La vergüenza de la residencia de Olivos

Las visitas a la residencia de Olivos en épocas de restricciones por la pandemia es una "burla" a la gente. Las razones de la indignación.
La vergüenza de la residencia de Olivos

Cuando se dieron a conocer las visitas recibidas durante el año pasado en la residencia presidencial de Olivos, la primera impresión fue de sorpresa y malestar. Cuando se desagregaron los nombres de los visitantes y los aparentes motivos de su concurrencia, una ola de indignación de numerosos ciudadanos se hizo explícita y concreta.

El fuerte malestar generado es lógico y resulta natural. Cuando todo el país estaba prácticamente “encerrado” en sus hogares, sin posibilidad de encontrarse con parientes cercanos, sin posibilidad de realizar ninguna actividad de cualquier tipo y se puso en pausa prolongada y excesiva la mayoría de la actividad comercial, profesional y económica del país, en Olivos la realidad era muy diferente.


Es más, mientras Alberto Fernández le hablaba a los “idiotas” que eran vivos por encima de los “bobos mayoritarios”, y los amenazaba con ejercer por las malas  el poder otorgado, en su casa se permitió varias licencias.

Amigos personales del matrimonio, estilistas, personal trainer, coloristas, artistas, empresarios de medios de comunicación afines, sindicalistas,  y festejos con varias personas concurrentes, entre otras varias permisividades, gozaban de privilegios y una vida diferente.


Recordemos que en esa época, muchos deudos no pudieron despedir a sus familiares fallecidos, cerraron innumerables comercios y actividades de emprendedores, personas con oficios, restaurantes y bares  e incluso empresas con antigüedad y reconocida capacidad.

Comportamiento sin responsabilidad social, empatía ni ética de ejemplo por parte de quien debía y debe ser el primero en cumplir a totalidad lo que se exigió y  requiere a toda la ciudadanía. No se trata de grieta, disenso ni exageración de apreciación.

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Es la continua caída en el pozo profundo de la pérdida de valores humanos y republicanos. Y esto hiere severamente y degrada in extremis la investidura patrimonial.

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