no quiero tener ni un recuerdo”, sentenció ella. El acusado se fue esposado, tal como lo habían hecho ingresar a la sala. Para retirarse quiso ponerse la capucha de su campera deportiva, pero uno de los policías que lo escoltaba se lo impidió.
En medio de la emoción, María Eugenia agradeció especialmente el trabajo de la Fiscalía y destacó la labor de las agrupaciones de mujeres que siguieron el caso. A la hora de enfrentar las cámaras por primera vez, propuso: "Sigamos creciendo como sociedad en las políticas de género. Aprendamos a pedir ayuda y perdamos el miedo”.
A su lado, su hijo Facundo se quebró al repasar lo que vivieron desde que él era un niño pequeño. “Mi familia siempre me ayudó. Yo estaba apartado, no querían que me involucrara. Pensé que no la volvería a ver”, confesó.
La imagen del muchacho conmovido cambió minutos más tarde, cuando salió por la puerta del Centro de Justicia Penal y escuchó los cánticos de las militantes que seguían esperando en la puerta. María Eugenia se permitió sumarse a la celebración sonriente y levantando su brazo antes de retirarse para continuar con su nueva vida en otra provincia.
“Perdonen siempre. Yo la perdoné todos estos años y ahora quiero seguir adelante”, afirmó Facundo. A su lado, ella agregó que seguirán “día a día” con “el mejor vínculo que existe: madre e hijo”.