Oscar Alberto Racco, un mecánico de 59 años que durante más de dos décadas mantuvo cautiva a su pareja, de quien abusó sexualmente, amenazó y golpeó, empezó a ser juzgado este martes en la ciudad santafesina de Rosario, por privación ilegítima de la libertad y reducción a la servidumbre. “Mi gran compromiso es que nunca otra mujer vuelva a pasar por lo que pasé”, sostuvo ayer la víctima ante los medios. La fiscal de la Oficina de Violencia de Género, Luciana Vallarella, solicitó una pena de 18 años de prisión para el acusado.
Tras revivir el horror que vivió en la primera audiencia del juicio, María Eugenia contó detalles de cómo en mayo de 2019 logró escapar en un descuido de su captor, en calle Santiago al 3500, y expresó: “Nunca pensé que iba a salir de lo que estaba viviendo”.
Durante las cuatro horas que duró su declaración la mujer, que ahora tiene 43 años, señaló que durante los primeros cuatro o cinco años de su calvario Racco la tuvo atada con una cadena a la cama. También era obligada a limpiar la casa, trabajar sin recibir pago y hasta la obligaba a arrodillarse y rezar durante horas como penitencia por “ser mala persona y prostituta”.
“Cuando él se iba, me dejaba encerrada. Una mañana me hizo levantar a barrer la vereda con él pero después entró porque fue al baño y no quería que yo estuviera en la casa cuando iba al baño. Escuché que abrió la ducha y mi sensación fue: ahora o nunca”, recordó la mujer sobre su huida hace dos años en diálogo con El Tres.
Entonces tomó los 640 pesos que había en un monedero sobre la mesa de la cocina, dos fotos de su hijo y una carta de su papá que había encontrado después de 15 años, abrió la puerta que Racco había dejado sin candado y empezó a correr. “Corrí por mi vida, fue media cuadra pero para mi eran 100 kilómetros”, remarcó María Eugenia.
Después de tomar un taxi en la esquina que la llevó hasta una estación de servicio de las calles Italia y Pellegrini, la víctima pudo por fin pedir ayuda: “Busqué a una tía mía en la guía. La llamé y le dije que me ayude porque si no, para la noche estaba muerta”. Así fue como empezó, lentamente, a dejar atrás el infierno.
“Hoy la fuerza la saco en el compromiso de que se sepa la verdad y también para cerrar esta historia para mí”, manifestó por último la mujer, y concluyó: “La declaración (ante el jurado) fue revivir 23 años de horror, de lo más feo de mi vida, de tocar muchos sentimientos y cosas que no quisiera recordar pero que fueron y es necesario para que se haga justicia”.