Lo primero que se me ocurre, como cada vez que me siento a escribir estas columnas, es llamar a Jorge Hirschbrand, director del diario El Sol y decirle, francamente: “Ya está Jorge, superemos este malentendido”.
La idea original era mirar de cerca un país, contar su gente, sus ganas, sus aspiraciones, sus habituales porrazos y sus esperados éxitos. Iba a ser mi trabajo bucear y exponer esas ansias que hacen el alma de una nación, el pasado que une, el presente que se construye, el futuro que se anhela.
Mirar la política desde la sociedad.
Pero cada fin de semana vuelvo a confirmar que este es un país que explota por los aires una vez cada siete días pero pasan los años y nada cambia.
Nada nuevo para contar: la indignación no alcanza, es un ejercicio masoquista sin mayores consecuencias; la frustración impide ver esperanzas y la única certeza es que lo que viene es más decadencia.
El único cambio es que todo está peor.
Debo escribir otra vez sobre mentiras, cinismos y maldades gubernamentales; el agotador carrousel del desprecio ciudadano donde siempre nos sacamos la sortija para una vuelta más, y otra, y otra.
Debo contar una nueva semana en donde todo lo que pasa se licúa en un jugo cada vez más agrio.
¿Te pasó alguna vez que pensás que lo que hacés no sirve, no alcanza, no llega? Esta semana volví a preguntarme sobre una actividad en la que llevo ya casi cuarenta años.
¿Qué cosa es ser periodista hoy? ¿Cómo se cuenta un país que se niega a serlo?
Es difícil ver en esto un país. Somos tribus cerradas tirándonos piedras, señalándonos con el dedo; jinetes de ponys cansados; clowns de un circo que ya se fue con sus carromatos destartalados y nos dejó con la sonrisa pintada, los zapatos grandes y una mueca de espanto.
Nos pagan, más o menos mal, para buscar noticias, comentarlas, difundirlas. Es nuestro trabajo encontrar datos, ponerlos en contexto con otros datos, compararlos.
Contamos lo que podemos, cercados por fuentes que exigen fidelidad, medios que no nos pertenecen, negocios oscuros de los que no tenemos pruebas ni dudas. En fin, somos equilibristas entre la dignidad más o menos desvencijada, los viejos ideales juveniles y la necesidad de pagar las expensas.
Algunos conseguimos mantener espacios de libertad a fuerza de ser cabezaduras y resignar mejores condiciones de vida. A muchos ni les importa.
Esta semana la noticia que confirmó que efectivamente, el rey estaba desnudo y no sólo en sentido metafórico, no la consiguió un periodista.No fue uno de nosotros, a los que nos pagan para eso. Fue -y esto no es peyorativo, todo lo contrario- un tuitero.
Se conoce como @gonziver a quien el 18 de junio y haciendo uso de la ley de acceso a la información, que fue sancionada en la Argentina el 14 de septiembre de 2016 a instancias de Cambiemos, solicitó al Estado el listado de accesos a la Quinta de Olivos entre el 15 de marzo de 2020 y 15 de junio de 2021.
A nosotros, los que cobramos a fin de mes por conseguir noticias, no se nos había ocurrido. ¿Por qué?
¿Ninguno de nosotros pensó que ahí había algo para averiguar? Si todos habíamos visto que la pareja de Fabiola violó todas y cada una de las órdenes que él mismo, con cara de “ojito conmigo”, dio desde el 20 de marzo del 2020 cuando nos mandó a encerrarnos sin buscar ninguna otra alternativa, aupado en los ojos de vacas mirando pasar el tren de los especialistas, que le decían “siga, siga” mientras no se les caía una idea que no se emparentara con la Edad media.
Si todos habíamos visto la foto con los excéntricos Moyano. Si todos habíamos presenciado el besuqueo con Kim-Jung-Insfrán.
¿Cómo no nos avivamos? ¿Cómo los editores, siempre ávidos de sumarios, no mandaron a un pasante a buscar eso que @gonziver, sin que fuese su trabajo, consiguió?
El 16 de julio, Diego Salomoni, Director General de Asuntos Jurídicos le dijo al preguntón que pasase por Casa Rosada para retirar el DVD con la información.
¿Qué dice del estado del periodismo argentino que un ciudadano consiga por sí mismo la información y la difunda a través de las redes sociales?
Es más ¿qué dice del estado del periodismo argentino que tardó tres días en hacerse eco de los datos confirmados de que mientras en el país no podía moverse una hoja sin autorización oficial, en Olivos entraban las chicas y los amigos en alegre montón?
Que los políticos del oficialismo y sus lisonjeros militantes respetasen la omertá, esa ley mafiosa siciliana disfrazada de “código de honor” con la que ocultan a cal y canto sus actividades delictivas, era esperable.
Ahora bien ¿qué pasaba si apenas descubiertas las listas de ingresos de la infamia Rodríguez Larreta, Carrió, Del Caño, Bullrich, Macri, Negri, Randazzo y cualquiera que se diga opositor, hacían una presentación conjunta, una conferencia de prensa, una suelta de palomas, un baile tribal al menos? ¿Y si Manes escribía uno de esos sobrecitos de azúcar explicándolo? ¿Por qué no lo hicieron? ¿No les pareció grave? ¿Cuál es el nivel de hipocresía que aguanta esta serie de corporaciones, tropas, tribus, comunidades y peñas que deberían ser una nación y ya no lo son?
El 14 de julio de 2020 la pareja de la pareja de Fabiola cumplió años. Lo celebró con nueve amigos que llegaron a Olivos a las 9 y cuarto de la noche y se fueron a la 1.45.
Para esa fecha, ya habían muerto en manos de fuerzas policiales Florencia Magalí Morales y Franco Gastón Maranguella en San Luis y ya habían encontrado en un barrancón catamarqueño el cadáver de Luis Espinoza envuelto en una frazada, asesinado por la policía tucumana.Habría muchos más.
En todos los casos, las fuerzas represivas actuaron pasando por la puerta que abrió la pareja de Fabiola con su DNU de la cuarentena, reforzado por sus palabras en el programa de la esposa del Corcho Rodríguez: “Los que estén circulando contrariando la cuarentena, de esos se van a ocupar las Fuerzas de Seguridad” dijo y agregó “tuvimos una muy buena reunión con la Policía Federal, las Fuerzas de Seguridad Federal, la Gendarmería, la policía aeroportuaria y la Prefectura y fui inflexible en ese punto: el que viole la cuarentena caigámosle con todo el rigor”.
En la siempre acogedora para el gobierno pantalla de Telefé, a poco de recibir amigos para su cumpleaños, el 2 de abril, dijo: “El que viola la cuarentena se expone –si va en auto- que le secuestren el auto porque está contraviniendo normas municipales que entre otras cosas ordenan cumplir con la ley”. Y terminó: “Y a los idiotas les digo lo mismo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo: la Argentina de los vivos que se zarpan y pasan por sobre los bobos se terminó, acá estamos hablando de la salud de la gente, no voy a permitir que hagan lo que quieran. Si lo entienden por las buenas, me encanta, sino me han dado el poder para que lo entiendan por las malas”.
¿Cómo se consigue que esta noticia, el saltarse la fila de las restricciones de parte de los amigos del poder no llegue a primera plana de los grandes diarios nacionales? ¿Que la máxima autoridad del país -o al menos, el presidente- use ese nivel de violencia verbal para condenar algo que él sabía que él y los suyos no estaban cumpliendo, es algo tan menor que puede ignorarse?
El peluquero Federico Abraham entró 35 veces a Olivos, entre abril y julio del año pasado, mientras miles de peluqueros en todo el país se alimentaban con caldos de tinturas y peines al horno.
Salieron claro, los defensores de todo, a decir que Sofía Pacchi, la rubia con más de 60 entradas a Olivos en lo más duro de la cuarentena era “asistente de Fabiola Yáñez” y que por eso fue contratada para el área de Secretaría General de la Presidencia.
¿Y? ¿Qué función de asistencia era tan importante como para entrar el día del cumpleaños de la pareja de Fabiola a las 22 y permanecer más de dos horas? ¿Más importante la función de la asistente que la justicia y el congreso, que permanecían cerrados? ¿Más que la educación, más que la comida de los miles y miles de trabajadores?
Flor Peña, también anotada en la lista de visitas aseguró que no tenía nada que ocultar, que lo hizo “por el tema de actores”. De acuerdo. Entonces Flor, si había cuestiones que permitían excepciones ¿por qué fuiste tan dura en redes con los que intentaban una excepción? ¿Por qué tu excepción era válida y las de los demás, no? ¿Quién te dio coronita? ¿Fuiste en auto? ¿Te lo retuvieron? ¿Por qué no se pudo arreglar por zoom con las autoridades del gremio? ¿Por qué fuiste vos, si sos una simple afiliada al gremio? ¿Cada trabajador por sí mismo podía ir a ver al presidente en pandemia?
Ariel Zapata y Lautaro Romero, veterinarios y adiestradores de perros atendieron a Dylan, dos veces por semana, entre abril y diciembre del ’20. Sí, en ese tiempo, tus hijos no tuvieron educación. Dylan sí.
¿Vamos a naturalizar esto? Colegas, repito, ¿vamos a naturalizar esto?
¿De verdad suponen que alguien nos va a creer algo después, si nos hacemos los giles con esto? ¿A qué se debe el silencio? ¿Tanto dinero hay en juego? ¿Tan cruel es el peronismo con sus críticos? ¿Tanto miedo van a tener? ¿Qué temen? ¿Qué peor que perder la poca credibilidad que nos queda nos puede pasar? ¿A quién no quieren enojar? ¿No alcanzó con haber aceptado casi ni difundir en la campaña electoral el video en el que la pareja de Fabiola empujaba a un anciano?
Ustedes saben muy bien, con una mano en el corazón, qué hubiera ocurrido si este WaterGato hubiera tenido lugar en la gestión anterior.
Cuando la Extraña Dama Dañina dijo “ténganle miedo a Dios, y un poquito a mí”, sabía lo que decía.
Gobernar a través del miedo parece ser, en sociedades detonadas como la nuestra, más efectivo que gobernar a través de las leyes.
¿Vamos a naturalizar esto?
Naturalizamos que las autoridades mientan y que eso no tenga ninguna consecuencia.
Naturalizamos que la mitad de los chicos no coman.
Naturalizamos que se deba renunciar a un trabajo para mantener un plan social.
Naturalizamos que Roca sólo fue “un asesino de indios”.
Naturalizamos que los funcionarios pasen por los escándalos y a nadie se le ocurra que deben renunciar.
Naturalizamos que para comprar un dólar haya que pagarle al Estado 65% de impuestos.
Naturalizamos que las calles estén cortadas por piquetes y nada pueda hacerse al respecto.
Naturalizamos que las estaciones de trenes estén cerradas por una protesta de una docena de personas, condenando a decenas de miles de trabajadores que sólo quieren volver a su casa a que el regreso sea una odisea de cansancio y covid.
Naturalizamos que Formosa sea un feudo y que un muchacho pobre muera por cruzar a nado un río para poder ver a su familia.
Naturalizamos que en Santiago del Estero hagan un estadio europeo en medio de la miseria latinoamericana por capricho del gobernador.
Naturalizamos que San Luis sea una provincia que pertenece a una familia.
Naturalizamos que “poner plata en el bolsillo de la gente” sea una solución sin contar jamás que esa plata se destiñe en los bolsillos y a más plata, menos valor.
Naturalizamos que si te vas unos días, quizás cuando vueltas tu casa ya no sea tu casa porque alguien la intrusó y ahí ya todo es difícil.
Naturalizamos que la vicepresidenta sea súpermillonaria sin saber cómo lo consiguió.
Naturalizamos que haya una Justicia para los peronistas y otra para los demás.
Naturalizamos que no haya trenes porque a Moyano no le conviene.
Naturalizamos que una familia de mormones de Bariloche se conviertan de la noche a la mañana en ancestrales mapuches y se quede con decenas de hectáreas de un Parque Nacional.
Naturalizamos que vender ropa trucha de talleres clandestinos es necesario y popular.
Naturalizamos que cualquier arreglo en tu casa por mínimo que sea necesita un arreglo económico con un concejal con más prontuario que currículum.
Naturalizamos que docentes con errores de ortografía sean adoctrinadores impunes.
Naturalizamos que los caminos de los campos sean de tierra y absolutamente intransitables cuando llueve.
Naturalizamos que Filomena Vizzotti haya vacunado a sus padres y no tenga que dar explicaciones.
Naturalizamos que Zelig Massa se vacune y vacune a todos sus parientes como si les correspondiera.
Naturalizamos que Anatoly Nicolini defienda el Proyecto Putin a costa de nuestras vidas.
Naturalizamos que aún con 166 impuestos, si querés educación, salud o seguridad, te la tenés que pagar aparte.
Naturalizamos que para viajar a cualquier parte del país en avión tengas que pasar necesariamente por Buenos Aires.
Naturalizamos no tener aviones y que cierren un aeropuerto por venganza.
Naturalizamos que la educación sea manejada por sindicatos.
Naturalizamos que el gobierno haga propaganda institucional con bajada partidaria.
Naturalizamos que haya 13 tipos distintos de dólares.
Naturalizamos que la barra brava tenga más derechos que cualquiera.
Naturalizamos que la representación legal de todos los trabajadores sea partidaria.
Naturalizamos que los sindicalistas sean millonarios y no trabajan de eso que dicen representar.
Naturalizamos que todo dirigente que hable de educación pública mande a sus hijos a los colegios privados más caros y mientras más popular y nacional es el dirigente, más estrellas y. mejor hotelería tiene el sanatorio donde se cura de enfermedades “de ricos”.
Naturalizamos que la vicepresidenta use el avión oficial como propio.
Naturalizamos que la gente viva entre chapas y nylons, que los chicos abandonen una escuela que no les enseña y que los restaurantes más concurridos del país sean los comedores comunitarios.
Naturalizamos el hambre, la impunidad, la ignorancia y el maltrato.
La lista podría continuar hasta el próximo domingo. ¿Cuántas otras señales de decadencia vamos a seguir naturalizando? Colegas, dejemos de tirar la pelota afuera.
Si la sociedad naturaliza la barbarie, cotidianamente, sin aceptar que todo esto está muy mal, es también en parte nuestra responsabilidad por no decirlo más claramente, todo el tiempo.
Y repetirlo.
Y repetirlo.
Y denunciarlo.
Entonces, a punto de terminar la columna de hoy me decido. Voy a llamar a Jorge Hirschbrand. Le voy a decir que cuente conmigo para el domingo que viene. Hay mucho para decir todavía si queremos que alguna vez este conjunto de tribus vuelva a ser un país.
Tenemos mucho para hacer. Y poco tiempo.